Revista Opinión
Buenos y dulces días... Aisss... Qué semanita, eh??? Vaya bombardeo de anuncios, mensajes cariñosos, emoticonos empalagosos y demás... Pero ya pasó. Ayer fue el día D, el día de los enamorados, y qué mejor excusa para hablar, nuevamente, del amor (ver post 'Más que amor frenesí'). Yo no quiero hablar de las relaciones de pareja, de tríos, ni de las que son de mí a mí...
Yo quiero hablar del AMOR, en mayúsculas, del puro, del sincero y del irracional, el que te recorre todo el cuerpo y no sabes ni porqué ni puedes entender. Y qué mejor manera de hacerlo que elevar a vox populi algo que he estado viviendo en casa en las últimas semanas. Para quién no lo sepa tengo un hijo, que es lo que más quiero en el mundo, y que ya veo que va a sufrir lo indecible por amor. Hace dos semanas que está en una nube (ya de por sí lo está, pero ahora más): tiene comportamientos extraños, no tiene mucha hambre, se queda en pavia (más), etc. Hasta la semana pasada no sabía porqué podía ser, pero una fiesta en el cole me lo desveló; bueno, más bien, fue la post fiesta, cuando fuimos a merendar a una cafetería y empezó a hacer más cosas extrañas. ¡Qué vergüenza pasé!. Se subía a las sillas, a los bancos, pegaba voces y ponía caras raras. Lo reñí, en varias ocasiones, pero lejos de parar, parecía que se enfadaba e insistía en esa especie de 'juego' inventado. Ya no pude más, me lo llevé a parte y le pregunté qué le pasaba. Ni me miraba cuando le hablaba... ¿¿¿Lo habían hipnotizado??? Lo parecía. Estaba absorto, con las retinas fijas en un punto de la sala y una media sonrisa que yo no podía entender. Hasta que lo entendí todo... Me giré y miré hacia donde él lo estaba haciendo durante mi charla, y ahí estaba! Morena, tez blanquecina, ojos negros, delgada, alta para su edad y con la vista clavada en mi hijo. ¡Madre mía! ¡Es eso! ¡Está enamorado! Increíble... Pensé, esta es de otra clase... Y, lo que más me dolió, es pensar que el niño se nos hace mayor y ya va empezar a sufrir... A partir de ahí, entre comillas, me relajé. Ya sabía el porqué de tanta tontería... No tuve más remedio que dejar que siguiera haciendo el ridículo y yo aguantarme las ganas de meter la cabeza debajo de la mesa, pero lo que más gratamente me sorprendió, fue que la muchacha en cuestión empezó a hacer lo mismo que él, a buscarlo, a abrazarlo y a seguirle el rollo. Así pasamos la tarde... Luego, en casa, me dijo cómo se llamaba, que se iban a casar y no sé cuántas cosas más. Convencido. Contento. Sin ningún tipo de pudor, como algo lógico y normal. Yo volví a pensar cuánto va a sufrir este hombre por amor...
¿El broche final a este relato? Ayer. El día D. Lo primero que hizo mi hijo al levantarse fue hacerle un dibujo a su amor, porque está enamorado y quería hacerle un regalo. !Gran regalo! No sé cómo acabará esta historia, pero me lo puedo imaginar. Espero que el desengaño no sea traumático y que con un par de chuches y muñecos se cure. Ojalá pudiéramos arreglar las cosas tan fácilmente, ¿no? Por cierto, no sé si lo he dicho, mi hijo se llama Pau y tiene 5 años.
¡Dulces saludos gente!