Revista Música
CLII
"Requiem, por un mundo que esta enfermo. Requiem, por estos tiempos modernos. Requiem, por la esperanza que se perdió. Requiem, por un futuro que nos dice adiós. Requiem, por el fin de los gobiernos. Requiem, por quienes hacen de ti un siervo. Requiem, por el dolor de los que vienen. Requiem, por esta civilización que muere."
REQUIEMNachMejor que el silencioUniversal2011
En 1978 España todavía no estaba en el Mercado Común Europeo, yo tenía 10 años y acababa de tomar la comunión. Jugaba en el cole a la Patrulla X y Los 4 Magníficos, a las canicas y a los tacos. Al "churro, mediamanga, mangotero" en el éxtasis del juego bestia. Llevaba uniforme en el cole y hacía caligrafía y cuentas con los cuadernillos Rubio. Al volver de clase debía esperar a que la emisión televisiva se reanudara a eso de las 5 para poder ver Barrio Sésamo, El Monstruo de Sancheztein y La Mansión de los Plaff. Para hacer los deberes solo podía consultar el único y verdadero compendio inabarcable de saber que había en mi casa: la Enciclopedia Monitor Salvat. Los primeros programas de la tele que recuerdo con emoción eran Curro Jiménez, el Un, dos, tres y las risas enlatadas de Un Hombre en Casa, primera aparición estelar del hilarante matrimonio Ropper. Unos años más adelante, Aplauso, Popgrama, Musical Express, Caja de Ritmos y La Bola de Cristal. También me tenía que tragar lo que le gustaba a mi padre: el Cantares de Lauren Postigo. En aquella época disfruté con el Estudio 1 y las obras de Arniches, Mihura o Jardiel Poncela, de completos ciclos de Charles Chaplin o de Billy Wilder. Aunque me enganché tarde, todavía recuerdo las noches de La Clave y sus sesudos y pedagógicos debates. Los fines de semana eran para los Payasos de la Tele y para ir allá donde me llevaran mis padres, de excursión al monte, a casa de sus amigos, a visitar a la familia o a misa. Y vuelta a casa. Los ratos de ocio se dividían entre escuchar discos de los Beatles o leer cuentos de Tintín. Y nunca, nunca, sabía qué pasaba en el mundo mientras mi mente hacía un Magical Mystery Tour por las lejanas tierras de Sildavia.
Mucho ha llovido desde esa fecha. Cada día hay menos niños que tomen la comunión. Siguen jugando a los superhéroes, pero con dos dedos y mirando una pantalla. En mi versión infantil era yo "El Ángel" y el "Señor Fantástico". Las canicas han sido sustituidas por móviles y en lugar de saltar al "churro" las burradas de hoy tratan de cómo atropellar a pobres ancianas mientras cruzan el paso de cebra en sus PSP. La tele emite las 24 horas, no se da ni un respiro, por lo que nuestros jóvenes ignoran qué es una Carta de Ajuste. Ya no solo hay una cadena (y media), sino cientos de ellas, pero la programación no es lo variada que era aquella. Enchufar la tele hoy es abrir una caja de Pandora de gritos, insultos e idioteces que si saliéramos a buscar a la calle no encontraríamos con tanta facilidad. Los gustos generales los dictan los medios y los números uno del mundo de la música, la literatura, el cine o la arquitectura son individuos cuyo arte mediocre nos ha sido impuesto como si no hubiera otro en el mundo. Hoy, Internet lo ha revolucionado todo y nos ha dado una libertad inimaginable hace 30 años y al mismo tiempo nos ha convertido en nuevos esclavos, esclavos de una tecnología que buscamos tanto para abrirnos a un mundo como para encerrarnos en el nuestro propio. La España de 1978 ya no existe, está muerta. Solo vive en el recuerdo de cada uno.
Tantas cosas han cambiado en el planeta, en España, que me extraña que una siga en pie, tan idolatrada por algunos. Se llama Constitución Española, pero para mí es algo casi tan rancio como el Antiguo Testamento. ¿Alguien entiende que la España de hoy siga regida por un texto parido en un país en el que no había móviles, ni internet, ni redes sociales, ni PCs, ni TDT, ni low-cost, ni libros digitales, ni CDs, ni DVDs, ni euros, ni inmigración, ni Comunidad Europea, ni burbuja inmobiliaria, ni Gürtel...? Aquel texto era un articulado para una sociedad asustada por el terrorismo, en la que las mujeres todavía necesitaban permiso del esposo para abrir una cuenta bancaria, donde no había divorcio y el aborto era delito, los homosexuales vivían en el más absoluto de los ostracismos y los fachas se sentaban en el hemiciclo... Bueno, lo último sigue existiendo. Quizá por eso todavía seguimos teniendo esta Constitución. En un mundo en el que todo se fabrica con una obsolescencia programada, llama la atención que nadie repare en el hedor que ya emana de nuestra Carta Magna. Probablemente el miedo a desacralizar ciertas cosas es el que provocará su propia destrucción. Por eso es tiempo de entonar un réquiem.
Y para eso contamos con Nach, acompañado aquí por Immortal Technique y ZPU, para rimar un rap tan desgarrado, valiente, indignado y lúcido que certifique la muerte de lo rancio, de lo ilógico, de aquellos que intentan convertirnos en esclavos en lugar de tratarnos como seres humanos. Vivimos gobernados por líderes caducos e ideologías caducadas, y la única solución es deshacerse de todo lo que los representa antes de que se pudra toda la despensa. Empezando por los libros sagrados.
P.D.: Bertín Osborne acaba de fichar por Televisión Española para presentar un programa llamado "Un Mundo Mejor". Confirmado: no hay futuro.
