Revista Cultura y Ocio

"Amado amo". La devoción por los jefes capullos

Publicado el 15 marzo 2018 por Sofiatura
Cuando pienso en el mundo empresarial, en seguida me viene a la cabeza una piscina con tiburones. Se trata de un símil nada novedoso, lo sé, pero no por ello menos acertado. Puede que la razón esté en que la personalidad de un hombre de negocios que quiera triunfar en su profesión parece que va asociada a adjetivos tales como "competitivo", "calculador", "inmoral" (y el uso del masculino en esta descripción no es neutro ni casual, por cierto).Al menos así es como nos lo pinta mi querida, apreciada y casi que favorita escritora española Rosa Montero en su pequeña gran novela Amado amo. El protagonista, César Miranda, es un empleado venido a menos de una empresa venida a más que ha ido creciendo en poder e importancia a un ritmo acelerado en comparación con su ralentizado paso. Él, que durante años se manchaba los codos de esa crème de la crème con la que se relacionaba, ahora se hunde sin remisión en un pozo de anonimato y desprecio por parte de jefes y compañeros. Se ha convertido, en suma, en un corderito que no sabe nadar en medio de una piscina de tiburones con traje y corbata.

A pesar de lo deprimente de su situación, el fondo de la cuestión es en realidad risible. Por lo ridículo que resulta desde fuera ese sistema de devoción que vende tu dignidad a precio de ganga, ese mundo empresarial donde gana el más fuerte, y con ello muchas veces el más lameculos. Porque aquí -tal vez como en muchos otros aspectos de la vida- los avances personales se miden también en función de las palmaditas congratulatorias en la espalda, de las invitaciones a cañas tras el trabajo, del peloteo al superior incluso cuando éste te cae como una patada en la entrepierna. En pocas palabras, de la imagen que tengan los demás de ti, aunque esta no tenga nada que ver con la realidad.
Y César, que se sabe acorralado, que padece insomnio y vive en constante paranoia por mantener un estatus que se le desintegra en las manos, no sabe, ni puede, ni quiere soltar la correa que le ataron al pescuezo. Hará lo que sea necesario para que no se lo devoren de un bocado.
(Mi) Rosa Montero hace, pues, un análisis bañado en ironía, acompañado de una prosa personal, metafórica y cotidiana para denunciar, en sus propias palabras, a "esa nueva esclavitud a la que hemos llegado precisamente en un mundo que sólo habla de libertad."
Imagino que algunos de los que me leéis seréis miembros de empresas. Muchos incluso seréis jefes, no por ello capullos, por supuesto. Trabajar en tal ambiente como alterno o subalterno no tiene por qué ser tan deprimente ni desolador, ni mucho menos. Pero, en mi opinión, está claro que, cada vez con más frecuencia, los requisitos fundamentales para ser una businesswoman o un businessman de éxito son claros: la capacidad de inamovible servidumbre del cordero y la feroz competitividad del tiburón hambriento. ¿Qué pensáis?
El Poder poseía esa energía selecta, esa asombrosa alquimia: la capacidad de aparejar amor y sufrimiento. Y así, en todo subalterno parecía existir una pulsión de entrega hacia sus mandos. Como el perro que lame la mano que le azota, o el campesino bolchevique que llora tras haber degollado a su señor. Amado amo. 

Publicado el 15/3/2018 



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