Puesto porJCP on Jul 18, 2013 in Autores
El paraíso del proletariado. Eso es España en estos momentos con sus índices de paro, su Gobierno de la reforma laboral, los recortes en Sanidad y Educación y todo lo que Usted quiera. Los ajustes del gobierno de Schröder, la Agenda 2010 y los famosos minijobs han configurado en Alemania un escenario de infierno neoliberal que ay de nosotros cuando lo implantemos definitivamente, como a todas luces sucederá.
En Alemania el fraude de ley está a la orden del día y la ley no es que sea para tirar cohetes. Los trabajos sin contrato, como becarios o trabajos temporales son las opciones más habituales. Lo cierto es que quien más quien menos conoce a alguien que no le va del todo mal en Alemania, pero el panorama, es desolador.
‘La locomotora de Europa’ lo es también en prácticas no remuneradas, el viejo truco de los falsos autónomos y las plantillas formadas casi íntegramente por becarios. La locomotora es en realidad toda una maquinaria de desigualdad.
Desigualdad que empieza a notarse, además, en que los negocios más rentables del país son las cadenas de supermercados de ofertas, como Lidl, y las empresas de trabajo temporal. La situación es tan grave que la propia Angela Merkel se ha visto forzada a introducir medidas propias de un gobierno socialdemócrata, eliminación de copagos y diversas ayudas, no sólo para ganar elecciones sino para evitar tragedias dignas de los huerfanitos de Dickens.
Alemania es un país que, a excepción del medio siglo de posguerra tras la contienda mundial, ha sido siempre la punta de lanza de la reacción. Y desde la unificación, está volviendo a protagonizar este papel de forma progresiva y natural.
Todo el tocomocho, según las versiones más críticas, que pudo suponer para España la integración en el euro, perder la política monetaria en un país parcialmente des-industrializado en la década de los 80, ya se lo aplicaron los alemanes a sí mismos con la reunificación. Unificando el marco alemán, Kohl logró ganar las elecciones que le permitió imponer un programa de privatizaciones en la RDA que supuso, con las nuevas condiciones monetarias, que la región perdiera además la industria que no podía competir. De esta manera, literalmente, el territorio que comprendía la RDA fue devorado y devastado por el Oeste. La salida que le quedó a los alemanes orientales fue la emigración o el paro de larga duración. Pero todo de forma soberana. Las alternativas que planteaban los disidentes del régimen comunista, los que se partían la cara con la Stasi, fueron barridas con la promesa de “paisajes floridos”. Salvando las distancias, no se puede decir que la historia no se parezca, a gran escala, a lo que sufre el sur de Europa actualmente con su Maastricht y su euro.
La broma de mal gusto es que, pocos años después, llegaron los ajustes también para el resto de los alemanes. Los llevaron a cabo Schröeder, actual presidente de una compañía eléctrica, y su ministro de Economía y Trabajo, Wolfrang Clement, actualmente presidente del think tank de Adecco, la mayor empresa de trabajo temporal del mundo. Dos socialdemócratas pata negra.
Sus reformas estructurales se pudieron realizar agitando el monigote del desempleo. El propio canciller presumió en el foro de Davos de su ajuste: “Hemos liberalizado nuestro mercado de trabajo y puesto en marcha uno de los mejores sectores de salarios bajos que hay en Europa“.
El quid de la cuestión es un dato: después de este ejercicio de dumping salarial, en Alemania no se ha creado realmente empleo, se sigue trabajando, de forma global, las mismas horas. Eso sí, no en las mismas condiciones.
Por otro lado, siguiendo la lógica del capitalismo desaforado, años después, el estado alemán también se hizo cargo de las pérdidas de sus propios bancos. Además, lo hizo de una forma opaca hasta límites escandalosos. La misma socialización de pérdidas que se nos ha impuesto a nosotros, la sufrieron ellos.
