Revista Ciencia

Alteraciones cerebrales en el trastorno de la conducta

Por Davidsaparicio @Psyciencia

Se demostró que, en comparación con jóvenes de neurodesarrollo típico, aquellos que tienen un trastorno de la conducta mostraron menor área de superficie en 26 regiones corticales, así como menor área de superficie total. 

El estudio fue conducido por las Universidades de Birmingham y Bath, en conjunto con equipos de América del Norte, Asia y Europa y se publicó en The Lancet Psychiatry Journal. Hablamos de una de las investigaciones más importantes, ya que abarcaron una gran población y esto les permitió compartir hallazgos relevantes. 

El trastorno de la conducta se caracteriza por un patrón repetitivo de conductas agresivas, incluyendo el incumplimiento de las normas y tendencias de comportamiento antisocial. Es uno de los desórdenes más comunes en el ámbito psiquiátrico infantil, con una prevalencia global de 3% aproximadamente. Asimismo, es una de las principales fuentes de sufrimiento mental en menores entre los 0-14 años, dificultando significativamente su desarrollo psicosocial. A pesar de esto, es uno de los trastornos menos estudiados y la evidencia neurobiológica es vaga. En este momento, no está definido como un trastorno del neurodesarrollo. 

Para realizar el análisis, se estudió la estructura cerebral de 1,185 niños con diagnóstico clínico de trastorno de la conducta (T.C) y 1,253 con un desarrollo típico. 

Método

Se hicieron análisis coordinados de datos de resonancia magnética (RM) de 15 grupos de participantes internacionales. La media de edad fue de 13.5 años. Se clasificaron los integrantes de los grupos de acuerdo a los siguientes datos cerebrales: grosor cortical cerebral, área de superficie, volumen subcortical, edad, sexo y volumen intracraneal total. Asimismo, se evaluaron variables como: sexo, edad,  el inicio del TC de acuerdo al DSM5 (en la infancia, vs en la adolescencia) y niveles bajos vs niveles altos de rasgos insensibles- no emocionales. Cabe recalcar que, aunque no se distinguieron las razas o grupos étnicos, sí subrayan el género. Lograron incluir a más de 300 niñas con trastorno del espectro autista, cosa que no es común ya que este trastorno es mucho menos prevalente en niñas, por lo que usualmente se les excluye de investigaciones.

Resultados

Se demostró que el desarrollo del cerebro es diferente en los niños con TC, ya que la corteza cerebral se reduce considerablemente. Específicamente la corteza prefrontal, la cual es responsable del juicio, control inhibitorio, organización, planeación y más funciones ejecutivas muy significativas para la adaptación social. El grupo que contaba con un diagnóstico de T.C demostró una reducción del núcleo accumbens, hipocampo y el tálamo; los cuales tienen que ver con el sistema de recompensa-placer, regulación emocional y motivación.

También se señalaron alteraciones en la amígdala; estructura que funciona principalmente para activar funciones de lucha o huida, distinguir el peligro y preparar las reacciones de miedo. Al final ajustaron los resultados con comorbilidad de otros trastornos, así como de inteligencia o T.D.A.H, pero los descubrimientos mantuvieron relevancia. 

El estudio brinda suficiente evidencia de las alteraciones cerebrales en el trastorno de conducta, las cuales explican la falta de culpa, un afecto superficial, falta de organización, incumplimiento de normas sociales y empatía limitada. Se demostró que el T.C en particular puede ser resultado de las alteraciones neurológicas, o mínimo que éstas contribuyen enormemente en el desarrollo atípico. 

Estas pautas neurobiológicas son increíblemente benefactoras para la comprensión y asimilación de los trastornos mentales. Como terapeuta infantil, me encuentro mucho con inquietudes de padres de familia, o tabúes generales en la sociedad, que siguen queriendo adjudicar un comportamiento a la “simple personalidad”.  He escuchado que el niño no quiere colaborar, que simplemente está mal educado, o hasta que la tecnología es la culpable de su mala conducta… 

Hay mucha desinformación sobre las raíces de los comportamientos desadaptativos, sobre todo para el T.C, y entender que un menor no se está “portando mal” solamente porque “le da la gana”, si no porque su cerebro es diferente, es un valioso punto de partida. Con esto podemos proveer opciones de apoyo y acercamientos terapéuticos distintos para mejorar la calidad de vida tanto de los jóvenes, como de su familia. 

Puedes descargar el artículo completo en formato PDF.


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