INGREDIENTES:
- 1 medida de almendras sin cáscara pero con piel
- 1 medida de azúcar
- 1 medida de agua
- 1 chorrito generoso de anís
Observaciones:
1- Me refiero a "medidas" ya que, dependiendo de las almendras que tengamos, así calcularemos el resto de ingredientes.
2- No intentéis hacer grandes cantidades de una sola vez. No saldrá bien. Hacedlo en tandas de, por ejemplo, una taza de desayuno de almendras, o un vaso de 1/3 de litro como máximo.
3- IMPORTANTE: Las equivalencias de las medidas son en volumen, NO en peso.
ACERCA DE LA RECETA:
Es la primera vez que me arranco en este blog con un postre o, mejor dicho, con algo dulce. Obviamente, como podréis apreciar por el título, la receta no es mía. Desgraciadamente, no tuve la suerte de llegar a conocer a Teodosia. Por los elogios que he escuchado hacia su cocina, creo que podríamos haber tenido largas y provechosas charlas culinarias. Una pena. Pero a quien sí conozco es a su hija Estitxu, heredera de la receta que, tras "arduas" negociaciones, me ha cedido para poder publicarla en este blog.
Se trata de una preparación tan sencilla como deliciosa, un auténtico vicio de la cocina tradicional navideña al alcance de todos, siempre que se sigan escrupulosamente las instrucciones que a continuación se exponen.
Y empezamos...
LA RECETA:
Debemos comprar las almendras CON SU CÁSCARA dura (como las nueces), que se pueden encontrar en cualquier frutería. Posteriormente nos hacemos con un buen martillo y un guante (opcional) para no machacarnos los dedos... y las vamos abriendo una a una. ¿Habéis visto el anuncio ese de "¡picó...!"? ¡Pues eso...! Debemos conservar en cada almendra, esto sí que es importante, la piel fina exterior color canela que las recubre.
Lo siguiente es más fácil: Llenamos un recipiente (por ejemplo un tazón de desayuno) con las almendras ya sin su cáscara y echamos el contenido a una sartén, mejor si es antiadherente. Después, llenamos ese mismo tazón con azúcar, y también lo añadimos a la sartén. Hacemos lo mismo con el agua (la misma cantidad).
Finalmente "perfumamos" el conjunto con un chorrito (más o menos generoso) de anís al gusto.
Ahora llevamos la sartén al fuego a máxima potencia y vamos removiendo para que se disuelva el azúcar (ver foto de la derecha).
En esos momentos, veremos como el agua se va evaporando y el azúcar empieza a caramelizar las almendras poco a poco, formándose una capa cada vez más densa.
A partir de ahí, moveremos de vez en cuando (tampoco es un proceso demasiado lento) hasta que empecemos a escuchar una especie de pequeñas "explosiones" o "petardeos" dentro de la preparación.
MUY IMPORTANTE: En ese momento, debemos quitar la sartén del fuego y apoyarla en una superficie lo más fría posible (mármol, por ejemplo) y mover sin parar hasta que consigamos un resultado blanquecino mate (ver foto de la izquierda) donde parezca que todo se ha disgregado y el azúcar se ha separado de las almendras.
Repito: esto es muy importante. Si no paramos la "cocción" cuando empecemos a escuchar esas pequeñas "explosiones", y si no llevamos el conjunto a una superficie más fría, en vez de almendras garrapiñadas, conseguiremos hacer "guirlache".... que también está bueno, pero no es lo mismo...
Una vez obtenido este punto "blanquecino" (si no lo hemos logrado al cabo de aproximadamente un minuto saldrá guirlache...) procederemos de la siguiente forma:
Llevamos otra vez la sartén al fuego a potencia máxima y removemos hasta conseguir que "brille" de nuevo, es decir, hasta que el azúcar vuelva a caramelizar cada almendra.
En cuanto notemos ese brillo (sin esperar demasiado ya que si no el azúcar se quemará y amargará el conjunto), las sacamos de la sartén a una fuente amplia (una placa de horno, por ejemplo) en cuyo fondo habremos puesto un papel de horno pincelado con unas gotas de aceite de oliva (ver foto de la derecha).
Separamos las almendras pegadas individualmente con ayuda de una espátula (cuidado con tocarlas, que estarán muy calientes) y las dejamos enfriar sin prisas.
Posteriormente las guardamos en botes, preferentemente de vidrio, y ya están listas para consumir. Os animo a que las probéis. ¡Están deliciosas!
DEDICATORIAS:
Hoy lo tengo fácil... Por supuesto, esta receta va dedicada a Estitxu, la "reina de la garrapiñá..." y, cómo no, a su madre Teo, la autora original de la receta.
¡Buen provecho!