Si la opera prima es más o menos exitosa según su capacidad para grabar el nombre del autor novel en la memoria de los espectadores, es decir, para sembrar una semilla de reconocimiento futuro, entonces Algo con una mujer constituye el mejor debut para los argentinos Mariano Turek y Luján Loioco. Por lo pronto, la pareja de realizadores debería ser recordada por una tarjeta de presentación que supera con creces la mayoría de los esfuerzos de nuestro cine nacional a la hora de retrotraernos décadas o siglos atrás.
Transcurre entre junio y septiembre de 1955 esta versión libre de la pieza teatral La Rosa de Julio César Beltzer. Segmentos de viejos noticieros, exteriores ambientados en San Antonio de Areco, la fotografía de Gustavo Biazzi, el vestuario a cargo de Mariana Seropian auspician el reencuentro con una sociedad que presiente el derrocamiento del segundo gobierno peronista.
Algunos espectadores sucumbimos ante el tratamiento discursivo de los parlamentos, que recrea el castellano rioplatense de mediados del siglo veinte. Cabe resaltar este trabajo lingüístico meticuloso que nuestros guionistas suelen pasar por alto cuando escriben películas de época.
De las canciones que conforman la banda de sonido, El nocturno, Perfume de mujer, Alma triste, Cuando llora la milonga de Juan Maglio y Arrabal amargo de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel también transportan a la Argentina de antaño. La ilusión de altri tempi aumenta mientras Rosa mira arrobada escenas de Mala mujer de Fritz Lang y de Boda real de Stanley Donen.
El thriller del realizador alemán refuerza además la relación que Algo con una mujer mantiene con el género policial. Por si hiciera falta, vale adelantar que Turek y Loioco retratan a la protagonista –joven ama de casa subestimada por su marido– en tanto testigo único de un crimen sin aparente resolución.
A cargo del rol protagónico, María Soldi se carga al hombro el peso de casi toda la película; a medida que avanza el film, la actriz luce las capas que su personaje viste debajo del arquetipo de mujer de su hogar. La acompañan con similar solvencia Manuel Vignau, que encarna al esposo, Miriam Odorico y Abel Alaya (que porta el rostro más reconocible del elenco, acaso por los personajes que encarnó en las series televisivas El marginal y El maestro)