A Hans Haiter el tritón 2666
Entre manos crispadas,
bolas de billar biliares
Y espigas de lentejuelas infértiles
Se puede escuchar por las noches
El roedor desespero de las liebres.
Al fondo el mar se agita silenciosamente
Escuchando el pavor de los polluelos enjaulados
En la pared de los acantilados.
Hay días en que nada es posible
Los desfiladeros
se desmenuzan hacia el fango
sepultando
uno a uno
los primeros brotes crepitantes de la tierra .
Un costillar de lobo se arriesga
a veces
sobre el porfiado paredón
Parece olfatear algo proveniente de las islas:
Un silbo gomero tal vez
O quizás la sombra
de una gaviota náufraga sobre las olas.
Peces fosforescentes de negro
Son levantados con furia sobre el fondo rocoso
Como salmones de circo.
Contra la pared vidriosa y caprichosa
De los arenales
Las noticias de los siniestros
Llegan en leños podridos hasta la orilla.
El animal se acoraza
Para permitir la vida
Y verdes y deshilachados
vestidos de novia
Buscan aferrarse a la costa
Donde la luna confunde su reflejo
En los ojos desorbitados de los cangrejos
Un hombre a veces planea su suicidio
Mientras lanza poemas al océano
atados a guijarros.
El viento,
perseguido por una cresta de espumas
Encolerizadas,
Cabalga arremolinado sobre los las encinas
Desplomando en su carrera
Los esqueletos de las cigarras
Que a veces sirven de óbolos
Para los ahogados.
Desde lo profundo del bosque
Un búho irrealizable
sólo conjurado para el instante
Graba absorto en su mirada
El salto de un oso hacia el vacío
Que inaugura los gorigoris boreales.
El bosque de algas
Como un jardín ahogado
Desorbita su abanico de sirenas esqueléticas
Mientras los ojos nictálopes
De un poeta desnudo
Buscan su regreso feliz al fondo del océano.