Acabo de aterrizar en Barcelona, después de una increíble y “perfecta” semana de vacaciones.
Aún estoy en estado de shock ( a la par que sorprendida) ya que, en el previo al viaje, mis expectativas se habían devaluado y tenía una gran inquietud respecto a nuestra elección… Pero, el “Ya se verá” (*) ha funcionado de una forma asombrosa y vuelvo, encantada de la vida (de esos días, otros posts anteriores os darán una idea ).
Se han dado una serie de variables ( todas a la vez) que han moldeado una semana de esas de ensueño. Una de las cosas que me llevo, es una nueva amistad de esas “espontáneas” e intensas y una invitación a visitar Los Angeles .
Aunque parezca un feeling exaltado fruto de un “colocón emocional” , de esos típicos de las vacaciones, en este caso las cuatro personas afectadas creemos que se produjo una sintonización total ( ¿de nuestras ondas cerebrales?), espontánea y natural que nos hizo interconectarnos de la misma forma. También, nos embargó la certeza de que nos volveríamos a encontrar…
Desde el principio, ese “estar en la onda” se manifestó de forma clara . Esto me ha llevado a reflexionar sobre la atracción que se genera entre los seres humanos ( y ahora no hablamos de la sexual) que hace que personas que no se conocen de nada y que provienen de lugares diferentes del mundo , se detecten , se atraigan y se relacionen. Se me ha confirmado que existe esa energía vital que con unos choca y va contracorriente y con otros se fusiona de forma fluída . El feeling nos rodea y se manifiesta .
Así que he vuelto más rica. Enriquecida en experiencias placenteras que me han hecho sentir privilegiada y agradecida y con nuevas personas que estarán presentes y forman parte, ya, de mi modesta biografía.
Lo dicho : Muy agradecida.
N. B : Maestro Zen y el “Ya se verá”
Cuenta la historia de un niño que nació en una familia muy rica, por lo que podía tener un caballo. Todos le decían: “¡qué niño más afortunado!”.
A lo que el Maestro Zen dijo: “Ya se verá”.
Un día el niño se cayó del caballo y se rompió las dos piernas. Todo el mundo empezó a decir: “Qué mala suerte. Qué niño más desafortunado”.
Entonces alguien preguntó al Maestro Zen y él respondió: “Ya se verá”.
Al cabo de unos meses estalló una guerra. El chico, como tenía las piernas rotas, se salvó de ir a la guerra. Entonces todo el mundo empezó a decir: “Qué suerte. Qué niño más afortunado”.
Entonces alguien preguntó al Maestro Zen y él respondió: “Ya se verá”.