Tenía el automóvil, que era lo importante.
Para trasladar algo hacen falta cuatro ruedas
y lo demás es secundario.
Lisandro Otero.
(escritor cubano)
Cuento: El Ford azul
Alguien dijo que Cuba era un verdadero museo rodante, cuando vio deambular por sus calles los vistosos ejemplares de Chevrolet, Buick, Cadillac, Dodge, Ford, Osmovile, Chrysler, Desoto y otros más, que fueron en los años 40 y 50, la marca de distinción para un status social acomodado.
Se sorprende el visitante con el estado de conservación de algunos y resulta inexplicable que aún circulen en la Cuba de hoy, cuyo trasfondo deteriorado de las fachadas, completa una visión digna de una máquina del tiempo.
¿Cómo llegaron hasta aquí estos vetustos autos? ¿Quienes los mantienen con vida? ¿Por qué sobrevivieron en Cuba estos “coches”, cuando el mundo se desvive por el auto del año? ¿Qué historias guardan tras sus anticuados pero elegantes diseños?
La necesidad es la madre de la invención, decía un viejo refrán, y quizás por ahí ande alguna respuesta perdida. Los de acá, apenas los vemos, convivimos con ellos sin reparar en lo extraño que resulta al visitante ese transitar sobre ruedas de casi seis décadas que nos separan de su tiempo. Hoy les rindo homenaje desde aquí, por su afán de perdurar en la imagen de una isla que les debe mucho y que se empeña en no convertirlos en codiciadas piezas de coleccionistas.
Hay un interesante artículo por aquí sobre los almendrones, que dicho sea de paso, deben su nombre a la forma ovalada y regordeta del fruto, similar a algunos modelos más viejos, y genéricamente ha devenido en nombre popular para cualquier auto anterior a 1959, aún con líneas más estilizadas. Todas las fotos las tomé en el 2010… ¿no me creen?