Johan van der Keuken, fue uno de los documentalistas más representativos de Holanda, realizador, fotógrafo y escritor que mejor supo retratar a Amsterdam, sus calles, gentes y espacios escondidos; con más de 55 documentales, su cámara se convirtió en la memoria de una época, de una ciudad y de los más diversos habitantes, costumbres e identificaciones, en un país convertido en su propia Aldea Global. Van der Keuken, que por tercera vez es reseñado en este blog, no sólo fue un gran generador de imágenes en movimiento sino todo un gestor e industrial de la imagen y cultura de su país, que pasó por los más diversos formatos, duraciones y representaciones; además, a través de la cámara, no sólo registró diversos eventos sino que creó su propio discurso, uno que mediaba entre el ensayo, la observación y el político."Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos." Italo Calvino
Este épico documental de casi cuatro horas de duración, se puede resumir en un retrato que hace el realizador holandés a su ciudad, a una Amsterdam de inmigrantes, de calles y pasadizos, de postales y bicicletas, de hombres y mujeres que deambulan por una ciudad enmarcada por el agua, por canales y pequeñas piedras que hacen camino a todas estas personas, por la también se desplaza en su moto el joven mensajero Khalid, el protagonista de esta obra, pero al igual que los otros, hombres sin tierra, caminantes, desplazados acogidos por esta ciudad. Este retrato multiracial, le llevó dos años al documentalista, y no sólo compuso las imágenes con Amsterdam, sino con otras ciudades, las de origen de un boliviano trotamundos, un checheno que conocer de cerca la guerra y un practicante de kickboxing; con un estilo observacional, más que entrevistas directas - que las hay- der Kueken, se va integrando a la vida de estas personas, a las realidades de estas calles que huelen, se ven y aparentan al igual que quienes las transitan. Un trabajo con una narrativa organizada a partir de lo musical - no lo rítmico, como en el montaje- sino la progresión de ésta, por tal razón escuchamos diversos géneros pero enfatizados en el jazz, música que prevaleció en la obra del holandés; igualmente el trabajo tiene como protagonista a Khalid, y a partir de sus últimas acciones también se van formando nuevas historias, lo que lo hace parte central del eje narrativo.Vale destacar los créditos de inicio de este documental, en el que se forma la palabra Amsterdam con diversas letras de la ciudad, y obviamente ya empezamos a escribir de la calidad del montaje por parte de Barbara Hin y del mismo van der Keuken, quien además de dirigr, escribir y manejar la cámara, es quien explora las capacidades de tal ciudad; no podemos dejar de lado el trabajo de la sonidista y hasta su muerte, compañera sentimental del holandés Noshka Van der Lely. No sólo es un excelente documental que a partir de una premisa tan sencilla y reducida como retratar su ciudad de origen, sino que es un trabajo que tiene un discurso desde lo técnico, artístico y la representación de la imagen, van der Keuken se convierte en un recolector de imágenes y recuerdos como Benjamin o el mismo Italo Calvino, y las traduce a estas secuencias que hablan sobre esas aldeas globales, que es el mundo actual, igualmente el director convierte la cámara en parte de nuestra propia óptica, nuestra mirada va recorriendo los viajes del joven mensajero, o el trabajo del hombre boliviano, o las problemáticas europeas a través de un televisor, y es en este punto donde el trabajo de van der Keuken es sólido, la observación, la entrevistas, que parecen más bien charlas entre personajes, y los recorridos por la ciudad, nos convierten en otros ciudadanos de Amsterdam, y esa es la gran labor de este documentalista, que hizo de la cámara una extensión de sí mismo y de su obra.Uno de esos documentales imprescindibles, que marcan a la vez la rigidez y libertad de un realizador como van der Keuken, que crea una epopeya de lo simple, de lo banal y de lo habitual pero con un discurso que además de político estaba unido a la naturaleza del mismo director.