Javier Rico
La foto de la portada de esta entrada al blog, dice muchas cosas. La imagen de Félix Rodríguez de la Fuente preside una de las charlas a alumnas y alumnos del colegio que lleva su nombre en Coslada. Tiene un halcón peregrino en sus manos, yo una cigüeña negra, símbolos de que aún quedan especies amenazadas. Lo peor de todo: la cosa no ha mejorado mucho desde que Félix nos enseñó a conocer y respetar la biodiversidad. “Te hemos fallado amigo”, le digo dirigiéndome a él; pero “vosotras y vosotros no le vais a fallar ni a él ni a mí”, digo al público infantil que tengo delante.
“¿Y tú conociste a Félix?”. “Quería mucho a los animales y en el cole también les queremos mucho”. “Murió enseñándonos a amar la naturaleza”. “Nos sabemos la canción de Amigo Félix, te la vamos a cantar”. Durante unos cuantos días hemos pasado momentos muy especiales con las salidas para abrir aulas en los parques con el alumnado del colegio Félix Rodríguez de la Fuente. Como en todos los recorridos, nos hubiera encantado decir y comprobar que los gorriones comunes y las golondrinas comunes pasan por buenos momentos, que no hay basura tirada en los parques o que no se elimina vegetación esencial en los mismos, como los setos.
Sin embargo, aparte de hablar de las cosas buenas y que van bien en torno a la biodiversidad en general y la urbana en particular, es imposible sustraerse al impacto que provocamos en el medio cuando hacemos nuestras rutas. Hoy mismo, con otro cole, El Greco de Villaverde, hemos contado cientos de plásticos, envases, papeles, cartones, botellas de vidrio, latas… durante nuestro paseo hasta el río Manzanares. Además, con la vista puesta en la ciudad de Madrid, una densa capa gris destruía el claro azul del cielo a medida que bajábamos la mirada hacia el horizonte urbanizado de la capital.
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" aperture="aperture" />Ya en el río, con una orilla alterada por paseos, carriles bici, aparcamientos y parques, son muchos los álamos y olmos que sucumben a la progresiva pérdida de suelo fértil y la erosión de unas laderas cada vez más pobres. Hace unos días, unos operarios del Ayuntamiento de Madrid nos dijeron a otro grupo de escolares, este del IES El Espinillo, que eliminaban la vegetación arbustiva de ribera, aquella en la que hace unos años veíamos al pájaro moscón, por la plaga de mosca negra que había en Villaverde.
“Mal”. “Muy mal”. “Mira Javier, otra bolsa, fatal”. “Y ahí debajo hay una lata, qué pena”. “Y encima no recogen la bolsa de la caca del perro”. “Profe, mira, la papelera al lado y todo en el suelo”. Todo esto nos iban contando los peques de primero de primaria del CEIP Félix Rodríguez de la Fuente mientras paseábamos por el parque de El Cerro de Coslada e intentábamos abstraernos de todo ello gracias a los cantos del carbonero común y del petirrojo y los vuelos raudos y gritos de alarma de los mirlos comunes.
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" aria-describedby="caption-attachment-2830" data-orig-size="1652,1239" sizes="(max-width: 640px) 100vw, 640px" aperture="aperture" />Parte de esta basura que detectamos en los parques se acumula en los setos, fundamentales para la vida y refugio de mirlos, petirrojos, gorriones y currucas, entre otros. También hemos comprobado la eliminación de estas franjas de matorral que enriquecen la biodiversidad de los parques urbanos. Lo mismo que las parcelas con vegetación espontánea de gramíneas, malvas, dientes de león y jaramagos. Un parque no debe ser solo una sucesión de praderas con césped rasurado y cuatro árboles entre ellas. Curiosamente, las zonas con vegetación más diversa y espontánea es la que más basura contiene, porque mucha gente aún la ve como un descampado con malas hierbas.
Podríamos seguir hablando de cómo hemos visto transformar algunas de las orillas del Manzanares y los descampados llenos de vegetación en solares con aparcamientos de coches, áreas de recreo, parques infantiles, polideportivos y sendas asfaltadas. Todo ello en los casi diez años que llevamos de Aver Aves.
“¿Veis como aún hay mucho que hacer?”, les decimos a los escolares del colegio de nuestro amigo Félix. Pero no hay que desistir. La atención y emoción con la que siguen nuestras explicaciones y recomendaciones son una buena señal de que no permitirán más tropelías ambientales. Pero claro, todo no depende de ellas y ellos.
Afortunadamente, no todo es malo, y también nos fijamos en esos parques que dejan espacio para una vegetación más natural y no ultratratada con podas, siegas y productos químicos; para la colocación de cajas nidos para aves y murciélagos; o para la implantación de fuentes y estanques útiles para que beba y se asee la fauna. No todo está perdido, amigo Félix. Por nuestra parte, no dejaremos de abrir aulas en los parques para seguir lanzando tu mensaje de conocimiento y respeto por la naturaleza
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¡No esperes más y vente con Aver Aves!