Revista Cultura y Ocio
Editorial La Cúpula. 192 páginas el primer volumen, 208 páginas el segundo y 191 el tercero. Primer volumen: ediciones originales de 1976-1982; segundo volumen: ediciones originales de 1983-1991; tercer volumen: ediciones originales de 1993-2004. Los libros de La Cúpula están editados en 2011, 2011 y 2012, respectivamente. Traductor: Francisco Pérez Navarro.
Conocí a Harvey Pekar (Cleveland, EE.UU., 1939-2010) gracias a la película American Splendor, rodada en 2003, y que imagino que llegaría a España ese año o el siguiente. La película me gustó mucho. El trabajo de Paul Giamatti, dando vida a Pekar, era muy bueno; y además me llamó la atención sobremanera su atrevido formato: una mezcla de imágenes reales, entrevistas a cámara de las personas que Pekar mostraba en sus cómics, al lado de los actores que estaban actuando como si fuesen ellos e imágenes de archivo (cuando Pekar empezó a ser mínimamente conocido estuvo participando en el programa televisivo Late night, donde le entrevistaba David Letterman) y dibujos extraídos directamente de sus cómics. En la feria del libro de Madrid de ese año, pregunté por los cómics de Harvey Pekar en una librería especializada, y aunque al principio uno de los vendedores pensaba que no tenían nada, otro recordó que la editorial El Víbora estaba publicando los cómics del dibujante Robert Crumb, y que uno de ellos estaba dedicado a las colaboraciones que hizo con Pekar para American Splendor. Y allí me sacaron el cómic: escondido entre montañas de páginas dedicadas a superhéroes estaba Pekar, el antihéroe mítico del cómic de la otra América, como Charles Bukowski podría ser el antihéroe mítico de la literatura de la otra América. Me gustó aquel cómic, aunque no sé dónde está. Se lo debí dejar a alguien que nunca me lo devolvió.
Años después la editorial La Cúpula empezó a publicar una antología de American Splendor, que en dos años alcanzó tres volúmenes. Mi novia, gran aficionada al cómic realista (o novela gráfica), los fue comprando –creo que alguno se lo regalé yo–. Desde hace tiempo, yo tenía ganas de leerlos, y creo que el deseo se avivó definitivamente después de ver la película Searching for Sugar Man, que ya comenté en el blog hace unas semanas. En esta película Rodríguez era un artista que había tenido que vivir de una profesión muy diferente a su quehacer artístico, y su deambular por las calles nevadas de su Detroit natal me recordó a algunas de las imágenes de los cómics de Pekar, otro artista que no podía vivir de su obra y que también caminaba por las inclementes calles de una ciudad norteamericana, Cleveland. Además, tenía por delante las vacaciones de Semana Santa y parecía un buen momento para leer estos libros de gran volumen, que resultarían algo incómodos de llevar en mi maletín de profesor para leerlos en el transporte público o en la ruta del colegio.
Harvey Pekar es el hijo de unos inmigrantes judíos de Polonia. Su padre tenía una tienda de comestibles en Bernard Malamud. Harvey no quiere ser como su padre, una persona culta atrapada por un trabajo que no le satisface, pero inevitablemente, en gran medida, va a repetir su ciclo vital. Pekar va a ejercer de funcionario de grado bajo en la ciudad de Cleveland, la mayor parte del tiempo en un hospital, y además va a escribir artículos sobre música o política para revistas especializadas de difusión nacional (antes de iniciarse en el mundo del cómic). Esta doble vida va a generar todo un sinfín de frustraciones para Pekar, convencido de que podría haber sido, por ejemplo, un profesor universitario, pero al que su origen humilde le ha impedido serlo, y que tiene que convivir con personas con unos intereses culturales muy diferentes a los suyos. Sus escritos en revistas nacionales le reportarán unos ingresos siempre inferiores al mínimo necesario para conseguir vivir de ellos. Lo mismo ocurrirá con sus cómics, de los que podrá sacar unos miles de dólares al año, pero, en todo caso, una cantidad insuficiente para dedicarse a ello en exclusiva. Además, también es consciente de que si dejase de trabajar perdería la mayor parte de los temas personales de los que habla en su obra. Cleveland en la que realizaba jornadas de noventa horas semanales, y además era un estudioso de la Torah. En este sentido los antecedentes familiares de Pekar me han recordado a los del gran escritor judío americano
