Revista Cine
Alex de la Iglesia, entre ministras y ministros.
Álex de la Iglesia, el todavía presidente de la Academia de Cine (al menos hasta que se convoquen elecciones), soltaba el domingo pasado, en su discurso de los Goya, una despedida de trompeta que para algunos sonó a triste, pero, para otros, a atrevida y brillante. Sobre todo cuando, haciendo alusión a Internet, dijo que no es el futuro, sino el presente, y que no queda más remedio que modernizar el modelo y los recursos. “Internet es parte de nuestras vidas –defendió en medio de una gran expectación en la que la cámara se fijaba en el rostro sonriente de la ministra Sinde, convirtiéndose cada vez más en inexpresivo y preocupado– y la nueva ventana que nos abre la mente al mundo. No tengamos miedo a Internet; Internet es la salvación del cine”. También se llevó parte de rapapolvo la vicepresidenta, Iciar Bollaín, a la que mandó un par de mensajes de manera tajante: “Dicen que he provocado una crisis, pero toda crisis es cambio. Y se necesita una crisis para entender una nueva manera de cine”.
El silencio se podía cortar en el teatro de la Ópera en el que Alex pronunciaba sus palabras que resonaron con la misma sonoridad de una trompeta. Había empezado su alocución sin saludar a las autoridades presentes en el auditorio. Y, habló con extrema dureza de responsabilidades y de respeto de una profesión de la que viven más de 30.000 personas “que tienen la inmensa suerte de vivir fabricando sueños”. Pidió fortaleza ante el reto de cambiar frente a los nuevos usos y costumbres del cine y exigió complicidad para ir todos a una, a pesar de las diferencias. “Puede parecer que llegamos a esta gala por separado –comentó–, pero, en realidad, todos estamos en lo mismo, que es la defensa del cine”. Puntualizó que, ante “la nueva ventana”, hay que “estar a la altura”. Y dejó más que clara su postura, ante el nerviosismo de una ministra que no podía creer lo que estaba oyendo. “Hacemos mucho ruido, pero es que esta vez, hay muchas nueces. El choque de posturas es siempre aparatoso y tras él surge una nube de humo que impide ver con claridad. Pero la discusión no es en vano, no es frívola y no es precipitada... Estamos en un punto de no retorno y es el momento de actuar. No hay marcha atrás. De las decisiones que se tomen ahora dependerá todo. Nada de lo que valía antes, vale ya. Las reglas del juego han cambiado”.
Las autoridades presentes en el acto, los ministros/as Sebastián, Pajín y González-Sinde y la vicepresidentaSalgado, todos/as escuchaban luciendo aparentemente sus sonrisas por fuera, aunque remordiéndose la lengua por dentro. Buenafuente, conductor del evento, ya había dedicado las dos primeras perlas a la ministra del ramo, al poco de haber tomado asiento. Descendió el cómico de los cielos del teatro y lo primero que acertó a decir fue: “Esta sí es una descarga legal”. Siguió el cómico catalán apretando la herida por donde sabía que Sinde sangraba: “Espero que a la ministra esta gala le e-mule”, dijo, haciendo un juego de palabras con uno de los programas de descargas más famoso de la Red.
Álex, que no consiguió más que dos Goyas para su triste balada de trompeta, derrotada pese a contar con uno de los mayores presupuestos del año, lograba, en cambio, dar la imagen que quería de Internet. Y, al terminar la ceremonia, abandonó el Teatro Real, para dirigirse a una fiesta en un hotel de Madrid, junto al resto de compañeros del gremio. “Qué más da ganar o perder –comentaría De la Iglesia– si podemos hacer cine. Ya está… Y mañana, a rodar. ¡Qué delicia!”. También Sinde salió disparada, esquivando a los medios con un supuesto “cabreo monumental”. No en vano había intentado la destitución de De la Iglesia antes de subir al calvario del Teatro Real. Y es que, entre todos, acabarán matándola a disgustos.
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