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Alfonso XI, El Justiciero

Por Manu Perez @revistadehisto

Alfonso XI, El Justiciero (1312-1350) fue Rey de Castilla y Bisnieto de Alfonso X el Sabio e hijo de Fernando IV, El Emplazado, Rey de Castilla y de León, y de Constanza de Portugal, apenas si tenía un año cuando su padre falleció. Su tío, el infante Pedro, le proclamó Rey en Jaén el siete de septiembre de 1312.

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Pronto se desataron las luchas por la Regencia entre Pedro y Juan, tíos del Rey, los infantes Felipe y Juan Manuel y Juan Núñez de Lara. Todos estaban dispuestos a defender su candidatura con las armas. Quisieron sacar de Ávila al niño Rey, que se encontraba bajo la protección del Obispo, por lo que éste se vio obligado a encerrarse con él en la Catedral para protegerlo.

Alfonso XI, El Justiciero

Intervino María de Molina, abuela del Monarca, y la tutoría del Rey quedó formada por la Reina madre, Constanza, la Reina abuela, María de Molina, y los infantes Juan, hermano de Sancho IV, El Bravo, y Pedro, hermano de Fernando IV. Pero las ciudades se encontraban divididas y cada una, según su parecer, prestaba su apoyo a uno u otro Regente. La muerte de la Reina Constanza en noviembre de 1313 hizo que el infante Juan se acercara al partido de María de Molina y Pedro, quedando la custodia del Rey en manos de su abuela, en virtud del acuerdo de Palazuelos (Guadalajara).

El infante Pedro estaba haciendo la guerra en Granada, saqueando algunas poblaciones y tomando varias fortalezas. Estos éxitos inquietaron al infante Juan, que veía como su rival en la Regencia iba ganando popularidad. En 1319, Pedro y Juan se hallaban en Córdoba, preparando una expedición contra Granada. Decidieron atacar por separado, cada uno con su Ejército, para causar más daño, pero ambos fueron derrotados perdiendo la vida en la batalla.

No tardaron en reanudarse las luchas por la Regencia. El infante Felipe, hijo de María de Molina, Juan de Haro, llamado Juan el Tuerto o el Contrahecho, hijo del difunto Juan, y el infante Juan Manuel, magnate y escritor, gloria de las letras, hijo del infante Manuel y nieto de Fernando III el Santo, lucharon por conseguir el cargo.

Desgraciadamente, María de Molina falleció en junio de 1321 cuando se preparaba para acudir a las Cortes de Palencia, que ella había convocado, recibiendo sepultura en el monasterio de las Huelgas (Burgos). La discordia resurgía amenazadora: Juan Manuel, en Toledo y Extremadura; Juan el Tuerto en Castilla; Felipe en Andalucía. La desoladora situación por la que atravesaba Castilla quedó reflejada con toda con toda crudeza en la crónica de este Reinado:

Todos los ricos-omes, er los caballeros vivían de robos et de tomas que facían en la tierra, et los tutores consentiánselo por los aver cada uno de ellos en su ayuda. […] Er en nenguna parte del regno no se facía justicia con derecho; et llegaron la tierra a tal estado, que non osaban andar los omes por los caminos sinon armados, et muchos en una campaña, porque podiesen defender de los robadores.

En estas circunstancias – ausencia de un poder equilibrado, un pueblo maltratado por los nobles, malas cosechas y hambre – los campesinos abandonaban las tierras y huían a Aragón y Portugal, lo que desembocó en un descenso de la población.

El 23 de agosto de 1325, Alfonso XI cumplió los 14 años siendo declarado mayor de edad. Tras convocar Cortes en Valladolid dio los principales cargos del Reino a ¿Garcilaso de la Vega? y a Alvar Núñez de Osorio que se convirtieron en sus validos. Los antiguos tutores, Juan Manuel y Juan el Tuerto, al verse apartados del Gobierno, se confabularon contra el Rey estrechando su relación acordando el matrimonio de Juan el Tuerto con Constanza, hija de Juan Manuel. Cuando Alfonso XI se enteró de este peligroso pacto, pidió a Juan Manuel que le entregara en matrimonio a su hija. Juan Manuel sopesó la propuesta decidiéndose por el mejor candidato, a riesgo de ofender a Juan el Tuerto. La boda se firmó y realizó, aunque la consumación del matrimonio se aplazó hasta 1329, fecha en que la novia cumpliría los 12 años. Sin embargó, el matrimonio nunca se consumó. El ultrajado Juan el Tuerto, para vengarse del Rey, se casó con Blanca, hija de Pedro de Castilla, que había muerto en Granada luchando contra los musulmanes, y de María, hija de Jaime II de Aragón. Con este matrimonio, Juan el Tuerto unía a sus extensas propiedades las de su esposa, lo que le convertía en un poderoso enemigo de Alfonso XI que se disponía a restablecer el orden en su Reino difundiendo un saludable terror entre los malhechores. Como ejemplo, mandó arrasar el castillo de Valdenebro (Valladolid), nido de bandidos, ejecutando a todo aquél que no pudo huir.

