Revista Espiritualidad

Amar no significa tener pareja o casarse

Por Chocobuda

Amar no significa tener pareja o casarse

¡Rápido, piensa en la palabra Amor! Pon atención en las imágenes que llegan a ti. ¿Ya?

Seguramente lo primero que vino a la mente fue algo relacionado con pareja, familia o amigos. En general nos relacionamos con la palabra amor en función de seres queridos (incluso animales). Pero, ¿y si te dijera que en la práctica Zen el concepto de amor es mucho más amplio que eso?

En la cultura occidental la comprensión del amor es limitada. Aunque por muchos lados nos dicen que hay que tener amor por el prójimo,  la realidad es que no sucede. Entre nosotros siempre hay desconfianza y nos separa un mar de ideas y juicios. Esto es, en buena parte, lo que nos hace humanos, pero este vivir así crea sufrimiento porque hace que la mente separe la vida en bandos.

El Zen tiene una perspectiva diferente y brutal con respecto al amor. Y por brutal me refiero a que hablamos del tema sin endulzar palabras, sin idealizar o crear fantasías ególatras al respecto. Al mismo tiempo incorporamos el pensamiento de la psicología evolucionista para entender al ser humano como lo que es: un simio más, un ser vivo más.

El amor es uno de los valores principales para el budismo. Podríamos decir incluso que el budismo es una filosofía de amor. Entendemos que nutre el corazón y nos ayuda a crecer como seres vivos. No se limita solo a una persona o a un grupo, sino que es una práctica espiritual cotidiana que se lleva con actos de compasión y generosidad. No busca recompensa alguna más que la integración de la vida a la vida misma, ya que comprendemos que la seguridad y felicidad de otros seres vivos garantiza la nuestra.

El amor es un concepto más allá de explicaciones que hace que la bondad se manifieste en todas las criaturas. Esta bondad la observamos como si fuera un gran río en el que nos sumergimos para convertirnos en parte de él.

El amor es libertad espiritual que fluye desde el practicante y beneficia a todos.

Sin embargo, el “amor” que incluye apegos, lujuria, manipulación, miedo o mala comunicación, no es amor. Es un auto-engaño humano que solo crea sufrimiento. Es por ello que muchas canciones populares del mundo aseguran que “el amor duele”.

Y es aquí donde la brutalidad del Zen comienza. El amor humano jamás es desinteresado, a menos que se hagan esfuerzos para mantener atención a los pensamientos. Las personas practicamos un amor egoísta que siempre busca el placer y la retribución, ya sea ideológica o evolutiva.

Muchas fuentes aseguran que el amor más puro es el de una madre, pero esto es solo una linda idea para hacernos sentir bien con la responsabilidad enorme que implica cuidar a un niño. Una madre no es una santa y no, no tiene amor desinteresado. Una madre es un ser vivo más que busca el beneficio de sus hijos para que su material genético se transmita a la siguiente generación, sano y salvo. Hay cariño, hay ternura; por supuesto. Puede que haga un buen trabajo o no. Pero la construcción de la historia de la “madre pura” es un engaño muy costoso porque es la semilla del sufrimiento.

El ser humano idealiza a la persona que decide amar y esto es un terrible piso resbaloso en el que todos caemos.

Sentimos el amor como una inversión que si no nos da lo que buscamos, sufrimos rupturas que nos llevan a la depresión o a la venganza.

Pero no. El amor jamás duele; sino que libera y empuja la existencia hacia adelante. Es tan básico y elemental para los seres vivos que aun la persona más agresiva y gruñona es capaz de sentirlo. Demandamos amor del universo hacia nosotros, sin que pensemos que quizá es todo lo contrario.

Entender que esta emoción es parte de la vida y que somos nosotros los que la transformamos con apegos y autoengaños es importante, porque pone toda la responsabilidad en nuestras manos.

Vivir el amor es una de las mejores experiencias de estar vivo. Nos hace sentir bien, promueve la salud de todos los involucrados y se forman nexos maravillosos que pueden durar hasta la muerte. Y dicen algunas escuelas budistas que incluso van más allá, hasta el renacer de alguien.

El cultivo del amor no depende del deseo carnal o de sacar adelante a la familia.

Amar es dar todo lo que podemos para que todos los seres vivos estén lejos del sufrimiento y en libertad.

Amar es actuar con Gratitud, Compasión y Generosidad; sabiendo que trabajar por los demás nos rodeará de más amor.

Amar es la expresión más pura de la Naturaleza Búdica de todos los seres… aún los que causan daño.

Y claro, hay más qué decir… pero eso será dentro de Yuko, el taller de amor y pareja que pronto anunciaremos

🙂


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