Revista Sociedad

Algunas reflexiones (incómodas) sobre Gamonal…

Publicado el 16 enero 2014 por Oncoangel

obras

Mucho se ha escrito en los últimos días sobre los recientes sucesos acontecidos en el barrio de Gamonal en Burgos, tanto para ensalzar la actitud de unos vecinos que se oponen a los planes de su ayuntamiento como para denunciar el comportamiento ciertamente violento en varias de estas protestas. De forma resumida, la protesta vecinal se materializa en contra de un proyecto urbanístico que contempla la construcción de una zona peatonal y un aparcamiento subterráneo en una d las principales avenidas de la ciudad. Las razones de la protesta no aparecen, pese a la algarabía organizada, demasiado claros. Por un lado, se ha esgrimido que el coste de la obra (entre 8,5 y 18 millones de euros, según la fuente consultada) no se justifica en absoluto en un contexto de crisis como el actual y que choca frontalmente con las necesidades de la población burgalesa. Otros, sin embargo, argumentan que el principal motivo de discrepancia es que la obra ha asido otorgada a un empresario muy próximo al Partido Popular, que, por otra parte, detenta la alcaldía de Burgos.

Con independencia de los motivos que han conducido a esta situación y de la opinión que estos hechos nos puedan generar, la coherencia de algunos aspectos merece ser considerada desde un punto de vista algo diferente.

  • La paralización de una obra adjudicada puede suponer, o ha supuesto ya, la pérdida de empleo para muchos trabajadores que estaban, o iban a estar, empleados en la misma. Quizás desde el punto de vista de aquellos que se oponen al proyecto, éste sea un mal menor e incluso necesario. O, directamente, ni siquiera merezca ser tenido en cuenta. Pero el hecho real es que está ahí. Y en una situación económica en la que la creación de empleo es vital para que muchas familias puedan salir adelante, quizá habría que haberlo tenido también en cuenta.
  • Por otra parte, llama la atención, por contradictoria, la reacción de muchos alegando que en estos momentos de crisis, no hay justificación alguna para gastar dinero público en actuaciones que no sean estrictamente necesarias para mejorar la situación de tantos ciudadanos golpeados por las circunstancias en que vivimos. Nada que objetar a ello. Ahora bien, es llamativa la diferencia de criterio que se empleó cuando hace unos meses el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Valencia decidió cerrar el canal de radiotelevisión de titularidad pública. En ese momento, muchos de los que hoy defienden a capa y espada le paralización de la obra de Gamonal, se manifestaron, a veces también de forma ciertamente virulenta, contra el cierre de Canal 9, alegando la situación de desempleo en que quedarían muchos de sus trabajadores. Y lo que ello iba a suponer para sus familias y ellos mismos. Debe de ser que la construcción de un aparcamiento y la mejora y acondicionamiento de una avenida no tienen ningún beneficio para la sociedad mientras que la emisión den programas y contenidos en una televisión pública es fundamental para el desarrollo del individuo y de la sociedad. Lo cual, y visto el gusto por el adoctrinamiento y loa del poder de todas nuestras diversas y variopintas televisiones es, al menos, discutible.
  • Ítem más, otro de los motivos esgrimidos es el enriquecimiento que esta infraestructura traerá a un tercero, con independencia de los beneficios que pueda generar a la ciudad. De nuevo, y en contraposición al cierre de Canal 9, parece que es inaceptable que un empresario se lucre por la construcción de un aparcamiento pero no que lo haga el directivo de una de tantas productoras de televisión que le venden sus productos (algunos, de ínfima calidad, todo hay que decirlo) a los diferentes canales de titularidad pública. ¿Tendrán algo que ver las filias y fobias políticas de unos y otros en ello o será mera casualidad?
  • ¿Y qué decir de la tradicional envidia que asalta el español cuando visita una localidad diferente de la suya, más aún si es en otro país? Esa admiración sin límites ante las infraestructuras, grandes parques y avenidas de ciudades como París, Berlín o Bruselas despiertan, inmediatamente, la comparación, siempre perjudicial, con la propia ciudad. ¿Acaso creemos que todas esas infraestructuras que tan cómoda hacen la vida en esas ciudades los ojos del visitante se han realizado, muchas de ellas décadas o siglos atrás, con plena satisfacción y sin ninguna molestia para los vecinos? Cualquiera de los enamorados de las grandes avenidas y bulevares de París puede refrescarse con las peripecias del Barón Haussman y la acogida que, inicialmente, tuvieron sus planes…
  • Y, finalmente, ¿dónde ha quedado la vieja reivindicación vecinal de recuperar la ciudad para los vecinos? Este, que antiguamente era un motivo tradicionalmente esgrimido para intentar limitar, en la medida de lo posible, la circulación de vehículos por las ciudades, que buscaba implantar la bicicleta como un medio de transporte “más ecológico, menos contaminante y, en definitiva, más humano”, que buscaba ampliar los espacios para la convivencia y disfrute de los ciudadanos, abogando por más aceras y menos carreteras, más espacios verdes, más posibilidades de vivir la ciudad y no sólo en la ciudad… Parece que todo eso, ahora, ya no tiene importancia. ¿Por qué?

“Si hay un secreto del buen éxito reside en la capacidad para apreciar el punto de vista del  prójimo y ver las cosas desde ese punto de vista así como del propio”

Henry Ford, fundador de Ford Motor Company (1863-947)


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