Revista Opinión

Amanece República

Publicado el 03 junio 2014 por Carmentxu
Plaza Catalunya de Barcelona, ayer.

Plaza Catalunya de Barcelona, ayer.

El Periódico dio ayer la noticia del año, quizá de la década aunque sea aventurado un pronóstico en estos tiempos convulsos, tan imprevisibles de previsibles que se dibujan, cuando la realidad se empeña en superar los pronósticos más descabellados. La noticia, esa línea de los futuros libros de historia (otro pronóstico loco el de futuros libros) se multiplicó en redes sociales, en otros medios más o menos generales, más o menos mayoritarios, en personas, hasta converger en la Plaza, de donde no debimos haber salido nunca. Banderas tricolores tiñeron los espacios vacíos, de tránsito ajetreado. Habíamos venido para quedarnos, y nos fuimos cansados. Ahora hemos vuelto, a exigir, de nuevo, más democracia, nuevos colores.

Porque no solo la sanidad de lo puramente físico en su sentido más estricto está recortada, también la otra más sutil, la sanidad democrática. Para parar la metástasis, cientos de miles de personas salieron ayer a las ágoras a pedir libertad, libertad de elección, a gritar a los oídos sordos, a los ciegos y tuertos, para que el régimen monárquico no se perpetúe, hartos de representantes a quien nadie eligió, de políticos, banqueros corruptos, hartos de su impunidad y de sus fuerzas de represión cuando se reclama justicia. A pedir Salud, y también República.

Y mientras avanzaba lenta en medio del gentío, observaba caras contentas, escuchaba retazos de conversaciones nada monárquicas y echaba en falta una tricolor que enarbolar para que le diera el aire fresco del atardecer en primavera. Y el móvil me hervía en el bolsillo de la chaqueta, exhausto, contento también con tanta cháchara en un guiso de frikadas de una familia cada vez más irreal, difuminada en esperpento. Y tras las palabras que salían de la plaza y entraban en las ventanas de los edificios colindantes (“No hay dos sin tres, República otra vez!”) se imponía un repiqueteo, energía renovable y renovada ardiendo incombustible. Empezó a sonar la orquesta, un himno, y yo cantaba por dentro: “Si los curas y frailes supieran, la paliza que les van a dar, subirían al coro cantando: “¡Libertad, libertad, libertad!”. Si los Reyes de España supieran lo poco que van a durar, a la calle saldrían gritando:“¡Libertad, libertad, libertad!”.

 


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