Este año, mi trabajo me está llevando a menudo a Portugal: Oporto, Coimbra, Aveiro, Lisboa, el Algarve y, en Semana Santa, con la familia en el Alentejo.
Portugal está de moda… y esto me preocupa bastante, porque es la manera para contaminar su autenticidad. Lisboa, Oporto y el Algarve son ya desafortunadamente victimas del modelo de turismo fomentado por “ciertasaereolineas.com con vendedores a bordo”: “mordi e fuggi”, “toccata e fuga”, “hazte un selfie y compártelo”, busca la fiesta y que los demás sean servidores para alcanzar la anhelada felicidad.
¡El Alentejo no! ¡el Alentejo es otra cosa!, otro mundo, otra dimensión. Allí parece desvanecer la agresividad, la arrogancia, la apariencia, el ruido, los signos de corrupción urbanística; allí nadie piensa que la prosperidad debe ir necesariamente de la mano con la negación o hasta la destrucción del antiguo y de las tradiciones. En el Alentejo vive solo alrededor del 7% de toda la población del Portugal, a pesar de que ocupa un territorio que es un tercio de todo el País. Cuando se está allí, nunca se tiene la sensación de abandono que se percibe en la “España vaciada” de la que tanto se habla últimamente. Los pueblos del Alentejo, hasta los más pequeños, son prósperos, bastante bien comunicados, ricos en servicios públicos y sociales: taxis que facilitan la movilidad entre pueblos; casas de música en las que la gente se reúne para aprender y para tocar en la banda musical; bibliotecas, polideportivos, centros de arte.
Los pueblos llenos de historia y de una elegancia sobria y sencilla, están consiguiendo preservar su propia personalidad cotidiana y se integran perfectamente con el entorno natural; simplemente con seguir las rápidas evoluciones de las miles de golondrinas que anidan en sus techos o el lento volar de las muchas cigüeñas que pueblan los alrededores, nuestra mirada pasa sin darse cuenta y con gran placer visual, del blanco de las casas al verde de los olivares; de los ocres de los castillos al rojo y amarillo del campo; del blanco-gris de los adoquines al azul profundo del Atlántico.
Nuestro tour del Alentejo empezó en la bahía de Setubal, unos 50km a sur de Lisboa; pusimos el “campo base” en Portinho de Arrábida, unas pocas casas en un rincón escondido y coqueto de la bahía y en el medio del Parque Natural homónimo. Desde allí visitamos Sesimbra, Azeitao, Palmela con sus molinos de viento, Cabo Espichel y algunas playas que nos hicieron entender que estábamos en un lugar privilegiado: Praia de Lagoa de Albufeira, Praia de Galapinhos. Desde Setubal cogimos el barco acompañados por tres delfines, para ir a la península de Comporta, de la cual hay que tachar del mapa a Marina de Tróia pero no perderse las quilométricas y poco frecuentadas playas de Comporta y finalizar el día en el tesoro fotográfico del Cais Palafitico da Carrasqueira.
Esto es un lugar encantado especialmente al atardecer, pero también al amanecer; el único problema es que para verlo en su máximo esplendor hay que encontrar la justa combinación de: marea, atardecer, no niebla, no lluvia… yo me tuve que conformar con marea baja al atardecer y luchando con la niebla que avanzaba rápidamente desde el mar.
El segundo “campo base” lo tuvimos en Castelo de Monsaraz, un precioso pueblo blanco y medioeval del interior (al confino con España) que domina el embalse de Albufeira do Alqueva (el más grande de la Europa occidental), sobre el Guadiana. Desde Portinho, se necesitan casi 2h para llegar a Monsaraz y en el camino hay muchos sitios donde sería necesario pararse. Nosotros lo hicimos en el Crómlech de los Almendros y en Évora.
Castelo de Monsaraz se llena de turistas de día, pero por la noche se quedan solo pocos huéspedes que pueden disfrutar de la elegancia de sus edificios, del silencio sobrecogedor con vista a la llanura y al embalse, de la cocina generosa y genuina de sus restaurantes. Al amanecer es escalofriantemente bonito disfrutar de como los rayos de sol encienden paulatinamente las casas blancas y el empedrado, como se fueron llamas de un armónico incendio que devuelve a la vida lo que antes estaba dormido en la sombra.
Desde Monsarraz visitamos el sorprendente Estremoz, Evoramonte del cual recuerdo un postre hecho con la manteca de cerdo que sabía a gloria; Arraiolos con su espléndido castillo y la imperdible Iglesia de la Misericordia cuyas paredes están recubiertas totalmente con azulejos azules y blancos; Vila Viçosa, un pueblo hecho con el mármol y que encuentra su inesperada joya en el Palacio Ducal. Más al norte, visitamos los encantos de Castelo de Vide y de Marvão con sus casas blancas agrupadas a los pies del castillo.
Antes de volver a la costa, pernoctamos una noche en Mértola con sus origines árabes y sus reflejos en el rio Guadiana. En el camino, visitamos Moura y Beja.
Nuestro “campo base” en la Costa Vicentina fue Vila Nova de Milfontes, un coqueto pueblecito que en verano nos han dicho se transforma en una ciudad; tiene unas playas bonitas a los dos lados de la desembocadura del río Mira, en una de las cuales, relucen los restos de un barco naufragado que las olas se están comiendo lentamente, pero sin pauta.
La costa Vicentina es una sinfonía de playas sobrecogedoras y salvajes, en las que la presencia imperiosa del Atlántico se escucha y se percibe en la piel. Es él que marca los ritmos también a las personas: mareas, viento, niebla, olas, son todos medios que él usa para avisarnos, embrujarnos, tentarnos, meternos miedo, hacernos sentir poderosos o pequeños. Mi preferida es la Praia do Amado que nos acogió con una marea muy baja que permitía resaltar la magnifica paleta de colores increíbles e intensos de sus rocas que se introducen en el mar y que ofrecen cobijo a una cantidad sorprendente de fauna.
El Alentejo es una experiencia que ayuda a entrar en armonía con el mundo y con las personas, que permite dar valor a lo esencial y a la belleza de las cosas sencillas, que embruja con los sabores de su cocina genuina y hecha de buenos productos de la tierra y del mar, que invita al charlar pausado y hecho sobre todo de capacidad de escuchar, que entrena nuestros sentidos a la percepción de sonidos perdidos u olvidados que allí se mezclan en melodías de silencios rotos. Alentejo: ¡belleza autentica!
Un sitio ideal donde obtener informaciones muy útiles para planificar un viaje en el Alentejo es https://www.turismoenportugal.org/alentejo