Para muchos adentrarse en el mundo Malick supone una experiencia extrasensorial digna del mejor estudio. Ansían que pasen los años para que de nuevo el maestro del hipnotismo cinematográfico les conduzca al éxtasis. Para otros, entre los que me incluyo, el cineasta posee un poder casi inexplicable, que funciona como un imán para atraernos a su obra a sabiendas de su imperante pedantería. En este punto de partida llega To the Wonder. La hermana menor de El árbol de la vida, declaran algunos. Y es que Malick nos ha obligado a compararlas. Vestidas por el mismo diseñador, en sus entrañas conviven distintos espíritus. Lo que allí era una tesis filosófica sobre la existencia aquí es una lección dictada sobre el amor. Más asequible a un público que traía los deberes bien hechos. Curiosamente esa predisposición ha hecho que este viaje de encuentros y desencuentros haya llegado a buen puerto y por fin mi conciliación con Malick sea un hecho. A veces menos es más.
La base del filme no viene a descolocar a nadie. Quien más y quien menos ha experimentado el amor en sus diferentes fases. La película parte del enamoramiento entre un joven americano y una divorciada europea en la ciudad de la luz. Cada caricia, cada mirada, coreografiadas al milímetro, nos envuelven e irremediablemente nos trasladan a nuestro campo de siembra. Enseguida la sequía hace acto de presencia y el metraje se vuelve más áspero. La oscuridad del guión a partir de ese instante es proporcional a la cantidad de luz empleada en cada fotograma por muy paradójico que resulte.
Pero Malick, como es lógico, no se ha quedado en diseccionar los procesos del amor terrenal como ya se hiciera de forma ejemplar en la recientemente estrenada Blue Valentine. Va más allá en la búsqueda del amor. Para ello escarba en el personaje de Bardem. Un párroco en busca del amor a Dios. "Sedientos. Tenemos sed" confiesa en un momento este personaje resumiendo lo que somos. Su fe cuestionada es el paradigma de una crisis que se extiende como la espuma en la sociedad actual. Porque en definitiva To the Wonder nos habla de ese proceso de búsqueda y compromiso. Valores que cada vez cuesta más encontrar.
Lo que no es complicado de atisbar son los excesos de un director que los ha convertido en marca de la casa. En contadas ocasiones lo reiterativo se convierte en atractivo. Hermosos planos a contraluz, travellings como sombra de los personajes, picados para ensalzar la frustración. Pocas veces el manejo de la luz es tan protagonista como aquí y aunque por momentos pueda desesperar también es de agradecer cómo Malick hilvana las emociones a través de la técnica.
Para feligreses del amor y sus efectos en todas sus manifestaciones.
Lo mejor: la fotografía en su mayor vertiente de arte conceptual.Lo peor: considerarla como una rama endeble de El árbol de la vida.
NOTA **********