Alfonso XI intentó atraerse a Juan el Tuerto, con halagos y promesas, consiguiendo que se reuniera con él en Toro. Invitado a un banquete en la casa del Rey, acudió con algunos de suyos, pero apenas atravesó el umbral del Palacio fue asesinado junto con los que le acompañaban. Tan drástico castigo apaciguó los ánimos de los más díscolos. Alfonso XI se apoderó de todas las propiedades de Juan el Tuerto, y Garcilaso de la Vega obligó a la madre del asesinado a que cediese al Rey el Señorío de Vizcaya. En 1327, Juan Manuel sufrió el repudio que Alfonso XI hizo a su hija Constanza para casarse con la infanta María, hija de Alfonso IV de Portugal, por lo que se apartó del servicio del Rey aliándose con el Monarca aragonés y el Rey de Granada para hacer la guerra al Monarca castellano.

Las numerosas mercedes que Alfonso XI concedió a sus favoritos, Alvar Núñez de Osorio y Garcilaso de la Vega, así como la altanería de éstos, irritaron a los castellanos. Garcilaso, que fue enviado por el Rey a Soria para luchar contra Juan Manuel, fue asesinado por el pueblo cuando oía misa en la iglesia de San Francisco. Las ciudades de Toro, Zamora y Valladolid se sublevaron contra el despótico Alvar Núñez exigiendo al Rey que le destituyera como valido y le despojara de las dignidades que había acumulado. El Rey les hizo caso, y Alvar Núñez intentó pasarse al bando de Juan Manuel, pero Alfonso XI envió a una persona de su confianza, Ramiro Flórez, que lo asesinó, apoderándose al Monarca de todos los bienes de Alvar Núñez. Poco después, se pactó el matrimonio de Leonor, hermana del Rey, con Alfonso IV el Benigno, Rey de Aragón, pero falto de apoyos, Juan Manuel se vio obligado a rendir vasallaje a Alfonso XI.

Alcanzada la paz con Portugal y Aragón, Alfonso XI pudo concentrarse en la guerra contra Granada. En 1330, se apoderó de algunos castillos y de la villa de Teba (Málaga), obligando al Rey granadino a solicitar la paz y al pago de 15.000 doblas[1] anuales. En 1331, Alfonso de la Cerda renunció a sus derechos a la Corona castellana a cambio de importantes rentas, rindiendo pleitesía a Alfonso XI, quien, al año siguiente, se coronó solemnemente en Burgos, en un claro mensaje a la díscola nobleza de reafirmación regia.

Muhammad IV de Granada pactó una alianza con el sultán benimerín Abu-Hasan Alí, quien envió un Ejército a las órdenes de su hijo que puso sitio a Gibraltar ayudado por los granadinos. Después de resistir un asedio que duró cinco meses, Gibraltar se rindió en junio de 1333, siendo inútiles los esfuerzos de Alfonso XI para recuperar la plaza.

A partir de 1337, la lucha contra Granada y los benimerines del Norte de África alcanzó su máximo desarrollo. Alfonso XI pactó con Pedro IV el Ceremonioso, Rey de Aragón, que se avino a ayudarle con su escuadra, al mismo tiempo que consiguió la ayuda de Alfonso IV de Portugal, después de conseguir suavizar el enojo de éste por el abandono en que el Monarca castellano, absorbido por los ilícitos amores que mantenía con Leonor de Guzmán, tenía sumida a su esposa María de Portugal.

Los benimerines desembarcaron en Andalucía en 1339; la armada castellano-aragonesa, mandada por Jofre Tenorio y Gilabert de Cruilles, consiguió derrotar a los benimerines, pero al año siguiente las naves castellanas, al mando de Jofre Tenorio, sufrieron un grave revés, y Jofre perdió la batalla y la vida, quedando el mar libre para las naves de los benimerines, que siguieron enviando hombres y pertrechos a Andalucía.

Meses atrás, los benimerines cercaron Tarifa resistiendo el terrible asedio hasta que las tropas de Alfonso XI consiguieron que los sitiadores levantaran el cerco. A continuación, Alfonso XI concentró sus tropas en Sevilla, donde se le unió Alfonso IV de Portugal. El 30 de octubre de 1340, los benimerines sufrieron una gran derrota a orillas del río Salado (Guadalajara). En agosto de 1342, Alfonso XI puso sitio a Algeciras que estaba en poder de los benimerines. Una gran escuadra genovesa, al mando de Egidio Bocanegra, pagada por el enorme y rico botín conseguido en la batalla del Salado y apoyada por naves catalanas, bloqueó el puerto de Algeciras. A los contingentes cristianos se unieron ingleses y alemanes, mandados por Enrique de Lancaster y por el conde de Salisbury. También se unieron Felipe de Evreux, Rey de Navarra, que murió durante el cerco, y algunas naves enviadas por Francia.

Tras dos años de duro asedio, plagado de dificultades y sufrimientos, en el que se emplearon sistemáticamente piezas de Artillería, no decayó el ánimo del Monarca, pese a los consejos que recibió para que levantara el campamento. Su tenacidad y fe tuvieron su justa recompensa cuando los cristianos vencieron a los benimerines en la batalla del río Palmones, en el Campo de Gibraltar, Cádiz. Alfonso XI entró triunfalmente en Algeciras el 27 de marzo de 1344. Había desaparecido el peligro de nuevas invasiones por el Norte de África.

