Aquella tarde de mayo, un Sol enrojecido tocaba ya el horizonte. En el aire quieto cesó la cháchara de las currucas, entre las coscojas, y empezó a oirse el extraño lamento del alcaraván y al tableteo mecánico de las zumayas. Fue entonces cuando bajó por la ladera, con su trote lobuno, el zorro; parándose de trecho en trecho, me miraba, casi se diría que con curiosidad. Hacía poco había yo encontrado su guarida de este monte, la boca de una pequeña sima que el animal había ensanchado removiendo varias rocas grandes, demostrando una fuerza difícil de adivinar en este hermoso cánido. Cuando regresé a la semana siguiente, alguien había cegado su madriguera con enormes rocas. No volví a encontrar rastros de zorro en la zona hasta pasados varios años.
El zorro rojo, Vulpes vulpes, es el carnívoro más ampliamente distribuido del planeta, y por aquí se le considera una alimaña desde tiempos inmemoriales. Algunos cazadores dicen que mata un conejo al día o más, que merece la muerte porque mata conejos por el mero placer de matar (¿a diferencia del cazador?); aseguran que, cuando la perdiz abunda, las mata a veces para devorar sólo las partes tiernas, y en general muchos opinan que zorros, águilas, culebras... ¿qué produce todo eso? ¡Sólo quita caza!
Volviendo a los hechos, es cierto que en el Sur de España el zorro se alimenta generalmente de conejos, pero su dieta varía muchísimo según el lugar. En concreto, lo que he podido confirmar en el ecosistema es que en sus excrementos sólo aparecen restos de ratones (Apodemus, Mus). Ni rastro de conejo o perdiz, quizá porque los ratones abundan tanto que al zorro le resultan mucho más fáciles de capturar. Los ratones, por su parte, consumen una cantidad ingente de semillas; es habitual encontrar bajo las piedras sus despensas invernales repletas de almendras y bellotas roídas. Se ha demostrado que, de este modo, los ratones hacen fracasar la reproducción sexual de las encinas en pequeños fragmentos de monte mediterráneo. Ante esta situación, salta a la vista que las consecuencias de perseguir a los zorros pueden ser funestas para nuestros montes: a menos zorros, más ratones, y a más ratones, menos bellotas germinarán. Y las encinas pueden vivir mucho, pero no son eternas: las que mueren deben ser reemplazadas por nuevos árboles. Así que termino esta entrada con una pregunta casi retórica: ¿qué será mejor: que los cotos pierdan algunos conejos y perdices, o comprometer el futuro de nuestros montes a largo plazo?
Fuentes sobre la alimentación del zorro en el Sur de España:
1. Purroy y Varela (2003) Mamíferos de España. Lynx Edicions.
2. Valverde (1967) Estructura de una comunidad de vertebrados terrestres. Monografías de la Estación Biológica de Doñana.