De dos amores diferentes nos hablan desde Puerto Rico y Cuba. Kristal Marie nos presenta Amor Fú. Mientras por la parte cubana, un Indio, El Naborí, dedicando su poema a García Márquez, nos hace el honor con, El amor en los tiempos de prosa.
Éramos amigos, aún recuerdo la primera vez que nos vimos; sus ojos atravesaban mi pantalón y con esa sonrisa peculiar movía su lengua mirándome los senos. No teníamos grandes encuentros, solo sonrisas, miradas punzantes y peligrosas provocaciones gestuales. En una noche cualquiera fumando los mismos cigarros baratos de la estación de gasolina, sus labios amargos rosaron mis labios.
Sentía su corazón latir, su excitación era vibrante, saboreé la nicotina en sus labios mientras él apasionadamente lamia mi cara. Ambos nos deseábamos tanto, era pura lujuria, desenfreno y esa pasión cojonuda con la que solo los amantes se pueden coger.
Nuestro gran encuentro se prolongaba días, noches y semanas. Lo imaginaba en mis sueños arrancándome las bragas, tragándome su humo, ahorcándome lentamente en el éxtasis del placer. Llegó la noche y en medio de nuestros vicios me tomó fuertemente en sus brazos, arrancó mis cabellos en medio de tanta pasión, rompió mi vestido y con agresividad mordía y chupaba mis pechos.
Ambos embriagados y sudados caímos en una especie de mosto, nos besábamos y sin ninguna sutileza bajo mis bragas de ceda empapadas me penetró con fuerza, más duro y fuerte con odio y desprecio. Entre gemidos y golpes lo tiré a una silla me posé frente a él y mi boca recibió su esperma amarga. Me recogió entre sus brazos y con cierta indiferencia colocó sus dedos en mi clítoris y como resultado tuvo mis fluidos. Se marchó como siempre, decidido e irreverente y sin mirar atrás.
Era un coqueteo con las drogas, la clase de amor que te lleva a locura y al deseo desmedido. Siempre nos volvíamos a encontrar entre bullicios triviales y mis bragas de ceda, odiando follar con personas que no fueran nosotros dos.
Por: Kristal Marie
El amor en los tiempos de prosaestá velando día y noche,
sustituyendo con los ojos suyos
bañándome, vistiéndome, besándome,
no hubieran decidido suicidarse
una joven pareja enamorada,
y reafirmamos que es posible
la eternidad en el amor.