Por: Hugo Rizzo 9 noviembre, 2018
Más de una vez he escuchado (o leído) el rumor de que esta canción está inspirada en una historia real, aunque muchos no creen en esta teoría. Considero que sí, que hay un trasfondo de realidad en ese rumor, aunque rara vez se cuenta con elementos mínimos que justifiquen creer en el mismo.
Un aporte en ese sentido puede ser ubicar en qué momento supuestamente se relata el origen de la canción. Posiblemente la mayoría de los lectores más jóvenes de Argentina (y supongo que de Latinoamérica en general también) relacionen la canción "Bailando con tu sombra" con Abel Pintos, exponente del folclore nacional. Quizás muchos sepan también que la autoría de la canción corresponde a Victor Heredia, que por supuesto en su momento grabó la versión original. La unión de estos dos artistas dio como fruto la conquista de la Gaviota de Plata en el Festival de Viña del Mar 2004. En una entrevista brindada en tal ocasión, Heredia comentó sobre el origen de su composición. Relató que durante una visita a un centro de reclusión, algunos de los internos le contaron sobre un prisionero que todas las noches, encerrado en su celda, bailaba solo, abrazando el aire; y decía el recluso que en las horas de oscuridad lo visitaba su amor, aquella mujer que había sido lo más valioso en su vida y a quién en un arrebato de celos y furia había asesinado.
Esta historia impresionó profundamente a Heredia, quien sin demoras comenzó a escribir las hermosas palabras que luego musicalizaría. Historia, letra, melodía, sentimiento. En palabras del propio autor: "Escribí esta canción muy emocionado, seguramente en el momento que la hice, porque me impactó terriblemente la historia".
Lo que más llama la atención de la letra es que solamente al final se devela el infortunio sobre el que se asienta la historia; si la escuchamos sin prestarle atención, parece una simple canción de amor; si nos ponemos algo atentos, sobre todo en el estribillo, descubrimos una ausencia, un pesar; pero la culpa que agobia al torturado protagonista solo la descubrimos cuando éste se nos confiesa: cómo he podido matar a quien me hacía soñar...
Se trata quizás de unos segundos donde falta la palabra, donde el propio individuo se extraña ante lo que hizo, ante lo que fue, ante quién fue, y ante su propio desconocimiento de quién era ella. Más tarde la reconstruye con recuerdos, con tristeza, con ausencia, con dolor, con locura: la sombra que cae sobre él y lo condena, dentro de su condena. Moraleja de Aleli con la vida, todas aquellas veces que terminamos matando lo que queremos y terminamos bailando como aquel preso la sombra de un recuerdo que fue y ya no es. Aún deseando que fuera. Ay Aleli, pobre de Mi.