Revista Arte
El pasado 28 de abril estuve en Alpera en un concurso de pintura rápida. No gané ningún premio, entre otros muchos motivos porque iba como parte del jurado. Coincidió con la presentación del libro sobre la historia de Alpera de mi amigo Rafa y pasamos allí unos días, cosa siempre agradable. Como es natural me llevé los apechusques de dibujar y la cámara de fotos. Hubo ocasión y tema para no parar de usar unas y otras cosas. También para ver a los amigos, charlar, saludar y abrazar a muchos antiguos alumnos, ya talluditos, comer, beber y pasar el mal trago de tener que decidir entre demasiados cuadros que merecían tener un premio. Siempre es difícil elegir entre tantas formas de ver y de hacer, de forma que hubo muchas deliberaciones hasta llegar a acuerdos que todos pudiésemos aceptar. Como siempre, sólo quedarían contentos los que ganaron los premios, generosos por cierto. El caso es que daba gloria ver las calles y las plazas, los rincones y los parajes de los alrededores llenos de caballetes plantados, bajo sombrillas que al final resultaron útiles cuando llovió. Y bien. En la plaza del Ayuntamiento es donde más pintores había. De forma que era buen sitio para pasar un rato entre recorrido y recorrido para ver cómo y qué pintaba el personal, tomarse una cerveza y, ya de paso, pintar a los pintores. Metapintarlos. En uno de los cuadernos ya tenía un dibujo de esa plaza, hecho desde el mismo sitio, que le tengo querencia a la barra. Aproveché la ocasión para terminarlo, que lo había sugerido a lápiz y lo rematé con estilográfica. Con un rotulador Pitt marrón hice otro igual, poblado esta vez de pintores. En los recorridos por los rincones y parajes en busca de pintores, a veces sin bajarme del coche, iba haciendo algunos dibujos en el cuaderno, bocetos rápidos que coloreaba después. Siempre hago una foto de lo que empiezo por lo que pueda pasar, que a veces pasa. Incluso pasan cosas que no pueden pasar. De algunos sólo me dió tiempo a hacer cuatro rayas; en otros me pude recrear más. Concluyo que además del tema, los materiales, el formato, la intención o la ciencia del pintor, la comodidad es un aspecto bastante influyente en el resultado final. Unas veces para bien, otras para mal, porque no siempre lo más acabado es mejor. Por lo menos no suele ser más sugerente. En otras ocasiones, escasas pero reales, dibujo en el cuaderno una imagen que se quedó en la cabeza en momentos en que no se puede ni siquiera empezar a dibujar. Como en el caso siguiente, un cielo lleno de nubes mientras voy conduciendo. En cuanto llego a un sitio más oportuno me pongo a ello, anrtes de olvidar qué quería uno contar con ese dibujo. Algunas veces tenemos las fotos, otras no. Algo así ha ocurrido en todos los siguientes dibujos, en cuaderno o en papeles sueltos.