El país en el que me encuentro esta semana acapara nuestros noticieros, precisamente por dejar de tener un medio tan potente como es una televisión pública (¿os imagináis a España sin RTVE? Igual no estamos tan lejos de eso); Grecia es un país que, aunque se encuentre a 3.500 km del nuestro, tiene mucho en común con el nuestro: su carácter de península en el Mediterráneo, su clima, su situación económica actual e incluso su importancia histórica (España, Italia y Grecia forman un trío de países con estas características comunes).
Pese a que el momento no es el más apropiado para las inversiones en la península helénica, en la actualidad hay gran calidad en la creación audiovisual de dicho país; eso sí, con presupuestos bajísimos, demostrando nuevamente que los efectos especiales y el gasto desproporcionado de dinero no da la creatividad. Algunos de los directores griegos más influyentes en el mundo cinematográfico son: Costa-Gavras, Theo Angelopoulos, Michael Cacoyannis, Pantelis Voulgaris o el propio Giorgos Lanthimos, director de la película que ocupa este artículo, ‘Alpeis’ o ‘Alpes’, como podríamos traducir al español.
Este trabajo de 2011 trata temas, directa e indirectamente, además de universales, históricos: la soledad, la pérdida, el papel del individuo en la sociedad o incluso las diferencias entre hombres y mujeres. Y como tema general en el que se incluye todo lo anterior, el teatro de la vida en el que nos vemos inmersos cada día, pudiendo reproducir y repetir escenas sin que aparezca la naturalidad por ningún sitio.
Lo hace a través de una ficción, una distopía (también llamada antiutopía), que no es más que la invención de una sociedad indeseable, como se puede uno imaginar atendiendo a las raíces y a las desinencias de estas denominaciones. Es decir, un planteamiento de una situación que deja mucho que desear. Pero este mundo imaginario no es más que el reflejo de un mundo real, que, a través de la metáfora, logra introducir conceptos críticos del entorno en que nos movemos desde la inteligencia y la ironía. ‘Alpeis’ es una obra sobria, que trata de mostrar las situaciones sin utilizar adornos superfluos, para trasladar un mensaje claro y directo, por encima de otros submensajes: Todo es una pantomima, no te tomes este mundo muy en serio.
Una cámara estática enmarca las diferentes situaciones, estudiando cada plano para mostrar lo que quiere. No emplea imágenes que busquen el impacto por sí solas, sino más bien por lo que transmite, por su contenido, lo que quieren decir. En este sentido se puede defender a este director argumentando que, aunque sería fácil tratar ciertos aspectos de manera morbosa, no lo hace, de manera que no cae en el juego del efectismo visual; más bien utiliza el efectismo de contenido, reflexivo. La fotografía, aunque no espectacular, está muy bien lograda, consiguiendo imágenes de gran fuerza con pocos elementos.
Musicalmente, posee pocos elementos; discurriendo la gran mayoría de la acción entre silencios y diálogos. Alguna pieza en la sala de baile y poco más dotan de cierta ambientación sonora, pero el director deja claro que no es el tema que más destaque en su obra; más bien lo contrario, los silencios y las pausas, son los que marcan el ritmo de la historia.
La historia es especialmente original: Un grupo de 4 personas de distinta índole denominado Alpes, se dedica a sustituir a recien fallecidos ante sus familiares más cercanos. Su comparación con la cadena montañosa se debe a que “Las montañas de los Alpes son irremplazables, pero los Alpes pueden reemplazar a cualquier montaña“. Se trata de una especie de terapia para la superación de la pérdida que realizan previo acuerdo económico. La protagonista es una enfermera, componente de esta agrupación, que se salta algunas de las reglas que tiene este extraño club, poniendo en cuestión estos métodos y llegando a confundir la ficción de la que toman parte con la realidad que vive en sus propias carnes.
En ‘Alpeis’, como en otras películas más centradas en los conceptos que en los alardes técnicos, los actores cobran especial relevancia. Sus actuaciones son más que creíbles: Aggeliki Papoulia, Aris Servetalis, Johnny Vekris y Ariane Labed forman un equipo de personajes totalmente heterogéneo, en el que destaca la primera, probablemente por haber conseguido un personaje con mayor peso en la cinta.
No es apta para cualquier tipo de público; es importante que se visione sin prisas, con calma y con ganas de devorar tranquilamente una original y peculiar historia narrada desde el sarcasmo y la ironía: pondrá a prueba la paciencia del espectador más nervioso.