Revista En Femenino

Altas expectativas

Por Clau707
Hace un tiempo, en la fiesta de nacimiento de una amiga muy querida, le hicimos una pulsera de parto. Cada mujer presente puso una cuenta con algún valor especial. Yo puse una cuenta con la forma de un pequeño chupete como símbolo de aquello que no deseamos para nosotras, pero que a veces no podemos evitar. Un símbolo de aquello que no significa fracaso, sino un obstáculo a vencer. Para perdonarnos por no ser perfectas, por no poseer una bola de cristal que pueda predecir un futuro maravilloso.
Cuando nació Piojilla aprendí de mala manera que no basta con tener información, ni con saber lo que entonces parecían ser "muchas cosas". No bastó ser una "madre consciente" y estar al tanto de la evidencia, querer dar la teta, saber cómo quería parir, hacer miles de búsquedas... 
Fueron nueve meses de confianza en mí, sin pensar en el sistema, en las circunstancias que pueden presentarse, en que todo podría ser distinto de aquella primera vez. Me centré en la idealización del momento... quien me lea podría pensar que fue candidez. Yo sé que en realidad fue soberbia. 
Altas expectativasEl nacimiento de esta hija, su difícil lactancia y su crianza poco idílica fue una verdadera lección de humildad en todos los sentidos. Mi hija mayor me hizo madre. Piojilla me enseñó a "serlo" con todas las espinas que he ido encontrando en el camino y que me han enseñado a caminar juzgando menos a otras madres a mi alrededor, empatizando más con las dificultades ajenas. 
Todavía nos falta mucho para la adolescencia... la mitad de su infancia aproximadamente, y ya no idealizo. Su carácter fuerte, su alta demanda, su forma de ser: a veces adorable y otras imposible, su altísima sensibilidad hacia el dolor ajeno, hacia las cosas bonitas; su extravagancia, su reserva -a veces indiferencia- hacia los desconocidos que le saludan, seguramente se multipliquen por cien cuando llegue el momento. No puedo imaginármelo, pero creo que estaré más o menos preparada. 
Con este embarazo me pasa algo parecido. Para los ojos de los demás, quienes nos dedicamos en alma, vida y corazón a este mundo de la maternidad -tratamos con madres a diario, escuchamos cosas y casos,  apoyamos y acompañamos a otras madres- una nueva (y propia) maternidad es un momento ideal para "poner en práctica lo predicado" y que además salga perfecto. Desde la noticia de mi embarazo lo he oído en varias ocasiones: A ti todo te será "tan fácil"... 
Hace tiempo que sé que no siempre las cosas salen como uno desea y que hacer planes sólo "para lo bueno"     puede resultar riesgoso. Que no es raro encontrar asesoras de lactancia o grandes defensoras de la teta con problemas para amamantar; partos difíciles en grandes matronas;  momentos complicados en UCIs neonatales, embarazos de riesgo y cesáreas poco respetuosas en mujeres activistas que defienden la evidencia y están altamente informadas. Son cosas que simplemente suceden y que, muchas veces, escapan a la voluntad, sabiduría o buena intención de sus protagonistas.
En estos meses me he cuidado mucho de decir fechas exactas, contar mis elecciones personales (¡¡me preguntan tanto dónde pienso parir!!), qué profesional me atiende, etc., etc.. etc. porque no quiero sentir la presión de que todo tenga que salir tal y cual predije. Porque confío en mi cuerpo, pero también sé que no todo está en mis manos. Porque no quiero que mi elección parezca "la elección". No quiero ser ejemplo de nada.
Altas expectativas
Por eso, porque ahora tengo la certeza de que somos "nosotras y nuestras circunstancias", durante estos meses no he comprado nada, no he hecho planes de primeriza, no sé de cunas ni coches, ni ropitas de ajuar. He estado meditando en mi plan A y también en los planes B y C por si las cosas no salen como espero. He pensado en que todo puede ir fabulosamente sin olvidar las historias de otras madres. Me siento muy relajada pensando en que me voy a dejar llevar por el momento sin idealizar será "así" o "asá". Porque creo que con el nacimiento de un tercer hijo, con la información y la experiencia de cosas buenas y malas, tengo la oportunidad de abandonarme a lo que venga sin el estrés de mi segundo parto (en el que veía enemigos reales y también molinos de viento), pero sin la ingenuidad del primero en el que todo eran rosas y placer.  
No aspiro a tener el parto orgásmico de la primera vez... No quiero ser perfecta. No busco un diez. Tampoco quiero ser pesimista y llegar a ese día llena de miedos al suspenso. 
Quiero disfrutar del momento... dejarme llevar... 

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