Al principio me recordó a Camus. Esa prosa demoledora y la poca importancia al mundo que rodea no podía tener otra inspiración. Después llegó Sartre y entre las páginas comenzó a colarse el existencialismo en la era informática. Tenía entre mis manos un cóctel molotov, dos padres y un hijo (Houllebecq), muy franceses ellos, dispuestos a amargarme la existencia durante el fin de semana.
Ampliación del campo de batalla narra la decadencia sin frenos de un ingeniero informático recién entrado en la treintena que se debate entre el recuerdo de una novia con la que no tiene contacto desde hace dos años y con el inmenso hastío que le provoca la vida en la que se encuentra atrapado.
Hay grandes dosis de desgana, desencanto y odio entre las escasas páginas de esta novela, pensamientos depresivos y psicóticos que van desencadenando, más lentamente de lo que parece, el desvarío del informático.
Lo peor de estas novelas es reconocerte en algunas reflexiones y salir a la calle, después de leerla, siendo incapaz de disfrutar del espectáculo de cualquier grupo de niños jugando en los columpios. Lo mejor, cómo es capaz de atraparte, hasta tal punto que no queda nada de ti cuando llegas a la última página. Te quedas vacío y no puedes separar de tu conciencia algunos pasajes.
Yo os la recomiendo. Este tipo de experiencias destructoras me hacen admirar mucho más la literatura.