Dicen que cuando el calor aprieta, cuerpo y espíritu ni descansan ni disfrutan. Cuentan que para calmarlos, no hay mejor remedio que los amaneceres.
Y debe ser así. Al menos lo fue para este guardián etéreo, contemplando estos paisajes de El Vado. Lástima que a esa hora no hubiera piraguas.Lar-ami
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