Revista Opinión

Amor intempestivo

Publicado el 14 febrero 2022 por Jcromero

Dicen que todo autor escribe sobre su propia identidad, que modela los personajes con sus inquietudes y anhelos, con lo que desea o detesta, con sus propios puntos de vistas y vivencias, incluidas aquellas que desea olvidar. Esto es lo que hace Rafael Reig en Amor intempestivo al crear un personaje de sí mismo; un tipo que, en la honestidad del texto, trata de encontrar su alma buena.

El relato comienza con una mesa redonda en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a propósito del Festival Eñe que, en 2016 y comisionado por Marta Sanz, reunió a escritores de la misma generación como Javier Azpeitia, Antonio Orejudo y el propio Reig. Termina con la celebración de cumpleaños del autor, con la siguiente invocación a sus padres y así mismo. "Si mis padres resucitaran mañana, ¿qué podría enseñarles para merecer su aprobación? ¿Una docena de novelas?". Entre un evento y otro, Rafael Reig reconstruye su vida: su afán y dudas para convertirse en escritor, su actividad como docente y novelista, su relación con la familia y con las mujeres.

Amor intempestivo

"Las novelas -como la vida- se leen desde el primer capítulo hasta al último, pero se escriben siempre desde el final". Esto es lo que hace Reig cuando, sobrepasado los cincuenta, escribe en un cuaderno de tapas negras acompañado de algún que otro whisky. "¿A partir de qué edad empieza uno a echarse de menos a sí mismo?". Desde la perspectiva que dan los años, el autor se busca desbrozando los avatares y dudas como aspirante a escritor obstinado en firmar una obra maestra: "¿me gustaba ser escritor o en realidad también me gustaba escribir?". "¿Qué clase de jóvenes soñarían con ser novelistas cuando la literatura ya había perdido toda relevancia social? Los últimos que llegaron a tiempo fueron los que tenían diez o quince años más que nosotros: Javier Marías, Muñoz Molina, Millás, Mendoza, Llamazares...". Esa inquietud, latente en todo el relato, constituye uno de los aspectos más relevantes del libro.

En la narración hay mucho del autor. El título, que es un homenaje a sus padres, alude al tiempo en el que estuvieron hospitalizados en distintas plantas del mismo hospital. Un episodio que reconstruye en conversación con una hermana: "Y los dos nos reíamos, casi con lágrimas, recreando por teléfono aquel noviazgo tardío, ese amor intempestivo, en un pasillo de hospital, con vendas y ternura, con sondas y caricias, con memoria y esperanza".

De su sus experiencias con mujeres, tanto en el Madrid de la movida como en las universidades norteamericanas, destaca la diferencia que encuentra entre las mujeres y el sexo en España y Estados Unidos o lo que aprendiera de una mujer francesa con más edad y experiencia que él. "La cultura juvenil norteamericana, desde los años cincuenta, promociona el sexo recreativo... Yo venía en cambio de una cultura taurina y trágica, en la que el sexo es aflictivo, oscuro y violento". "Lo que me enseñó Marie es que el placer aumenta con el esfuerzo. Uno puede conformarse con escuchar a una charanga interpretando Paquito el chocolatero, sin duda; pero valen la pena el tiempo y el trabajo empleado en poder disfrutar mucho más con Mozart. Los meses empleados en leer a Proust ponen a tu alcance un placer desconocido e inalcanzable para el lector de Pérez Reverte" .

Rafael Reig escribe sobre su afán por convertirse en escritor, sobre su obsesión por escribir una O.M. (obra maestra) y sobre la opción de encontrar en la escritura sentido a su propia vida. Al cerrar el libro, quien lee puede preguntarse: ¿cuánto hay de real y de ficción en sus páginas? ¿qué es lo que le lleva a alguien a escribir sobre sí mismo y su familia de manera tan explícita? ¿Conocerse mejor a través de la escritura?¿Encontrar sentido a su vida?


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