“Cuando se pidió la lista de los sectores atrapados en el pufo del HRF, el Ministerio de Economía y el sector bancario respondieron diciendo: eso es secreto corporativo. Ni siquiera los diputados tuvieron acceso a aquel secreto (…) se ha conocido parte del secreto: 40.000 millones del rescate de 100.000 millones del HRE fueron para inversores extranjeros. Diversos bancos alemanes como Deutsche Bank, Bayerische Ladesbank, Unicredit y otros recibieron 2.000 millones cada uno. La explicación era: el rescate es un asunto de fuerza mayor, y por eso mismo sus detalles son secretos. Los alemanes se comieron ese sapo, que los disciplinados medios de comunicación no cuestionaron.
Por otra parte, la RFA fue ‘desnazificada’ de forma muy relativa. Sus servicios secretos obraron con la misma agresividad que los de la Stasi, pero con guante blanco, es decir, con mejor tecnología. Y su ejército fue resucitado con oficiales de la Wehrmacht que habían participado en las campañas más criminales de la II Guerra Mundial en puestos de responsabilidad. De hecho, poco faltó para que volviera a llamarse Wehrmacht, como le hubiera gustado a los alemanes occidentales según una encuesta de la época.
Finalmente, se quedó con Bunsdewehr y fue fundado, ni más ni menos, que por criminales de guerra.
Su propio organizador, Graf von Schwerin, fue general de las tropas acorazadas de la Wehrmacht, bajo cuyo mando las tropas alemanas asesinaron en la campaña del Somme a cien soldados africanos de la compañía Tiralleurs Sénégalais del ejército francés después de que estos se rindieran y entregaran sus armas (…) participó en la campaña de exterminio de la Wehrmacht en el frente oriental, en el cerco de Leningrado y la batalla de Stalingrado.
(…) Heinz Trettner, desde 1956 general del Bundeswehr fue comandante de un escuadrón de la Legión Cóndor, conocida por sus infames crímenes de guerra en la guerra civil española. En 1940 planificó el ataque militar a Holanda y ordenó el bombardeo de Rotterdam. En Italia ganó la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro por participar, entre otras cosas, en el asesinato de civiles como represalia contra los partisanos.
(…) Hans Speidel recibió las cuatro estrellas de general en el Bunderswehr. Como comandante en la Francia ocupada fue responsable de la deportación de miles de judíos a los campos de exterminio.
(…) los 14.900 oficiales que pertenecían en 1959 al Bundeswehr, 12.360 ya tenían el mismo rango en tiempos del nazismo”
El resultado es que el Ejército alemán ya está de vuelta en diversas misiones por el mundo todas ellas en el marco de la lucha por los recursos naturales disfrazadas de guerras humanitarias. Lo que llaman imperalismo, a grandes rasgos. Así, se ha sumado a campañas de dudosa eficacia y finalidad, como Afganistán, y en los Balcanes han mantenido la línea de política exterior de las anteriores alemanias, colaborando en la desintegración de Yugoslavia y la reducción de Serbia a la mínima expresión con pretextos, como el desencadenante de la Guerra de Kosovo, muy dudosos (la supuesta matanza de civiles en Rakac).
No en vano, las condiciones de Rambouillet que se querían imponer a Milosevic eran exactas a las que se pretendieron imponer a su vez a Serbia antes del inicio de la I Guerra Mundial (que la policía austrohúngara, luego fue la OTAN, pudiera patrullar y actuar sin control en su territorio).
No es ningún secreto, el travestismo de la socialdemocracia y su retroceso en casi todos los países europeos. Sin embargo, quienes peor parados salen son Los Verdes. Este partido, otrora prácticamente antisistema, ha terminado convertido en una organización elitista, acomodada en el capitalismo según sus últimos fundamentos, que promueve reformas que sólo atañen al interés y forma de vida de una minoría bien situada.
Y estos son los que quieren “mandar” sobre toda Europa.