Terminada la tregua pactada con los musulmanes tras la toma de Algeciras, Alfonso XI se dispuso a sitiar Gibraltar, perdida en 1333. En 1349, comenzó el cerco, pero la peste negra también conocida como peste bubónica, que en aquellos años diezmaba Europa, causó estragos en el Ejército cristiano. Alfonso XI contrajo la terrible enfermedad lo que le causó la muerte el 26 de marzo de 1350, a los 39 años. Levantado el cerco de Gibraltar, el cuerpo del Monarca fue llevado a Sevilla, donde recibió sepultura. Con su muerte, la Reconquista quedó interrumpida durante 150 años.

Alfonso XI disolvió las hermandades concejiles, impulsó la participación de expertos en leyes formados en las Universidades, en los órganos de Gobierno. En 1348, aprobó el famoso Ordenamiento de Alcalá, basado en los principios del Derecho Romano, lo que supuso el triunfo definitivo del derecho de la Corona sobre las normas de ámbito local.

Alfonso XI anuló su matrimonio con Constanza, que no llegó a consumarse, para casarse María en 1328, hija de Alfonso IV de Portugal. Tuvieron que solicitar la dispensa papal, que les llegó un año más tarde, en 1329. La razón era que eran primos hermanos por parte de padre y madre – el padre de Alfonso XI, Fernando IV, se había casado con Constanza, hermana de Alfonso IV de Portugal, que a su vez se casó con Beatriz, hermana de Fernando IV-. María de Portugal, que tenía 15 años cuando se casó, tardó en dar sucesión al Trono, teniendo a su primer hijo en 1332: Fernando que falleció al año siguiente. En 1334, nació Pedro, heredero de la Corona.

Mientras la Reina no era fértil, Alfonso XI conoció en Sevilla a una hermosa y noble dama muy fijadalgo, et en fermosura la más apuesta mujer que avia en el regno. La dama en cuestión era Leonor de Guzmán, hija de Pedro Núñez de Guzmán y de Beatriz Ponce de León. Leonor tenía 19 años, aunque ya era viuda de Juan de Velasco, y cuando la conoció en 1330, ya no pudo apartarla de su pensamiento. Leonor fue incapaz de resistirse a los galanteos del joven Rey y ardiente enamorado, que a decir de un autor árabe:

Era Alfonso de estatura mediana y bien proporcionada, de buen talle, blanco y rubio, de ojos verdes, de mucha fuerza y buen temperamento, bien hablado y gracioso en su decir, muy animoso y esforzado, noble, franco y venturoso en las guerras para mal de los muslimes.

La inteligente Leonor supo ganarse el amor y la confianza del Monarca esmerándose en complacer sus más mínimos deseos, con lo que pronto Alfonso XI solo hacía lo que le gustaba a Leonor. En 1331, tuvo a su primer hijo, al que llamó Pedro, que alegró sobremanera al Monarca, máxime cuando aún no había tenido descendencia de su esposa, María de Portugal. El ladino e intrigante Juan Manuel aconsejó a Leonor que presionase al Rey para que repudiase a su esposa por estéril y contrajera matrimonio con ella, pero Leonor, haciendo gala de una gran prudencia, rechazó tan artero consejo, consciente de los graves problemas que tal decisión traería al Reino.

La pasión del Rey por Leonor no disminuyó, más bien aumentó con el paso de los años, siendo ella la verdadera Reina, a quien todos adulaban. María de Portugal quedó postergada, olvidada y sin apenas servidores, recluida como si fuera una monja en un solitario Palacio sevillano con su hijo Pedro. Sin embargo, Leonor acompañaba públicamente al Rey, a donde él fuera: León, Córdoba, Madrid…, y habitaba bajo el mismo techo del Monarca. Su amor duró hasta que la peste se llevó a Alfonso XI el Justiciero, llamado así por haber sometido la desobediencia de los nobles, erradicado el bandolerismo y promulgado numerosas leyes, siendo bajo su Reinado cuando entraron en vigor las leyes de las Siete Partidas, compiladas bajo el Reinado de Alfonso X el Sabio.

Leonor le dio diez hijos al Rey. Uno de ellos llegó a ocupar el Trono de Castilla con el nombre de Enrique II. María de Portugal, que sufrió muchos desaires y padecido terribles celos, se vengó de Leonor de Guzmán durante el Reinado de su hijo, Pedro I el Cruel.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

Lee más sobre el autor en:  sites.google.com/site/joseacepas/

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Bibliografía

RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.

ALVAR, Jaime. Historia de España y América.

[1] Tradicionalmente se conoce como dobla a la moneda de oro de Castilla de la época, siendo las de los Reinos musulmanes denominadas de distinta forma añadiendo algún adjetivo para diferenciarlas entre ellas. La dobla castellana tenía un valor de dos mazmudines reemplazando al maravedí después del Reinado de Alfonso X el Sabio.

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