No sé cuántas veces he visto Lo que el viento se llevó. Soy capaz de recordar escena por escena, diálogo por diálogo de una de las películas más importantes de la historia del cine, y la preferida de la que suscribe esta entrada. Al margen de la retahíla de premios ganados por la película, de la enorme producción con un presupuesto de más de 4 millones de dólares, hasta entonces nunca invertidos en ningún otro largometraje, convirtiéndola en la película más lujosa y espectacular filmada hasta ese momento, creo que es una de las películas más perfectas que se han hecho nunca por distintas razones.
A pesar de que en los créditos aparece Victor Fleming como único director de la película, lo cierto es que Lo que el viento se llevó pasó por la batuta de varios directores, empezando por George Cukor que abandonó el rodaje para dirigir Mujeres, pero siguió dirigiendo clandestinamente a Vivien Leigh y Olivia de Havilland ayudándolas con sus respectivos papeles. Otros directores que tomaron las riendas en distintos momentos del rodaje fueron Sam Wood, que sustituyó a Fleming en una de sus espantadas de varios días por desavenencias con la protagonista, y por supuesto el productor de la película, David O. Selznick, que contribuyó a la dirección tanto o más que los mencionados directores. Selznick personalmente influyó en el diseño de vestuario, en el departamento de maquillaje para realzar la belleza de su protagonista tanto en el lujo como en la pobreza, en la dirección de fotografía dando instrucciones al departamento de iluminación y filtros, e incluso adaptando sus ideas del color a los expertos de Technicolor, logrando así la maravilla cromática que acabó siendo Lo que el viento se llevó. Nunca antes se habían visto los rojos del atardecer con tanta intensidad como en esta película, ni una panorámica tan espectacular como la que la cámara va recogiendo mientras se abre para mostrar toda la estación de Atlanta plagada de cuerpos moribundos, terminando con la bandera confederada hecha jirones en primer plano.
Lo que el viento se llevó es además una de las pocas historias que en aquella época se hacían sobre un conflicto armado, en el que no se incluía ninguna imagen de las batallas, sino que se incidía más en las consecuencias económicas, morales y emocionales del resultado de la guerra, con escenas tan potentes como la del músico llorando por la pérdida de un ser querido mientras toca el himno confederado para mantener el ánimo de los ciudadanos de Atlanta. Además, el hilo conductor de la película es una historia de amor a tres bandas, otra de las diferencias con las películas belicistas existentes, y protagonizada por una mujer. La historia que todos conocemos es la de la joven y alocada Escarlata O’Hara que descubre que su gran amor Ahsley se va a casar con su prima el mismo día en el que se declara la Guerra de Secesión americana. Narrada desde el bando confederado, se muestran los desastres de la guerra mientras Escarlata trata de huir de Atlanta precisamente con la esposa de su amado y volver junto a su familia en la hacienda que poseen en los vastos campos de Georgia. Tras enviudar dos veces, acepta casarse con el renegado Rhett Butler con quien mantiene una relación tormentosa sin olvidar a su querido Ashley.
Inolvidable también es su mítica banda sonora compuesta por Max Steiner, perfecta partitura que dota de, aun si cabe, más fuerza a la película. Las piezas que Steiner compuso para los distintos paisajes o personajes de Lo que el viento se llevó, son ya parte de la historia sonora del cine, con temas tan bellos y alegres como los que acompañan a las escenas de baile o la de la fiesta con la que se inicia la película, reflejo del esplendor que reinaba en los estados sureños, y que poco a poco van tomando forma de orquestaciones épicas y dramáticas a tono con el desarrollo de la historia. Pero el tema más recordado es sin duda el tema de Tara que se escucha en los créditos iniciales, finales y en escenas tan inolvidables como en la que Escarlata totalmente devastada, jura por Dios que nunca volverá a pasar hambre, y que da paso a lo que se considera la segunda parte de la película. Y es que Lo que el viento se llevó, a pesar de ser concebida como una única película, tiene dos partes bien definidas. Su excesivo metraje de casi cuatro horas de duración, dividen la trama entre los años de la guerra primero y las consecuencias de ésta después, dando más importancia en esta segunda mitad a la historia de amor entre Escarlata y Rhett.
