Otra vez a Almería, pasando por Murcia. La base en Las Negras donde hemos visto amanecer varios días con cielos como el que se ha intentado recoger en esta acuarela. La granulación extrema que se consigue con algunos pigmentos de Daniel Smith, los Primatek, le añaden dramatismo al cielo, aunque tengo que trabajar más y mejor el tema para dosificar su empleo. Tal vez si el mar no lo tuviera, si fuera más suave y sin granular se habría acentuado el efecto del cielo y el conjunto hubiera quedado mejor. Ese contraste es el que se ha buscado en la siguiente acuarela, el olivo gordo del valle de Ricote, en Murcia, pasisaje totalmente norteafricano, de montañas jóvenes y angulosas, casas de techo plano y palmeras que emergen como en un oasis. Hermoso de verdad. Por alli pasamos tras desviarnos de la ruta para ver este olivo excepcional, con mucha historia y leyenda. Un monumento que da olivas y mucho en qué pensar. Volviendo a las acuarelas, en esta creo que la suavidad del fondo contrasta favorablemente con la rugosidad del olivo, donde sí se ha procurado utilizar pigmentos que granulen ostensiblemente. Bueno, pues yas tenemos otra cosa más en la que trabajar para depurar y controlar más estos efectos, positivos unas veces, pero inconvenientes en otras ocasiones. Desde Albacete hacia Murcia pasamos muy cerca del volcán de Cancarix, aún en la provincia de Albacete. Es uno de los volcanes más espectaculares de la península, que la erosión ha puesto al descubierto sin conseguir desfigurarlo. Y es que esta ruta a Almería va de volcanes, lavas, terremotos y catacumbres. El clima, y la religión suelen condicionar las costumbres y el carácter de los habitantes de un lugar. La geografía condiciona mucho, pues vivir asentados sobre fallas que se desplazan en direcciones contrarias tan vez sea el origen telúrico de la tradición cantonal de Cartagena, fantaseo. El hecho es que estas placas viajeras chocan, se suben unas sobre otras, arrugan los bordes de contacto, agitan el suelo y producen destrozos y tragedias como la de Lorca, tan reciente. Aunque los tiempos geológicos sean lentos, el olivo de Cieza seguro que ha sufrido estos temblores y cambios en el paisaje, pues siglos ha tenido de percibirlos sin moverse de su bancal, ahora convertido en parque rodeado de edificios, calles e instutos, cuyos alumnos se comen el bocata de media mañana a su sombra. Otro olivo centenario de Aguamarga quedó fuera de nuestro alcance, pues el camino estaba totalmente arruinado, en piedra viva, tal vez por lluvias recientes, mientras en la carretera había obras. Pasamos cerca de la costa con zonas donde hay eucaliptus, con montañas rosadas por la luz del atardecer. De una foto del momento sale la siguiente acuarela, sobre Garzapapel, como las anteriores.
Como dije al princiapio, la base en Las Negras, en la misma orilla de la playa, desde donde podía hacer fotos, apuntes y acuarelas mirando a izquierda, a derecha y al cielo, siempre hermoso y cambiante. Y sobre todo al mar, a las olas, hipnotizanres como el fuego. A continuación algunas de esas acuarelas y apuntes, con el Cerro Negro y las casas y barcas a la orilla de la playa. Lugar atranquilo siempre, más en estas fechas de noviembre en las que aún pudimos disfrutar del calor del sol, de salidas por las cercanías, de tomates Raf al principio de la recolección y de aceite de la zona. También de pegar la hebra con algunos hippies ya talluditos afincados en la zona, con los que la conversación deriva a inusitados temas como las visitas de la trabajadora social y de la imposibilidad de jubilarse de tal profesión. Buena gente. Mínimo puesto de collares y pulseritas ofrecidas con el optimismo propio de su oficio a unos turistas ausentes en estas fechas. Compramos una y no se dejaron invitar a un café aunque sí a un cigarrillo.
Las siguientes con titnas, aplicadas con estilográfica y con unos cálamos que nos hicimos con las cañas que se podían cortar desde la terraza del apartamento, a cinco metros de las olas.