The Walking Dead, más allá del género zombie
La sexta temporada de The Walking Dead se ha convirtiendo en una de las mejores de toda la serie, quizás junto con la segunda temporada. Y es que siempre que los personajes encuentra un pequeño reducto de paz, la serie crece a pasos agigantados ya que se puede explorar con calma, el alma atormentada de unos personajes que están completamente rotos por dentro. Algo similar a lo que vimos con la calma tensa que se apoderó de la casa de Hershel y que ahora disfrutamos en las viviendas de Alexandria.
Y es que The Walking Dead es mucho más que una serie de zombies, en la que la casquería aparece de forma gratuita. Los clichés se rompen desde el principio y la serie mezcla a la perfección los episodios en los que la acción fluye a raudales con otros episodios muy intimistas y reflexivos.
Esto es un arma de doble filo, pues muchos fanáticos del género zombie no encuentran acomodo en una serie que no puede ser encasillada dentro de un estilo, echan en falta momentos más explícitos, más violentos y cercanos a las vísceras gratuitas del cine gore. Pero no, The Walking Dead es más, mucho más.
Loz zombies en la serie, son sólo un vehículo para reflexionar sobre las miserias de la condición humana, y en esta sexta temporada, se pone de manifiesto casi más que nunca. También lo hizo con gran acierto en la segunda temporada, en la que abundaban las discusiones entre los personajes sobre el bien y el mal o sobre la propia condición del Hombre, sobre todo a raíz del asesinato de Otis a manos de Shane.
El mundo distópico que nos plantean los guionistas, en cierto modo lleno de realismo y drama, es una oportunidad para ahondar sobre el papel del hombre en la sociedad, sobre todo, cuando el ser humano se enfrenta a situación límite y a tener que tomar decisiones tan extremas como la vida, la muerte, la necesidad de alimentarse, y en definitiva, sobre la simple supervivencia.
Todos y cada uno de los personajes están perdidos de una forma u otra, de forma explícita porque se hallan dentro de una prisión sin barrotes, de un mundo nuevo y desconocido que parece darles la espalda en cada momento. Pero también perdidos mucho más allá, perdidos porque se encuentran desarraigados ante un mundo que no conocen, desconsolados por haber perdido por el camino a varios de sus seres queridos, por haberse convertido en unas hombres y mujeres diferentes, y sentirse que habitan dentro de una persona completamente desconocida.
Ante la eterna pregunta que subyace en la serie sobre si el fin justifica los medios, pocos o ninguno de nosotros podemos responder con certeza. Quizá ese tipo de reflexiones sólo se deben de formular cuando la vida nos pone en una de esas situaciones extremas y límite. Es en ese caso, cuando podemos plantearnos esas preguntas que superan al ser humano, porque es en ese momento en el que vamos a comprobar por nosotros mismos de que pasta estamos hechos, y sobre todo, que clase de personas somos.
Algunos personajes, tomas decisiones incomprensibles, pero no olvidemos que esas decisiones se toman ante situaciones límite de máxima urgencia, situaciones en las que continuar con vida es lo único que importa. Esto se pone de manifiesto, en uno de los mejores episodios de la temporada ( 6×13 The same boat) en el que Maggie y Carol tienen que sobrevivir al secuestro realizado por parte de otra comunidad que habita por la zona. Para escapar tendrán que tomar decisiones muy duras que marcarán un antes y un después en ambos personajes, prueba de ello es que Carol, de nuevo, pierde su sitio entre sus iguales y tendrá que volver a apartarse de todos para encontrarse a si misma. Matar a sangre fría, no a zombies, sino a personas tan humanas como ellas mismas, es una factura que sus demonios interiores no están dispuestos a pagar, por lo que tendrá que ser su humanidad la que salga trastabillada de tales decisiones morales.
Lo que parece claro es que en estas situaciones de crisis moral que nos plantea la serie, solo los más fuertes sobreviven, prueba de ello es la continua hilera de cadáveres que los personajes deben esconder bajo su alfombra. Los débiles, los que tienen dudas sobre la nueva moralidad instalada en el mundo, son los que finalmente fallecen. Así pues, los verdaderos líderes naturales saldrán a flote para tomar las decisiones que nadie quiere decidir, o nadie se atreve a tomar. Y es ahí en donde la serie se mueve como pez en el agua, pocas series han sabido ahondar en la condición humana también como The Walking Dead, una serie que nos permite asomarnos al alma de nuestros personajes favoritos con una crueldad desgarradora, episodio tras episodio.
"Los verdaderos líderes naturales saldrán a flote para tomar las decisiones que nadie quiere decidir, o nadie se atreve a tomar".
Sin lugar a dudas, Rick y Carol, son esos líderes naturales que toda comunidad necesita, sin ellos los personajes estarán perdidos y no podrán sobrevivir ni un minuto más. Carol, lo tuvo claro desde el principio, el fin justificará siempre los medios en esta nueva sociedad en la que el hombre es un lobo para el hombre, incluso si para ello tiene que asesinar a compañeros infectados por una incómoda gripe, matar a una niña aparentemente inocente, pero perturbada y enajenada ante un mundo que no entiende o asesinar a otras personas de otras bandas rivales.
Rick no siempre lo tuvo tan claro, y aunque comenzó siendo un líder bondadoso que sometía todo a votación, desde el final de la temporada tercera, ya optó por llevar a cabo una oligarquía en la que sólo los más fuertes tienen poder de decisión (Michonne, Daryl, entre otros): "...desde hoy se han acabado las votaciones". Una idea que nos transporta a sistemas políticos más propios de otras épocas bañadas por el blanco y negro.
Como única pega, el último episodio no deja de ser un brindis al sol en el que nos mantienen pegados al televisor para finalmente dejarnos sin aclarar nada, y lo que es peor, con uno de los cliffhangers más egoístas de la historia de la televisión, no es justo que tengamos que esperar un año entero para saber uqué personaje ha sido atacado (y posiblemente asesinado) a manos del omnipresente, ahora de forma literal, Negan.
The Walking Dead se ha convertido en una serie de culto, no sólo por la acción que inunda algunos episodios que pasarán a la historia catódica reciente, sino por brindarnos unos personajes brillantes, que pasan por toda una escala de grises, personajes llenos de aristas y vértices en un mundo deshumanizado no solo por la presencia de los zombies, sino porque la propia humanidad hace tiempo que abandonó el mundo. Pocas veces hemos comprobado como el espectador se convierte en cómplice de lo que ocurre en la pantalla y en ocasiones vuelve la vista hacia otro lado para no ver de primera mano lo que sus personajes favoritos son capaces de hacer. Pocas veces el apocalipsis fue tan atractivo...
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