Revista Solidaridad

Amigo, ¿ya murió mi niño?

Por Iñaki Iñaki Alegria @InyakiAlegria

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“Amigo, vamos ya.”

 

Es la voz medio moribunda de una joven de 18 años embarazada y con contracciones de parto dentro de la ambulancia camino al hospital, mientras me sujeta la mano con la poca fuerza que le queda mientras deja ir al aire: “Amigo, vamos ya.”

 

El sonido del camino es el vaivén de la ambulancia subiendo y bajando los baches del camino sin asfaltar. Sonido que se acompaña de gemidos de sufrimiento de Victoria, nuestra mujer encinta.

 

“Amigo, ¿ya murió mi niño?”

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Susurra con miedo. Deseando que el niño que lleva dentro siga vivo. Le preceden dos embarazos con dos dolorosos partos a los que sobrevivió, ella, más el niño nació muerto en los dos embarazos previo. Estamos ante el tercer embarazo. Una madre sin ningún hijo que espera ansiosa.

 

“Amigo, ¿sigue vivo mi niño?”

 

Susurra… Al tacto vaginal, vómitos de aguas meconiales. Mal pronóstico. Signo de sufrimiento fetal. Algo va mal allí dentro. El niño debe salir de inmediato… pues prolongar el sufrimiento será una muerte asegurada. Es preciso y de urgencia vital para el niño realizar una cesárea urgente. Inmediata.

 

Problema. El hospital municipal tiene en estos momentos el área quirúrgica cerrada. No es posible realizar la cesárea. Proponen derivar al hospital de referencia en la ciudad de Benguela, más se encuentra a hora y media de camino y sin duda el feto morirá en el camino.

 

La única posibilidad de salvación del niño pasa por realizar una cesárea urgente en nuestro centro, con nuestros limitados recursos y rezar… rezar…

 

“Amigo, llévame ya.”

 

De nuevo en la ambulancia. De nuevo los mismos baches. De nuevo el vaivén. De nuevo el dolor. De nuevo los quejidos… Regresamos a nuestro hospital. Viaje en vano. Sufrimiento de la madre en vano. Sufrimiento del niño en su interior en vano.

 

“Amigo, voy a morir de dolor.”

 

Llegamos. Bajamos la camilla del hospital. Con dificultad conseguimos el cambio de camilla. Victoria se mueve ya con mucha dificultad y dolor. Entramos en quirófano. Cesárea.

 

Las manos de la hermana misionera, médico, realizan la incisión en la ya a tensión barriga de Victoria. Llega al útero. Realiza la incisión. Salpican aguas espesas y marrones: meconio. Mete la mano dentro encontrando los pies del niño. Estira. Pies azules manchados de meconio. Mala señal. Vuelve a meter la mano. Sujeta dentro la cabeza del niño. Estira hacia afuera. El agujero de la incisión es pequeño.

 

La intervención se hace eterna. Cada segundo se prolonga cómo si de horas se tratase. Cada segundo que pasa se acorta la vida del niño que sigue dentro. Finalmente las habilidosas manos de la hermana misionera, doctora, cirujana, ginecóloga… y santa… logran sujetar con fírmeza la cabeza del niño. Estira, estira… Ya está casi fuera. Un poco más… Finalmente sale la cabeza y el cuello… pero… El cordón umbilical presenta dos vueltas alrededor del pequeño cuello del niño estrangulándolo… La hermana rápidamente deshace las dos vueltas y libera al niño. Saca hombros y el resto del cuerpo. Pinza el cordón.

¡¡Bienvenido a la vida!!


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