Ser joven y polaco en el año 1981, en plena represión militar del sindicato obrero Solidaridad de Lech Walesa, no era nada sencillo y, mucho menos, si lo que más te gustaba era la música punk y tus canciones tenían letras como 'vamos a dormir y soñar que hay libertad. Está tan oscuro aquí'. Por eso la juventud del protagonista de esta historia no puede ser más intensa. No digamos si se añade el hecho de que su padre trabaja en el ejército y su novia es la hija de un representante sindical.
Jacek Borcuch, en su tercera película, se interesa más por el momento crucial del paso de la adolescencia a la edad adulta que por las peripecias históricas de su país. Pero su punto de vista produce el efecto contrario, y este momento se entiende mucho mejor, a través de las situaciones que afectan a los protagonistas, que a partir de los habituales discursos, típicos e ilustrativos, que suelen adoptar otros directores.
Una de las sorpresas del film es el descubrimiento del actor Mateusz Kosciukiewicz (que tiene, por cierto, un parecido más que razonable con Robert Pattinson). En una interpretación tan convincente en las escenas de los conciertos y ensayos, llegó a actuar en directo, como en el dominio de un difícil equilibrio entre un adolescente desorientado y la fuerza que se supone que debe tener un cantante del movimiento punk. Una película que habla de rebelión personal, de la lucha de un todo un pueblo y con una escena, el concierto frente al censor de turno, que despierta la simpatía de cualquier espectador. Como en la canción del grupo, aunque nos encanta que la sala esté oscura, lo que en realidad nos gusta ver en la pantalla es la libertad.