Acumulo
42 cadáveres en el armario.
Pronto
deberé hacer hueco para el próximo
que empieza
a materializarse de manera innegociable.
Según mis cálculos
no debe quedar espacio para más
de 7 u 8.
Todos portan mi rostro macilento.
No soporto
su letanía patética sobre lo que pudieron
haber sido.
Salgo a la calle árida devorada de hambre
fumo compulsivamente
como queriendo adelantarme al futuro ectoplasma.
Pienso en jaulas
y
en distintas densidades del dolor.
Pienso
en cuanto me hubiese gustado, de verdad,
hallar vida en Marte.
Agradezco
hasta la médula la manifiesta cortesía
del mendigo
que se convierte en bulto tras mantas
y cartones
para evitarnos cualquier atisbo improbable
de conciencia.
Pero contra todo pronóstico y apuesta
decido
entrar en una de esas tiendas de bricolaje
que detesto
y le digo al entusiasta dependiente
que deseo
un armario tan amplio como tu sonrisa.
Infinito, añado.
¿O acaso pensabas que este poema, como todos,
no era para ti?