En el marco de la nueva horneada de las muestras que viene curando Mariano Soto en El Cultural San Martín este viernes 29 abre, después de un tiempo fuera del circuito, una muestra del talentoso fotógrafo Alejandro Tosso, uno de los faros de su generación. La muestra puede visitarse en el entresuelo junto al pack de la tríada que suele armar Soto que esta vez, además de a Tosso, incluyen obras de Lux Lindner y Lucianan Malfatti. Dice el texto curatorial sobre la obra de Tosso:
“Los viajes en tren fueron un tópico del arte moderno, desde las pinturas impresionistas de grandes estaciones urbanas hasta los viajes ficcionados en literatura, en los que Ana Karenina se encaminaba a todo vapor a su destino fatal.
El barrido del paisaje desde la ventanilla de un transporte que se mueve a gran velocidad, es tema filosófico y estético de Baudelaire a esta parte, pasando por Benjamin, Hitchcock o Almodóvar.
En esta serie de fotografías, Alejandro Tosso no sólo explota el costado plástico de la imagen barrida en movimiento, ni tampoco se ciñe sólo a su núcleo conceptual, hablándonos del vértigo y de la fragmentación de todo. También aprovecha estas instancias para armar un aparato reflexivo/visual sobre los medios tecnológicos actuales y sus cortas duraciones como amenaza de pronto olvido y posible desaparición.
La tecnificación extrema de la imagen, su infinita reproductibilidad y su llegada global inmediata, nos pone hoy frente a problemas nuevos, mayormente desconocidos, cuya teorización y análisis se mueven aún en el ámbito de la especulación.
Contaminación visual por exceso de imágenes, contaminación cognitiva por exceso de información y de datos, forzamiento de los tiempos internos de procesado y asimilación de los objetos y los fenómenos. Pero aquí tal vez aparece un guiño o, mejor, un oasis encontrado por el propio artista para equilibrar la balanza: estos paisajes barridos a pura velocidad son a veces viajes del artista de ida y vuelta de la gran urbe a su pueblo natal, en la provincia de La Pampa.
Un viaje del héroe repetido y sistematizado con ritmo warholiano, pero que termina resultando un respiro en medio de la fugacidad de todo (pero todo) en éste nuestro tiempo. Ese punto intimista, autorreferencial, lo liga inmediatamente a un tiempo histórico del pasado inmediato, conocido, familiar, en el que la individuación rige, en el que lo que cuenta es el individuo y su historia, su mirada, su palabra. Por eso la empatía con la microhistoria, resabio de aquellas grandes vidas de Vasari; resabio pero vidas de artistas al fin.
Aventurarnos en el ámbito de lo nuevo y lo desconocido pareciera hacerse más ligero si vamos de la mano de lo familiar, lo anecdótico, lo humano”.