Revista Cultura y Ocio
Alicia en el País de las Maravillas | Lewis Carroll
Publicado el 27 junio 2016 por Nievesvillalon @mundosdelecturaAUTOR
Lewis Carroll es el seudónimo por el que es conocido en la historia de la literatura Charles Lutwidge Dodgson, escritor británico, conocido sobre todo por su obra Alicia en el país de las maravillas y su secuela, Alicia a través del espejo.
El 4 de Julio de 1862, según anotaciones del propio Dodgson, él y su amigo, el reverendo Robinson Duckworth, llevaron a las tres hermanas Liddell (Lorina, de trece años,Alice, de diez, y Edith, de ocho) a pasear en barca por el Támesis. El autor improvisó la narración, que entusiasmó a las niñas, especialmente a Alice. Después de la excursión, Alice le pidió que escribiese la historia. Dodgson pasó una noche componiendo el manuscrito, y se lo regaló a Alice Liddell en las Navidades siguientes. El manuscrito se titulaba Las aventuras subterráneas de Alicia (Alice's Adventures Under Ground), y estaba ilustrado con dibujos del propio autor. Se especula que la heroína de la obra está basada en Alice Liddell, pero Dodgson negó que el personaje estuviera basado en persona real alguna.
SINOPSIS
Escrito en 1865, es un clásico no sólo de la literatura juvenil, sino de la literatura en general. Popularizado por las decenas de versiones que de él se han llevado a cabo, el relato que el reverendo Charles Dodgson, verdadero nombre de Lewis Carroll, escribiera para la niña Alicia Liddell, de diez años, es un delicioso entramado de situaciones verosímiles y absurdas, metamorfosis insólitas de seres y ambientes, juegos con el lenguaje y con la lógica y asociaciones oníricas que hacen de él un libro inolvidable.
RESEÑA
No sabéis las ganas que tenía de leer este clásico infantil, y por fin encontré el momento no hace mucho. Realmente es un librito muy corto que se lee enseguida; además, al ser de aventuras está lleno de acción, de movimiento, los personajes no paran quietos, y mucho menos una niña que va detrás de un conejo blanco, ¿no? Más aún, cuando ese conejo blanco va vestido, lleva reloj y... ¡habla!
Comenzamos con una imagen muy idílica, muy locus amoenus de las novelas del siglo XV: dos hermanas sentadas en el prado, una leyendo, la otra a punto de dormirse... Alicia se aburre, es una niña inquieta que no encuentra el modo de divertirse una tarde que no hace ni frío ni calor. A punto de quedarse dormida, de repente algo llama su atención, y decide ir tras ese conejo peculiar. En ese momento comenzará su tarde más loca, y nosotras la acompañaremos y asistiremos a la merienda más estrafalaria, en compañía de personajes aún más extraños; a una partida de criquet con una reina psicópata y jugadores que son nada más y nada menos que barajas de una carta. Increíble.
Lo que más me ha gustado de la novela es mi regresión a mi yo infantil, a mi yo que dejaba volar la imaginación y podía dibujar en mi mente a estos personajes (influida, cómo no, por la famosa película de Disney).
Por supuesto, no puedo dejar de mencionar la enorme crítica social que encierran las páginas de este maravilloso libro. Algunas conversaciones dejan entrever, quizá, el pensamiento de Carroll hacia la época, y hacia la sociedad, y en cierto modo, también hacia la forma de vida de algunas clases sociales.
Los personajes también tienen, al menos, un elemento que les caracteriza y los define, separándolos del resto. Cada uno de ellos le aporta algo a Alicia, pero he de decir que uno de mis personajes favoritos es la oruga. Pensamiento simple, pero mordaz, sinceridad 100% y sin tapujos. Es como pienso que debería ser todo el mundo, sin máscaras, sin caras... simplemente, es.
El País de las maravillas está lleno de complejidades y excentricidades, de líquidos que te hacen crecer y pasteles que te hacen menguar, de animales que hablan, pero sobre todo, de diálogos que traen consigo verdades como puños.
La lectura de este libro me ha recordado un poco a la de El Principito, con todas las reflexiones que se pueden rescatar de sus palabras y sus frases, el hecho de que Alicia sea una niña también establece un paralelismo directo con este otro personaje del que os hablo, y no hay que olvidar que los niños nunca mienten.
He disfrutado muchísimo de esta lectura. Y no descarto releerlo en un par de años, para ver qué me trae una relectura de este clásico.