Estas vacaciones han dado para mucho, música y amistades, viajes con paisaje y paisanajes... Difícil elegir, pero del reencuentro con Diego Fernández Magdaleno en su Medina de Rioseco (la llamada India Chica) me gustaría dejar constancia escrita.
No hacen falta disculpas para ver a los amigos, aunque completar "Passio" con el mejor guía posible (10 veces con la mía) y disfrutar de un día en Tierra de Campos era buena... y así resultó.
Es curioso que las llamadas redes sociales lleguen a unir personas hasta el punto de conocerse "de toda la vida". Sobre el tema habría mucho que escribir (Diego lo hace genial... ¡gracias por "El tiempo incinerado"!) y en mi caso tengo algunos que espero contar algún día con más detenimiento, incluso transoceánicos, aunque con el gran Diego fue especial desde nuestro primer abrazo real en León, hace casi dos años...
El cariño por su pueblo es mútuo y se nota a cada paso. El nuestro también, en cada frase y gesto, en cada comentario compartido.
De la "Soledad sonora" nada mejor que el homenaje del propio Pedro Aizpurúa, de Andoain pero vallisoletano (así es un vasco), organista, compositor, padre espiritual, docente, compañero y amigo de su intérprete de cabecera y destinatario de Clusteriana Didarus. O ese Homenaje musical al silencio donde la electrónica (grabación en cinta) complementa sonoridades silenciosas y palabras que Diego maneja tan bien como los pentagramas: "La música es la palabra del silencio" (Unamuno), "Menos es más", "Quién sabe si el deseo profundo de la música es no ser oída, sino percibida más allá de los sentidos" (Thomas Mann) o "Música callada, Soledad sonora" (San Juan de la Cruz).
Las Resonancias organísticas que flotan en el Steinway de Diego me han hecho conjugar "Tu" y "Nos" más que "Ego", y permitiéndome la licencia de parafrasear ese regalo de CD que aún no ha dejado de sonar, lo nuestro es "Amistad sonora".
¡¡Gracias Diego!!.