“Imagínate, tío... Si no hubiera conocido a Crumb, nunca habría escrito guiones de cómics, para que veas...”, nos dice Pekar en una viñeta de la página 79 del primer volumen. Pekar coincide en Cleveland con el que años después iba a ser uno de los más famosos artistas underground norteamericanos, el dibujante de cómics Robert Crumb. Ambos son jóvenes coleccionistas de música jazz, y Pekar le muestra unos guiones que está escribiendo para un cómic basado en su propia vida. Crumb se convierte en uno de los primeros dibujantes de Pekar. Si tuviera que buscar un equivalente literario a estos libros sería el de una novela autobiográfica formada por relatos. Es curioso leer las historias que los componen, pasar de una a otra y encontrarse con la obra de múltiples artistas gráficos que representan a Harvey Pekar con rostros a veces diferentes, según la sensibilidad de cada dibujante. El método de trabajo de Pekar, por lo que he deducido en los libros, cuando hace lo que podríamos llamar metacómic, es el siguiente: él escribe los guiones, y va distribuyendo sus textos en viñetas, que dibuja con monigotes. Luego este material se lo envía a uno de los dibujantes que en ese momento trabajan con él, junto con fotografías que muestran las localizaciones de los lugares que aparecen en esa historia. Quizás este procedimiento provoque que en muchos de los relatos de esta antología prevalezca el pensamiento sobre la acción. Recuerdo en especial una historia del segundo libro, titulada Mañana cumplo cuarenta y tres años (cómo vivo ahora). En ella, Pekar pasea por un parque reflexionando sobre su vida y el paso del tiempo. No hay más personajes, no hay diálogos; en la parte superior de las viñetas un cuadro recoge los pensamientos de Pekar y, abajo, los dibujos de Gerry Shamray muestran a un hombre que camina por un parque, un hombre que se pasa la mano por la frente, angustiado; que se detiene junto a un árbol; que mira al cielo... Un pensamiento sobre la acción que nos puede acercar al existencialismo francés de Sartre o Camus.
Para Harvey Pekar la vida cotidiana, el puro hecho de levantarse de la cama e ir hasta el trabajo, es todo un desafío. Muchos peligros parecen acecharle en cada paso: un pequeño golpe con el coche, que hará que tenga que gastarse un dinero con el que no contaba en un taller de reparaciones, la pérdida de unas gafas, una discusión con un compañero de trabajo, un editor de revistas que se retrasa en el pago de un artículo... La angustia domina la vida de Pekar, que cuando no tiene preocupaciones parece buscarlas. Además de la angustia, su comportamiento obsesivo-compulsivo parece desbordarle: como coleccionista de discos de jazz estará casi dispuesto a pasar hambre por conseguir un disco raro, que muy probablemente almacenará sin escuchar.
El sentimiento de soledad también parece ser uno de los temas más recurrentes del primer volumen, hasta que conocerá a Joyce, su tercera esposa, uno de los personajes clave en American Splendor. El miedo ante la enfermedad cobrará cada vez más presencia, según el narrador va cumpliendo años, la afonía crónica primero, y luego el cáncer que le detectan, el deterioro de una cadera... Una reflexión sobre la lectura de cómics y la percepción de la realidad: yo normalmente leo novelas, y me doy cuenta de que interpreto el mundo en líneas de texto. Continuamente me narro a mí mismo lo que me ocurre como si estuviese escribiendo mentalmente. Durante los días que he estado con estos cómics he llegado a percibir viñetas de cómics al conversar con alguien. Estaba sentado en un bar enfrente de unos amigos y veía los encuadres de las viñetas y los bocadillos de texto insertados sobre la persona que estaba hablando. Quizás Harvey Pekar habría llegado a ser un artista más reconocido y más completo si él mismo hubiese sido capaz de dibujar sus historias; pero en todo caso marcó una de las líneas del cómic moderno para adultos, abriendo el camino a la novela gráfica, por la que muchos otros han transitado después con mayor éxito que él: Daniel Clowes, Chester Brown, Joe Matt, Peter Bagge, Jeffrey Brown, Jaime Hernandez...
Quizás para mí el problema de las novelas gráficas es que se leen enseguida. Por eso prefiero leer obras completas, como cuando leí Paracuellos de Carlos Giménez (lo comenté en el blog, ver AQUÍ); así que leer seguidos los tres volúmenes recopilatorios de American Splendor, con los que he estado casi una semana, lo puedo considerar una experiencia similar a leer una novela. La verdad es que me ha interesado leer sobre Harvey Pekar, un personaje con muchas aristas; y me he quedado con ganas de más. Me habría gustado que este recopilatorio hubiesen sido las obras completas de Harvey Pekar, que deben ser cientos y cientos de páginas.