
La base del filme no viene a descolocar a nadie. Quien más y quien menos ha experimentado el amor en sus diferentes fases. La película parte del enamoramiento entre un joven americano y una divorciada europea en la ciudad de la luz. Cada caricia, cada mirada, coreografiadas al milímetro, nos envuelven e irremediablemente nos trasladan a nuestro campo de siembra. Enseguida la sequía hace acto de presencia y el metraje se vuelve más áspero. La oscuridad del guión a partir de ese instante es proporcional a la cantidad de luz empleada en cada fotograma por muy paradójico que resulte.

Lo que no es complicado de atisbar son los excesos de un director que los ha convertido en marca de la casa. En contadas ocasiones lo reiterativo se convierte en atractivo. Hermosos planos a contraluz, travellings como sombra de los personajes, picados para ensalzar la frustración. Pocas veces el manejo de la luz es tan protagonista como aquí y aunque por momentos pueda desesperar también es de agradecer cómo Malick hilvana las emociones a través de la técnica.

Para feligreses del amor y sus efectos en todas sus manifestaciones.
Lo mejor: la fotografía en su mayor vertiente de arte conceptual.Lo peor: considerarla como una rama endeble de El árbol de la vida.
NOTA **********