A veces creo que le pedimos demasiado a los juegos pequeños. Estando el tema como está, con las grandes compañías jugando siempre a caballo ganador, invirtiendo todo en secuelas, franquicias y remakes, jugando a las super producciones para todos los públicos y olvidando que lo que las hizo grandes una vez fueron las buenas ideas, miramos a los juegos más pequeños, que no sufren el yugo de la rentabilidad y del estigma del triple A, esperando que nos den todo lo que buscamos en un videojuego. Queremos originalidad, dificultad, una historia que nos revuelva las entrañas, y se lo pedimos a gente que tiene pocos medios y que, al final, hace lo que puede. Y hacer eso, es, a todas luces, injusto.
Olvidamos que, esa gente que tiene la posibilidad ahora de hacer videojuegos con pocos medios, de jugársela para llegar a los medios de distribución que han cambiado las reglas del juego, son también aficionados a los videojuegos, como tú, y como yo. Que han jugado a lo mismo, han sentido a lo mismo, y que, como tu y como yo han tenido las mismas influencias. Y que no todo el que se pone a picar código es un iluminado con ideas maravillosas, dispuesto a darle una vuelta de tuerca más al ocio electrónico. Pero oye, no por eso van a hacer malos juegos.
Os estoy soltando todo este rollo porque este Guacamelee! que tanto he disfrutado y en el que ahora profundizaré un poco más, no inventa nada nuevo. Y probablemente no busque eso ni por asomo, así que no debe de ser juzgado por ello. Hace otras cosas, que nos suenan de antes, que no nos asombran por su novedad, pero que funcionan a la perfección y combinan entre si como un engranaje bien engrasado. Porque detrás de las aventuras de Juan, el luchador mexicano, hay un trabajo milimétrico y concienzudo de unas cuantas personas que hacen notar lo mucho que les gustan los videojuegos, y que tratan de hacer el suyo propio casi en tono de homenaje.
Esta inspiración se nota ya no sólo en los incontables guiños a otros videojuegos que aparecen durante toda la aventura, si no en cosas tan básicas como la estructura de la historia. Nos encontramos ante la enésima aventura de "héroe salva princesa" que tan bien funciona como excusa para hacernos pasar un buen rato, a pesar de que los tiempos han cambiado y ya no la veamos tan lícita como siempre. Juan, nuestro héroe enmascarado, debe salvar a la hija del gobernador del charro Calaca, el malo de turno, y para ello, como manda la tradición, tendrá que recorrer varias zonas, conseguir distintos poderes y doblegar a unos cuantos jefecillos intermedios por el camino.
Tambien tenemos otros conceptos clásicos como los coleccionables para alargar la vida del juego, las zonas bloqueadas por "obstaculos" que son insalvables hasta que se desbloquea cierto poder, quests secundarias de "oye tu tráeme esto", las zonas que se cierran hasta que eliminas a todos los enemigos y, en general, todo lo que le puedes pedir a un juego clasicote de aventuras. ¿Pero es eso malo?
Pues no para mí, porque en lo que importa, que es entretener, divertir y desafiar al jugador, Guacamelee! se porta estupendamente bien. Y lo hace porque todo lo que intenta, lo consigue con nota. No se abarca más de lo que se puede perfeccionar, y no deja ninguna mecánica sin ser explotada como es debida.
Cuando se mete en el plataformeo, nos encontramos con unas rutinas de salto endiablada, con un control que responde a la perfección y con una gran variedad de situaciones. Nuestro luchador comienza con poca habilidad en el salto, pero según avanza la aventura vamos desbloqueando habilidades que nos permiten afrontar la creciente dificultad de las secuencias de saltos que llegan a un nivel de dificultad muy considerable. Combinar cuatro o cinco poderes en rápida sucesión es el pan nuestro de cada día en este juego, y harán falta muchas pruebas de ensayo y error para ir superando las distintas situaciones.
Pero donde Guacamelee! da un golpe sobre la mesa es cuando nos metemos a pegar porrazos con los fornidos músculos de Juan el enmascarado. La fluidez de las tollinas es sorprendente para un juego en 2D, y. al igual que en las secuencias de saltos, gran parte de su éxito reside en la amplia variedad de movimientos y enemigos con la que contamos. Cuando le cogemos el tranquillo a la sucesión de golpes, el juego se convierte en un festival de guantadas y de enemigos caidos que ya quisieran para sí muchos juegos más centrados en ello. (Hola, Castlevania Lords of Shadow). Este sistema brilla especialmente en los jefes finales, donde tanto la exigencia al jugador como el castigo por sus errores crece exponencialmente.
Todo esto nos viene bien aliñado con una ambientación original inspirada, como no podía ser de otra forma en el imaginario y la tradición mexicana. Mucho colorido, pistoleros, luchadores, la cultura sobre la muerte, que ya hemos visto en otros títulos como el clásico Grim Fandango, y un tono de cachondeo y de no tomarse a sí mismo excesivamente en serio que le sienta tremendamente bien. El juego con el cliché es casi tan constante como los ya mencionados homenajes a otros videojuegos, y toda esta mezcolanza ayuda mucho a centrarse más en los aciertos del título, que no son pocos.
Decía al principio que no podíamos pedirles la panacea a los títulos pequeños, pero lo que si es exigible a cualquier videojuego, es que nos haga pasar un buen rato. Guacamelee! lo consigue de sobra, y lo hace incidiendo en cosas que todos sabemos que funcionan perfectamente. Quizá nunca esté en ninguna lista de juegos que marcaron una época o que hicieron que la industria se revolucionase, pero quedará como un recuerdo agradable en la cabeza de todo el que lo pruebe.
Nota: 7