Existen serias dificultades para englobar la producción de Ana Santos (Espinho, Portugal, 1982). No por indefinida, ya que los estilos a los que puede vincularse son tan acordes como variados, sino por ese “casi” que impide meterla en el mismo saco que el arte povera o las creaciones con objetos encontrados. Ana Santos traza con habilidad sus propios caminos, recurriendo a materiales y objetos potencialmente transformables que acatarán las reglas establecidas en su estudio, donde pierden parte de su significado y quedan atrapados en narraciones posibles. Las maderas, el papel y el cartón interactúan principalmente con la tinta, tanto como en su uso formal y habitual como en su potencial interacción con los materiales. La clave es huir de los excesos de color, emplear los mínimos, concretando así el discurso y dirigiéndolo en menos direcciones, convertirlo en un ejercicio visual de narrativa mínima, o como informan en la nota de prensa de la exposición que alberga The Goma hasta el 21 de julio, crear un haiku de intenciones, actitudes y justificaciones: tres conceptos bajo el mismo “Denominador común”.