¿Te suena el móvil o es que te alegras de verme?
Voy a plantearos una adivinanza. Si os digo que se trata de una película, protagonizada por Bill Murray, en la que sale una marmota llamada Phil y cuyo desarrollo consiste en la repetición sucesiva del mismo día durante un período de tiempo indefinido, entonces vosotros decís… exactamente Infinity Blade.
Eh, no me vengáis con quejas. ¿Quién puede negar que debajo de la armadura de nuestro héroe se encuentra Bill Murray? ¿Y quién puede reprochar al que ve a una marmota (llamada Phil) agazapada entre los arbustos del paisaje de este juego? ¿Eh? Ah, que Infinity Blade no es una película… pues es mi Scattergories y me lo llevo.
Tras esta bazofia de introducción que he estado trabajando durante tres días se encuentra una verdad. Una verdad que duele, una verdad que resume la esencia de Infinity Blade, el juego gráficamente más avanzado (con permiso de Rage) que podemos encontrar para nuestro dispositivo iOS en la App Store. Y es que Infinity Blade, ES EL PUÑETERO DÍA DE LA MARMOTA.
Pero no quiero adelantarme más, empiezo por el principio. Hace ya unos meses, Epic Games creó Citadel, una demo técnica de lo que podía conseguir con su amado Unreal Engine dentro de iOS. La demo estaba bastante bien, en una vista en primera persona podíamos recorrer un elegante castillo y sus alrededores, quedando patente que en lo que respecta a Epic Games, grandes cosas podríamos ver para iOS en un futuro cercano.
Y ese futuro llegó, e Infinity Blade vino cogido de su manita. Las primeras imágenes confirmaron las esperanzas puestas en los poderosos gráficos que Epic… un momento, pero si también han trabajado en este juego los amigos de Chair, que ya nos dieron el genial Shadow Complex, un brindis por ellos. Glub, glub, glub… ahhh. Bien, ¿por dónde iba? Ah sí, que los gráficos de Infinity Blade molan mucho.
Are you my mommy?
Ya con el juego en mi iPhone pude constatar que las imágenes previas no mentían. Tanto el modelado de las armaduras, equipamiento, paisajes y enemigos es simplemente genial y pone el listón muy alto en lo que juegos para móviles se refiere. Y como estamos jugando en un móvil, tiene que haber truco en alguna parte, porque es de lógica saber que la potencia gráfica de un iPhone y sobre todo su batería son limitadas.
Así que, ¿dónde está el truco de Infinity Blade? En su mecánica. De primeras no tenemos libertad de movimientos, de hecho no tenemos casi movimientos. Estando plantados en mitad del escenario se nos dará una o dos opciones de caminos por los que avanzar, pudiendo elegirlos son un toque de nuestro dedo. Tras esto se nos presenta una escena cinemática que nos presenta a un enemigo y después podemos elegir si queremos combatir con él. ¿Hay alternativa a ello? Realmente no, salvo la posibilidad de seguir contemplando el paisaje clavado en el suelo y buscar bolsas de oro ocultas, cofres o pociones.
Tras sacar el valor necesario, empieza el combate, y aquí viene el núcleo del juego. Deslizando el dedo en las distintas direcciones posibles (arriba, abajo, derecha e izquierda) atacaremos con un corte a nuestro enemigo, el cual ha pasado la ESO y sabe que puede cubrirse para detener nuestros ataques y devolvernos el impacto. Por supuesto, nosotros tenemos el bachillerato y también podemos bloquear los golpes, esquivarlos e incluso contrarrestarlos en el momento justo con un mandoble de nuestra arma, jurando eso de que la mejor defensa es un buen ataque.
El control en el combate no está mal, pero hay ciertos momentos que, ya sea por un volumen de carne excesivo en nuestros dedos o por distracción ante los movimientos del enemigo, no atinaremos con el control y recibiremos una colleja (metafóricamente hablando, en realidad puede ser un hachazo en la sien).
Una vez vencido el enemigo, vuelta a empezar. Avanzamos por el escenario, matamos enemigo, subimos experiencia, avanzamos por el escenario, matamos enemigo, subimos experiencia, y one more time with more feeling. Hasta que por fin llegamos ante el enemigo final, el cual nos vencerá de un soplido. Así, sin más. Estamos muertos. Y todo ha acabado en menos de 10 minutos.
Pues vaya timo, pensarán muchos aquí, pero como he dicho, Infinity Blade es el día de la marmota, y tras una anotación que reza “20 años después” volveremos a repetir toda la historia, esta vez encarnando al hijo de nuestro héroe, el cual ha acumulado la experiencia de su progenitor. Por cierto, este último fue muy listo al echar un kiki antes de partir a la aventura, si no Game Over.
Pues ya está, a partir de ahí el juego se repite una y otra vez. Las únicas diferencias son el modelado de los enemigos, que varía ligeramente, y que la experiencia y los objetos adquiridos se van acumulando. Aparte, que no lo he mencionado antes, conseguiremos cantidades ingentes de oro que podemos intercambiar por armaduras, cascos, escudos, espadas, anillos mágicos, etcétera a fin de llegar con alguno de nuestros descendientes ante el villano final y vencerle.
Problemas con la mujer, ¿eh?
Yo confieso que no lo he conseguido y es porque el juego me ha cansado antes. Y es que montar un juego con la única premisa del farmeo, me parece algo incompleto. Es como si en el Final Fantasy VII tuviéramos que matar a todo bicho viviente en Midgar para matar a Sephiroth en el pueblo de al lado. Sí, cierto que es un juego de móvil cuya capacidad es limitada, y creedme que intento pensar en ello cada vez que venzo a la pereza y avanzo unos pasitos más en la “historia” de Infinity Blade, pero la redundancia me puede.
En 10 minutos, ¿qué digo en 10? En 2 minutos Infinity Blade muestra todo lo que puede ofrecer y te plantea un reto, el derrotar a un enemigo virtualmente invencible a base de esfuerzo, entrenamiento y tedio. Pues lo siento, pero si un juego no me da una razón para hacerlo, más allá de un buen puñado de logros (que los tiene) y la sensación de plenitud que supone el finiquitar un videojuego, entonces creo que se está sobrevalorando a si mismo.
Así que tenedlo muy claro antes de comprar Infinity Blade. Lo que veáis de primeras, es lo que tendréis hasta el final, y si hay algo más, yo no he tenido la paciencia ni las ganas que se supone que te tiene que transmitir un juego, eso que se llama adicción.
Nota: Del montón