Si fuera por lo que dice la gente de derechas, la derecha no existiría. La gente de derecha, esa encantadora gente que te mira por encima del hombro, la que disfruta distrayendo impuestos y dice no interesarse por la política, sabe muy bien qué y a quién tiene que votar. Sí, me refiero a esa gente que dice no interesarle la política, pero cuando habla lo hace repitiendo los mismos argumentos que los portavoces de ese partido que siendo de derecha dice ser liberal o de centro. Esa gente, puedes tenerlo claro, seguirá votando lo mismo por muchos desvergonzados y cajas negras que atesore en una sede remodelada con dinero b.
La situación actual no es una novedad. Crisis económica e incapacidad política para dar la respuesta adecuada, ciudadanos desconfiados y políticos más preocupados del rédito personal y electoral que en ofrecer medidas eficaces y honestas. No es nuevo el desafecto, tampoco el desamparo que percibe el ciudadano desde unos escaños que, en teoría, están ocupados por personas que le representan. ¿Los dependientes, los emigrantes y los parados? ¡Que se jodan!, como dijo alguien que aún hoy sigue sentada en uno de esos escaños reservados, dicen, a los representes del pueblo. ¿De qué regeneración hablan cuando hablan de regeneración?
El PP es ineficacia y corrupción, pero eso a la gente de derecha, a esa gente que dice no interesarle la política, le importa muy poco. Sus líderes dicen estar indignados, pero son los mismos que miraron hacia otro lado cuando los casos de corrupción comenzaron a ser una constante entre sus filas. “¡No vienen a por mí. Vienen a por el PP!”, gritó un alcalde camino del juzgado. Y el PP, como una orquesta efectista entonó la misma salmodia. Cuando se supo lo de Bárcenas, quien todavía es presidente del Gobierno, le deseó suerte y dijo que estaba haciendo todo lo posible. Cuando el juez investiga el dinero negro, el PP reacciona destruyendo el disco duro. ¿De qué regeneración hablan estos delincuentes?
Ante tanta obscenidad, y cuando aparecen indicios de una población dispuesta a cambiar su habitual tendencia electoral, se orquesta una campaña contra esa posibilidad anunciando toda clase de catástrofes si el ciudadano no vota aquello que, el poder, considera prudente y sensato. ¡Votad lo mismo para que todo siga igual!, diría su eslogan. Los editorialistas de El País, se unen a esa maniobra observando el voto como un factor de riesgo y entregándose a la estrategia de imponer un pacto de amnesia social.
El poder siempre ha buscado la complicidad de un pueblo dócil. Es una constante refrendada ahora por ese elogio bobalicón de la llamada mayoría silenciosa. Afirma Jordi Savall que: “La ignorancia y la amnesia son el final de toda civilización”. Dimitido el melómano del Gobierno por intereses demoscópicos, probablemente pocos ministros sepan quién es este músico, pero todos se aplican en el fomento de la amnesia. En este sentido, y con los últimos nombramientos, ¿alguien se sorprende que se meta mano en la televisión pública para ayudar a que el PP vuelva a ganar las elecciones?
Es lunes, escucho a Kenny Shanker:
No es corrupción, es Mafia, Corrupción política y democracia…20 años después, Riqueza que empobrece, Breve introducción a la historia de la corrupción, ¿Puede hacer algo Rajoy contra la corrupción del PP?, El perdón de los pecados, CIS, prensa y Podemos, Ustedes perdonen, Que se vayan, Reflexiones del sábado, Génova 13: nido de corrupción desde siempre, Hilillos de perdón, Los nuevos “outsider”, 7 ideas para luchar contra la corrupción.