Comer es una necesidad, pero comer inteligentemente es un arte.
-La Rochefoucauld
¿Alimentación consciente?
Como estudiante de la Universidad Argentina de la Empresa tengo un entendimiento bastante acertado de lo que un negocio puede llegar a ser. Pero a su vez como futuro investigador tengo la plena certeza para decir que la honestidad científica es la única que puede y debe regir el avance del ser humano hacia una mejor calidad de vida.
Combinando estos dos matices puedo decir que un negocio vale mucho más cuando se realiza con plena transparencia y honestidad hacia el consumidor. Logrando una doble retroalimentación en donde el flujo de dinero es tan apreciado como el flujo de información crítica y rigurosa en donde el evento de “negocio” es llevado a cabo.
Esta situación es una ocurrencia que no se está dando en los nuevos movimientos de alimentación consciente y de cuidado del ambiente. Y es de suma importancia para todo ciudadano, el estar informado para así tomar mejores y más acertadas decisiones a la hora de alimentarse, a la hora de emitir un voto, o simplemente de charlar con sus pares. La premisa de la movida saludable y ecologista es ser más justos, más sustentables y más saludables, pero ese slogan no es acompañado por información correcta sino más bien información engañosa para el público.
Está muy claro para todos que la modernidad en la que vivimos está regida por una tendencia hacia la producción sustentable que piense plenamente en las futuras generaciones, así como también por un público cada vez más preocupado por lo que se lleva a la boca y por los productos que consume.
Desde la revolución verde las personas de todo el mundo, en general citadinos de enormes conglomerados se fueron olvidando de la procedencia de sus alimentos, de su cadena de producción, de su transporte. En definitiva, olvidando de todo el camino que muchas veces, por no decir siempre, no refleja la etiqueta del precio de una góndola. Así como también se fue perdiendo la imagen de los campos, cada vez más eficientes y automatizados. La computadora paso a ser el eje central a través del cual la opinión pública la considera el mayor invento de la humanidad, olvidándose que la agricultura es una tecnología y que fue inventada por nosotros y que sin la cual no tendríamos ninguna otra tecnología a mano.
Por un lado esta transformación maravillosa de las prioridades humanas debemos festejarla con creces. Por primera vez fuimos tan eficientes que solo una pequeña parte de la población produce los alimentos suficientes para todos los demás. Nuestra vida cotidiana incluye (en muchos países desarrollados y en vías de desarrollo) la preocupación por el alimento ya que siempre está, a mayor o menor precio, con inmaculada presencia. Pero por otro lado, con nuestro cerebro de monos, hemos guardado pequeños sesgos en el pensamiento. Sesgos que pueden perjudicar la interpretación del origen de nuestros alimentos, de su producción, industrialización y venta. Y puede perjudicar la producción mundial y el alcance de los objetivos alimentarios que enfrentaremos en los próximos años.
Ansiamos volver a esa imagen de paz en donde la alimentación dependía de cada familia, de lo que había para comer, de la producción totalmente local. Si bien hoy en día es muy eficaz y estratégico el desarrollo de ciertas zonas con agricultura familiar, debemos entender que nada puede ser absoluto en la agronomía y que el haber sacrificado esa visión de nuestro pasado, le permitió a toda una especie salir adelante durante estos últimos años, como si por arte de magia hubiéramos vencido la profecía maltusiana y millones de bocas hoy pueden tener el pan de cada día. No es extraño que el público hoy esgrima argumentos hablando de la cantidad de personas que somos en el planeta (7 mil millones más o menos) sin conocer como se pudo alimentar a la gran mayoría (con la no despreciable y lamentable suma de 1000 millones de hambrientos).
Esta comodidad que hemos logrado nos inquieta. Así como nos llama a conocer más el universo, nuestro cerebro de nómades nos incita a movernos y junto con nuestro preciado neocórtex nos moviliza para volver a indagar sobre lo que representan las calorías que ingerimos día a día.
Así como tenemos comida rápida, dietas fáciles y conocimiento al alcance de un click, también tenemos información vaga y rápida, marketinera, deshonesta y que no requiere de grandes esfuerzos mentales para entenderla.
Los negocios que nombré al principio aprovechan esos retazos de tradicionalidad para vendernos una realidad que no refleja ni la historia de la agricultura ni el camino evolutivo de nuestros alimentos.
Como sesgos inmediatos no podemos dejar de nombrar a la percepción natural/artificial, la cual muy bien estudiada, ha sido fuente de ingresos de millones para muchas entidades en el mundo. Ya no es una cuestión de raciocinio sino de corrientes movilizadoras. La intención no se dirige a un mejor entendimiento de nuestra nutrición sino al llenado de huecos emocionales con bocados informativos que no dejan de parlotear términos muy bien combinados para, por un lado camuflarse de intelectual o científico y a su vez despertar nuestro sistema límbico.
En definitiva solo importa la decisión del consumidor dirían muchos economistas o más bien personas que estudian el marketing neurológico. Pero regresando a la honestidad, no podemos dejarnos tomar el pelo por una etiqueta, por palabras mundanas que no están basadas en información verídica, sino que son modas pasajeras, pseudoinformación camuflada de productos mágicos y sobre todo con el objetivo de aliviar nuestra billetera.