Otro de los aspectos que hace única Lo que el viento se llevó, es una de las galerías de personajes más desarrolladas y con unas personalidades mejor definidas de la historia del cine. Rhett Butler, vividor y especulador que aprovecha la guerra en beneficio propio sin tomar partido por un bando u otro. Enamorado de Escarlata, no soporta la idea de no ser correspondido por su mujer, obsesionada por otro hombre. Ashley Wilkes, el tercero en discordia, un pusilánime cobarde y egoísta, más preocupado por el honor, las apariencias y por las leyes no escritas de los caballeros del sur que por aceptar sus propios sentimientos, aunque ello signifique dañar los de otra persona. Melania Hamilton, esposa de Ashley, una mujer bondadosa y generosa capaz de pasar por alto que hay otra mujer enamorada de su marido, por su capacidad de agradecimiento hacia ella por salvarle la vida.
El personaje de Melania resulta de entrada irritante por esa bondad que rezuma por los cuatro costados, pero es la catalizadora que mantiene la paz y la cordura entre quienes la rodean. El elenco de personajes secundarios es igualmente rico en matices, sin que exista prácticamente alguno que no aporte algo a la historia ni que sea único y reconocible, empezando por la primera actriz afroamericana en ganar un Oscar por su papel en esta película, que no es otra que Hattie McDaniel por su papel de la gran Mammy, esclava de la familia O’Hara que hace las veces casi de figura materna para Escarlata, o uno de los grandes secundarios durante 3 décadas como fue Thomas Mitchell, interpretando al patriarca de los O’Hara estricto y condescendiente a la vez con sus hijas, enloquecido por la pena de la guerra y la muerte de su mujer.
Pero indudablemente, Lo que el viento se llevó tiene un solo nombre: Escarlata O’Hara. Escarlata es la película, es la historia concebida por Margaret Mitchell y a día de hoy uno de los personajes más maravillosos que existen en el Olimpo de la cinematografía universal. No es de extrañar que miles y miles de actrices del momento se disputaran el papel con uñas y dientes, y que incluso los fans de la obra de Mitchell inundaran el buzón de Selznick con propuestas para el personaje. Pero sólo una actriz estaba destinada a ser Escarlata. “Quiero presentarte a Escarlata O’Hara” fueron las palabras que el agente de Hollywood Myron Selznick le dijo a su hermano el 10 de diciembre de 1938 mientras observaba arder los decorados de King Kong simulando el incendio de Atlanta, señalando a una joven actriz llegada de Inglaterra de la mano de su amante Laurence Olivier, la bellísima Vivien Leigh.
Su elegancia británica, la delicadeza de su rostro, su mirada intensa y fría a la vez y su naturaleza depresiva y neurótica, dotaron a Escarlata de una personalidad arrolladora difícilmente superada por cualquier otra actriz que le hubiera dado vida. Escarlata es un ser contradictorio. Tiene un corazón frágil que se rompe cada vez que su capricho inalcanzable Ashley le niega su amor, y a la vez una mente fría y calculadora capaz de hacerla levantar de cualquier caída con más fuerza y sobrevivir a cualquier precio. Muchos tachan a Escarlata de egoísta y manipuladora, pero sabedora de su poder de seducción con los hombres, lo utiliza en pro no sólo de su propia supervivencia, también de la de su familia, sus tierras y hasta de la mujer que ella considera que le ha arrebatado al amor de su vida. Una de las frases más famosas de la película, “…aunque tenga que estafar, ser ladrona o asesinar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre”, condensa toda la fuerza y el espíritu de superación tan grande que Escarlata posee en su interior y que disfraza de puro egoísmo ante los demás, hasta el punto de ser capaz de casarse con el prometido de su hermana sólo para sacar a la familia de la ruina. Ni siquiera cuando cree ser consciente del amor que siente por Rhett y éste la abandona, pierde sus ganas de luchar y su capacidad para priorizar sus intereses, “volveré a Tara, la recompondré, saldré adelante y después pensaré cómo hacerle volver”, son los pensamientos de alguien que no se rinde jamás por muy duros que sean los palos que la vida le da.
A pesar de rodarse en poco más de 100 días, la preparación previa de Lo que el viento se llevó llegó a durar casi tres años, entre adaptaciones de la novela, búsqueda de los protagonistas y desacuerdos entre directores que hacían presagiar un gran descalabro de la película. Afortunadamente no sólo no lo fue sino que hasta muchos años después siguió siendo la película más vista y rentable de la historia. Lo que el viento se llevó es más que una película, es una experiencia maravillosa que merece ser vivida al menos una vez en la vida, de la que cada vez que se ve se sacan nuevas lecturas y nuevos aspectos en los que no se había reparado antes. Evidentemente, recomendable al 100%.
Escrito por
Mari Carmen Fúnez