(Re-escribiendo el post: "Una decepción muy natural". Una actualización necesaria)La ciencia avanza a base de estudios y demostraciones por lo que siempre está construyéndose. Y de vez en cuando las nuevas aportaciones hacen que debamos replantearnos algunas cuestiones. Decir no se conoce, me he equivocado o rectificar ante nuevas evidencias son tres cosas buenas para las personas y también para la ciencia. Todo esto viene a cuento porque en este verano de 2014 una revisión sistemática con metaanálisis ha dado un vuelco a lo que hasta ahora otras revisiones habían estimado. La versatilidad que permiten los blogs hacen incuestionable la decisión en un momento dado de poner al día una entrada.
El “cuerpo” siempre me ha pedido apostar por los alimentos “naturales, ecológicos u orgánicos”. Parecía lógico para la razón, coherente con nuestra naturaleza y gratificante para mis anhelos. Estos alimentos debían ser mucho mejor o al menos, menos malos que sus homólogos convencionales. Pero hasta hace unos meses (julio del 14), la ciencia no lo tenía tan claro.En el año 2010 un artículo aparecido en la revista American Journal of Clinical Nutrition que analizaba todo aquello publicado en los previos 50 años (entre 1958 y 2008) me dejó sorprendido. El estudio concluía que: "de la revisión sistemática realizada, se carecía de pruebas sobre los efectos que para la salud (relacionados con la nutrición) se derivaban del consumo de alimentos producidos orgánicamente".
Dos años después (septiembre de 2012), la revista Annals of Internal Medicine publicó otra revisión sistemática realizada por investigadores de la Universidad de Standford, que recogía las publicaciones sobre el tema entre 1966 y 2011. Tras incidir que la heterogeneidad, limitación numérica y sesgos de publicación podían estar presentes, concluían que: "la literatura publicada carecía de evidencia sólida de que los alimentos orgánicos fueran mucho más nutritivos que los alimentos convencionales. Sin embargo, evidenció algo que parecía más obvio, que el consumo de alimentos orgánicos podía reducir la exposición a los residuos de pesticidas y bacterias resistentes a los antibióticos".
Y ahora (2014), una revisión sistemática con metaanálisis publicada en British Journal of Nutrition pone encima de la mesa que las concentraciones de una gama de antioxidantes, entre otros micronutrientes, era sustancialmente mayor en los cultivos orgánicos (entre un 19 y un 51% mayores según tipo), y por otra parte, que la frecuencia de presencia de residuos de plaguicidas en los cultivos convencionales era cuatro veces mayor, conteniendo concentraciones significativamente altas de cadmio.
¿Que ocurre con lo que nos comemos? Hace apenas 15 días la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) presentaba en su revista OCU-Compra maestra un análisis de unas 90 piezas, tanto de fruta (peras, manzanas y fresas) como de hortalizas (lechuga, tomates y calabacines) en las que buscaron 350 pesticidas diferentes. Los hallazgos: la concentración detectada se mantuvo en el límite legal o por debajo de él, sin embargo un 64% de las piezas tenían dos o más pesticidas. La preocupación que manifiestan: la posibilidad de un "efecto coctel" que podría potenciar los efectos tóxicos de estas sustacias en el organismo. Sus recomendaciones: lavar la fruta y la verdura durante más de un minuto y secar con papel de cocina o pelarlos; utilizar vegetales de temporada y consumir productos de agricultura ecológica con sello de garantía aunque eso no exime de hacer una adecuada limpieza para eliminar suciedad y gérmenes patógenos.
En OCU-Compra Maestra - n°395 - sept/2014: Pesticidas en frutas y verduras
Pero antes de entrar a ello y, estando en época de crisis, no puedo dejar de constatar una realidad tangible su coste. Lo intuimos todos, lo podemos justificar y además, estamos dispuestos a asumir un mayor gasto, dado que la salud no tiene precio.
Así, con datos de mercado publicados por el ministerio de agricultura español en 2010, queda muy claro que los productos ecológicos encarecen la cesta de la compra. Para los curiosos copio a continuación una tabla resumen en la que huevos, postres lácteos, el aceite de oliva y las pastas alimenticias alcanzan las mayores divergencias.
Por último, pero no por ello menos importante, podríamos referirnos al sabor ¿son más sabrosos? Parece ser que el sabor no depende tanto de cómo se ha cultivado sino más bien del momento de maduración y recolección del producto.
Independientemente existen muchas originales ideas para la opción de montarse un huerto en el balcón, sencillo y contagioso como nos reseña este artículo de El País.
Llegados a este punto y buscando opiniones validas he encontrado dos científicos cuyas aportaciones son claras para un buen debate. Un dialéctico duelo de titanes dan argumentos para seguir pensando en esto temas.
Por una parte J Miguel Mulet (@jmmulet), profesor de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, bloguero de Tomates con genes/ El blog de J M Mulet en Naukas, y autor de "COMER SIN MIEDO. Mitos, falacias y mentiras sobre la alimentación en el siglo XXI". Mulet ha investigado a fondo la alimentación ecológica y rechaza algunas de las bondades que se le atribuyen y para mayor provocación, se declara defensor de los alimentos transgénicos. Os paso un artículo que creo lo retrata muy adecuadamente.El aboga por los controles y la seguridad que le ofrecen los avances tecnológicos en tanto en cuanto son más rigurosos para los productos convencionales que para los ecológicos.
Todo un mundo por descubrir: los disruptores endocrinos
Por otra parte tenemos a Miquel Porta (@miquelporta), catedrático de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Barcelona, investigador del IMIM y profesor del Máster de Agricultura Ecológica de la Universidad de Barcelona. Sus principales áreas de investigación son: la epidemiología clínica y molecular del cáncer de páncreas; las causas y consecuencias del retraso en la detección del cáncer; y el impacto sobre la salud de los Compuestos Tóxicos Persistentes. Os aporto una entrevista en la revista Agricultura Ecológica.Y un resumen de un documento muy interesante: Revisión del estado del conocimiento científico sobre la relación entre la exposición a sustancias químicas y el riesgo de obesidad y diabetes. El informe completo se puede a partir de este enlace.Queda mucho camino que andar, que debatir y se requiere de mucho sentido común para tomar decisiones de forma coherente. Los diferentes posicionamientos y conocimientos, como la ciencia en si misma, tienen muchas lagunas y por lo tanto, sorpresas que ofrecernos.