Nuestra alimentación es mucho más que solo “orgánico, sin químicos y sin conservantes“. Nuestra alimentación supera con creces los falsos conceptos de “desintoxicación del cuerpo, de la producción tradicional y la forma de etiquetar a nuestros productos”
Nuestra alimentación es un complejo sistema que combina biología, cultura y tecnología que puede ser entendido por todos y que no necesariamente deba ser apreciado en su totalidad. Solo unos pocos ejemplos bastarían para refutar al vendedor de la dietética de la esquina o a los mayores cómplices del engaño, aquellos que venden libros e intentan emocionar a la gente con una alimentación que es supuestamente “mejor” que lo convencional, “que no nos envenena”. Incluso aprovechan la justificación de los aumentos de precio, argumentando que lo que se paga de más es la “no contaminación” de nuestros organismos.
La industria de los alimentos, los refinados, los conservantes y todos los químicos que hoy en día se utilizan, no necesariamente deben ser malos. La mayoría de las aplicaciones de la ingeniería de los alimentos no se desarrolló para satisfacer una etiqueta sino para prevenir enfermedades y erradicarlas. La pasteurización de muchos productos no nació para reducir ciertos nutrientes de los alimentos sino para evitar intoxicaciones. Los agroquímicos no fueron inventados para matar a la gente sino para mantener a raya a todas las amenazas hacia nuestra agricultura inherentemente antinatural, para mantener la heladera llena de todos los días. Por supuesto cabe aclarar que la tendencia del mundo productivo es hacia la generación de agroquímicos que no provoquen efectos secundarios en el ambiente, productos fitosanitarios que no contaminen y que a su vez sean eficaces.
“Mejor conservante en mano que Salmonella volando”
,diría un divulgador.
Aclaradas estas cuestiones y sin la intención de resumir ingenuamente todo el tema alimentario a las pocas palabras que deje arriba, puedo hacer algunas aseveraciones que espero no estén tan erradas. Comer sin miedo, debería ser una premisa de la modernidad. Estamos en una época de paradojas en donde si bien una de las pandemias más grandes del mundo es la obesidad, nadie se muere inherentemente por los alimentos que consume, sino por falta de educación nutricional. Desde hace décadas que médicos y doctores de la alimentación han recomendado que lo mejor para una dieta equilibrada es la variedad, ni mucho ni poco de cada cosa. Por supuesto que muchas corrientes alimentarias actuales como el vegetarianismo o el veganismo pueden reemplazar los alimentos cárnicos con una dieta controlada y que cubra lo que el sufrimiento animal ofrece para el organismo.
Retomando que en la mente humana lo natural es mejor que lo artificial. Un estudio de la Universidad de Yale, en 1982, ya lo decía. Al cerebro humano lo natural se le hace más familiar, y por lo tanto más sano y confiable. Lo que posiciona en el otro extremo a uno de los favoritos de muchos: las verduras y frutas “orgánicas”.
Las plantaciones orgánicas, tal como detalla la Federación Internacional de Agricultura Orgánica, se cultivan bajo prácticas sustentables con el medio ambiente. Sin embargo, todas las otras ideas que tienen los consumidores respecto a las comidas orgánicas -que son más saludables, que no tienen pesticidas y que saben mejor- pueden no ser más que un mito.
El investigador y Premio de Ciencias Aplicadas 2012 de Chile, Ricardo Uauy, fue parte de un equipo que analizó en 2009 el valor nutricional de los alimentos orgánicos versus los convencionales, y el resultado fue que no hay diferencias. Muchos de estos cultivos orgánicos sí utilizan pesticidas y herbicidas, pero sólo de origen natural, lo que no siempre es una garantía de seguridad. Un estudio de la Universidad de Cambridge y la Universidad Técnica de Dresde, en Alemania, realizado con ratones, ha demostrado que la rotenona, una sustancia natural que se utiliza como pesticida en Chile y Estados Unidos y que está prohibida en Europa, provoca síntomas similares a los de la enfermedad de Parkinson.
Para finalizar estas breves palabras y preocupaciones que a mi modo de ver son muy importantes para el desarrollo de una sociedad seria, critica e informada, quiero decir que coman lo que coman, están viviendo en la mejor época de la humanidad en cuestiones alimentarias. Debemos recordar que por más gustos e intereses que tengamos, por más dietas y tipos de alimentos que consumamos, no son suficientes como para plantarnos y salir al mundo a argumentar nuestras experiencias como hechos, ni mucho menos a cobrar por ello. Comamos lo que queramos, sigamos las reglas que los médicos vienen dándonos hace años, hagamos ejercicio regularmente y provoquemos el menor impacto posible para el medio ambiente.
Con todo esto y mucho más, saludos cordiales para todos.
Autor: Federico Germán Espinosa
Estudiante de Biotecnología y apasionado de la divulgación científica, con fuertes intereses en el sector agronómico y en la ingeniería genética. Miembro del Círculo Escéptico Argentino y del Movimiento Zeitgeist Argentina. Su lema de vida es “todos pueden tener sus propias opiniones, pero nunca sus propios hechos”.
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Referencias:
· http://www.hsph.harvard.edu/nutritionsource/healthy-eating-plate/
· http://xoccam.blogspot.com.ar/2013/01/y-norman-le-dio-de-comer-al-mundo.html
· http://xoccam.blogspot.com.ar/2013/01/pesticidas-los-heroicos-villanos.html
· http://xoccam.blogspot.com.ar/2014/08/la-duracion-de-nuestras-vidas.html
· http://xoccam.blogspot.com.ar/2013/05/el-universo-quimico.html
· http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2015/01/659-611024-9-comer-o-no-comer.shtml
· https://www.youtube.com/watch?v=fKnAJCSGSdk
· https://www.youtube.com/watch?v=3Evl0tQAdXI
· https://www.youtube.com/watch?v=sBuZ4mn-NGg