Es una cita que engancha, y el día después de la gala de los Oscar suele dar para algún comentario y el repaso curioso de la ceremonia, con valoraciones, impresiones y diferentes juicios. En general los medios de comunicación hablan hoy de una ceremonia sosa, con poco brillo y tendencia sobria. Es cierto que en las galerías de fotos que nos ofrecen los principales diarios se echa en falta el esplendor de los "más grandes" y abundan nuevos rostros, apuestas tímidas que aún no hacen gala de un estilo propio, quién sabe si por prudencia o por falta de carisma.
Nuestros ojos no han podido dejar de buscar el toque español en la alfombra roja y la imagen de Penélope Cruz con su Donna Karan fiel a la línea habitual prefabricada de la actriz (escote palabra de honor y aire de 'dama de Hollywood') encaja de un modo bastante digno con el conjunto. Es más, yo diría que en sí mismo el traje no es una maravilla (los drapeados son algo arriesgado en un cuerpo curvilíneo como el suyo), el color es un acierto pleno, ya que abundaron los tonos claros, indefinidos, algo mustios, y la apuesta por este color regio favoreció mucho a la española (que supo lucir bien el modelo, con un recogido favorecedor, que se convierte en su mejor baza para estas ocasiones en las que está aprendiendo a seguir la línea aprendida de 'estrella en ciernes').
Me llamaron la atención algunas elecciones desafortunadas por parte de las invitadas, como el look que lució Mariah Carey, que no prestó atención a su nuevo volumen y se pasó con el escote.
O el aspecto envejecido que caracterizó a la protagonista de Sexo en Nueva York, que ya en la última película que protagoniza junto a Hugh Grant se deja ver bastante estropeada. Su elección fue elegante (Chanel) y digna, pero con un toque acartonado, tal vez por el recogido demasiado rígido, o por su delgadez extrema remarcada por este modelo sin mangas.
:: Las fotos son de EL PAÍS y el diario PÚBLICO::