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"Requiem, por un mundo que esta enfermo. Requiem, por estos tiempos modernos. Requiem, por la esperanza que se perdió. Requiem, por un futuro que nos dice adiós. Requiem, por el fin de los gobiernos. Requiem, por quienes hacen de ti un siervo. Requiem, por el dolor de los que vienen. Requiem, por esta civilización que muere."
REQUIEMNachMejor que el silencioUniversal2011
En 1978 España todavía no estaba en el Mercado Común Europeo, yo tenía 10 años y acababa de tomar la comunión. Jugaba en el cole a la Patrulla X y Los 4 Magníficos, a las canicas y a los tacos. Al "churro, mediamanga, mangotero" en el éxtasis del juego bestia. Llevaba uniforme en el cole y hacía caligrafía y cuentas con los cuadernillos Rubio. Al volver de clase debía esperar a que la emisión televisiva se reanudara a eso de las 5 para poder ver Barrio Sésamo, El Monstruo de Sancheztein y La Mansión de los Plaff. Para hacer los deberes solo podía consultar el único y verdadero compendio inabarcable de saber que había en mi casa: la Enciclopedia Monitor Salvat. Los primeros programas de la tele que recuerdo con emoción eran Curro Jiménez, el Un, dos, tres y las risas enlatadas de Un Hombre en Casa, primera aparición estelar del hilarante matrimonio Ropper. Unos años más adelante, Aplauso, Popgrama, Musical Express, Caja de Ritmos y La Bola de Cristal. También me tenía que tragar lo que le gustaba a mi padre: el Cantares de Lauren Postigo. En aquella época disfruté con el Estudio 1 y las obras de Arniches, Mihura o Jardiel Poncela, de completos ciclos de Charles Chaplin o de Billy Wilder. Aunque me enganché tarde, todavía recuerdo las noches de La Clave y sus sesudos y pedagógicos debates. Los fines de semana eran para los Payasos de la Tele y para ir allá donde me llevaran mis padres, de excursión al monte, a casa de sus amigos, a visitar a la familia o a misa. Y vuelta a casa. Los ratos de ocio se dividían entre escuchar discos de los Beatles o leer cuentos de Tintín. Y nunca, nunca, sabía qué pasaba en el mundo mientras mi mente hacía un Magical Mystery Tour por las lejanas tierras de Sildavia.
Mucho ha llovido desde esa fecha. Cada día hay menos niños que tomen la comunión. Siguen jugando a los superhéroes, pero con dos dedos y mirando una pantalla. En mi versión infantil era yo "El Ángel" y el "Señor Fantástico". Las canicas han sido sustituidas por móviles y en lugar de saltar al "churro" las burradas de hoy tratan de cómo atropellar a pobres ancianas mientras cruzan el paso de cebra en sus PSP. La tele emite las 24 horas, no se da ni un respiro, por lo que nuestros jóvenes ignoran qué es una Carta de Ajuste. Ya no solo hay una cadena (y media), sino cientos de ellas, pero la programación no es lo variada que era aquella. Enchufar la tele hoy es abrir una caja de Pandora de gritos, insultos e idioteces que si saliéramos a buscar a la calle no encontraríamos con tanta facilidad. Los gustos generales los dictan los medios y los números uno del mundo de la música, la literatura, el cine o la arquitectura son individuos cuyo arte mediocre nos ha sido impuesto como si no hubiera otro en el mundo. Hoy, Internet lo ha revolucionado todo y nos ha dado una libertad inimaginable hace 30 años y al mismo tiempo nos ha convertido en nuevos esclavos, esclavos de una tecnología que buscamos tanto para abrirnos a un mundo como para encerrarnos en el nuestro propio. La España de 1978 ya no existe, está muerta. Solo vive en el recuerdo de cada uno.
Tantas cosas han cambiado en el planeta, en España, que me extraña que una siga en pie, tan idolatrada por algunos. Se llama Constitución Española, pero para mí es algo casi tan rancio como el Antiguo Testamento. ¿Alguien entiende que la España de hoy siga regida por un texto parido en un país en el que no había móviles, ni internet, ni redes sociales, ni PCs, ni TDT, ni low-cost, ni libros digitales, ni CDs, ni DVDs, ni euros, ni inmigración, ni Comunidad Europea, ni burbuja inmobiliaria, ni Gürtel...? Aquel texto era un articulado para una sociedad asustada por el terrorismo, en la que las mujeres todavía necesitaban permiso del esposo para abrir una cuenta bancaria, donde no había divorcio y el aborto era delito, los homosexuales vivían en el más absoluto de los ostracismos y los fachas se sentaban en el hemiciclo... Bueno, lo último sigue existiendo. Quizá por eso todavía seguimos teniendo esta Constitución. En un mundo en el que todo se fabrica con una obsolescencia programada, llama la atención que nadie repare en el hedor que ya emana de nuestra Carta Magna. Probablemente el miedo a desacralizar ciertas cosas es el que provocará su propia destrucción. Por eso es tiempo de entonar un réquiem.
Y para eso contamos con Nach, acompañado aquí por Immortal Technique y ZPU, para rimar un rap tan desgarrado, valiente, indignado y lúcido que certifique la muerte de lo rancio, de lo ilógico, de aquellos que intentan convertirnos en esclavos en lugar de tratarnos como seres humanos. Vivimos gobernados por líderes caducos e ideologías caducadas, y la única solución es deshacerse de todo lo que los representa antes de que se pudra toda la despensa. Empezando por los libros sagrados.
P.D.: Bertín Osborne acaba de fichar por Televisión Española para presentar un programa llamado "Un Mundo Mejor". Confirmado: no hay futuro.
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