Revista Opinión

Alguien se ha comido mi televisión autonómica

Publicado el 07 noviembre 2013 por Vigilis @vigilis
Un fenómeno curioso: la principal crítica que reciben los medios de comunicación públicos, constituye al mismo tiempo el principal argumento para defenderlos. Esto no es otra cosa que manifestar que los medios de comunicación públicos manipulan. Defensores y detractores saben perfectamente que un medio de comunicación que la gente tiene que tragar por narices (tú puedes cambiar de canal, pero tus vecinos seguirán viéndolo y eso te influye), es una herramienta ideológica.
Los detractores o críticos dirán que la manipulación consiste en hacer un favor al poder, callando a la oposición y cantando las bondades de quien tiene el trono. Esto implica reforzar el poder y atacar a la libre expresión, así como vulnerar el derecho a una información imparcial.
Los defensores dicen que la manipulación es necesaria porque de no haberla la oferta audiovisual se reduciría a malvados intereses comerciales y a la malvada demanda de las personas, que como son medio lelas hay que decirles lo que deben ver.
Alguien se ha comido mi televisión autonómica
Bien, estamos todos de acuerdo en que una tele o una radio pública, es un mecanismo de formación ideológica. El poder que las controla transmite su visión de la realidad y quienes no la controlan quieren aspirar a controlarla. No me meto aquí en que los trabajadores de estas televisiones forman parte del conjunto de trabajadores del sector público, quienes, junto a la industria pesada, tienen las tasas de afiliación sindical más altas. Este dato lo dejo ahí para el análisis político inmediato de por qué cierra la tele pública valenciana, pero yo no quiero ceñirme a este tema concreto.
Entiendo a quienes dicen que un medio privado también manipula. Sin embargo hay un diferencia fundamental. El ámbito privado te deja elegir y evoluciona en función de la demanda. Un mercado audiovisual privado implica competencia. En el mundo privado cometer errores se paga, en concreto los pagan los dueños de la empresa. En el mundo público los errores —ineficiencia, manipulación, competencia desleal— los pagamos todos.
Y ahí está la madre del cordero: financiar un medio público que todos reconocemos como un mecanismo ideológico al servicio del poder significa poner barreras a la aparición o crecimiento de otros medios. También significa sustraer rentas para financiar una actividad que no es propia del estado.
Dicho esto, hay dos contraargumentos en los que me paro:
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-Un servicio público no tiene que ser rentable. Paso por alto que un servicio público ofertado de forma privada acaba siendo rentable. Si un servicio es útil, agentes del mercado —tú, yo o el vecino si no existieran barreras de capitalismo clientelar— acabarán buscando la forma de ofertarlo y sacarle rentabilidad. Aquí hablamos de un servicio de radiodifusión. Existe una amplia oferta privada de radiodifusión que nos informa de la posibilidad de ofrecer este servicio de forma privada (insisto, sin capitalismo clientelar: las leyes están hechas para repartir el bacalao entre cuatro colegas).
-Al no moverse por criterios económicos, la tele pública ofrece contenidos que de otra manera no estarían disponibles. Volvemos con la utilidad marginal. Es enternecedor que a ti te gusten los bailes populares de tu pueblo, pero un fulano que vive a doscientos kilómetros puede que no muestre tanto interés (o viceversa). Y si realmente en tu pueblo existe una pasión desenfrenada por vuestros milenarios (circa 1950) bailes populares, lo que tenéis que hacer es que entre varios vecinos grabéis esos bailes. Con esfuerzo y trabajo lograréis que comerciantes locales inserten su publicidad en vuestras emisiones e incluso podréis contratar a un par de técnicos. El problema no es que sin la tele pública autonómica no puedas ver tus bailes regionales, el problema está en que es muy difícil montar una tele privada.
Y un contraargumento particularmente gracioso:
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-Se trata de la cultura. La primera vez que aparece "la cultura" en unos presupuestos públicos de España es en 1908, en el ayuntamiento de Barcelona (para pagar a profesores de catalán). Cultura es el mito al que se aferra la gente para pasar a un estado de gracia mientras te guiña un ojo y se ríe del milagro de Fátima. Doraemon y la Liga ACB son cultura porque sí. Como la cultura entra dentro de la categoría de las nubes mágicas de colores, es imposible contraargumentar esto. Songoku es cultura y la cultura es sagrada. Un maragato hecho por un heroinómano es cultura. La cultura, desde la política, es la llave maestra para justificar cualquier cosa. Y ya quedó claro antes que un medio de comunicación público es un arma política.
¿Más argumentos? Esa gente para la que Canal 9 representa su infancia. La infancia es el único sitio al que no se puede regresar. Sentir nostalgia por ella es la cosa más inútil del mundo. Afortunadamente la gente ha grabado cosas en video. Enhorabuena. Otros hablan de una afrenta a la casa de nuestros padres porque Canal 9 era el único que emitía en valenciano. El idioma suele ir ligado a la cultura y suelen colgarle las mismas características telúricas. Sospecho que detrás de estos lloros hay más pose que demanda real. La tele valenciana tenía un 4% de audiencia. Si realmente hay una demanda de usar medios en valenciano, la gente debe pedir a sus representantes que faciliten la aparición de esos medios derribando barreras de entrada y facilitando permisos de emisión. ¿Una tele privada en valenciano molestaría a alguien? Tan solo a quienes quieren patrimonializar su uso y no pueden.
Si es que queréis tener tele pública y no tener caciquismo y las dos cosas no pueden ser.
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