Revista Arte
Volvimos a Alpera tres días. El primero para poner música a la jubilación de Rafa Soler, más que un amigo. No hay aquí espacio para contar los buenos ratos que juntos hemos pasado. Miles. Cierto es que también ha habido alguno más que malo. La vida tiene de todo y no siempre es justa. A veces es trágica. Como en las adivinanzas, en ciertos momentos lo principal no se nombra, aunque sobrevuele todo el tiempo. Pasamos en la celebración el hambre y la sed habituales en Alpera, hasta el punto de tener que quedarnos otros dos días para intentar acabar con las viandas y bebidas preparadas para la ocasión, intento inútil. El campo estaba hermosísimo, que ha nevado mucho y llovido, había flores y agua por todos sitios y recorrimos los parajes de los alrededores para hacer fotos y algún que otro dibujo, como los que se muestan aquí.
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