Me pasó una cosa terrible con Wasteland 2. Empecé a jugarlo justo después de su lanzamiento porque, después de estar siguiendo su desarrollo durante tanto tiempo, le tenía muchas ganas. Después de unas 60 horas de juego (sesenta horas, poca broma), y con un ochenta por ciento del juego ya pasado, aproximadamente, llegué a una parte del juego que estaba, por decirlo suavemente, a medio cocer. Vamos, que estaba sin terminar: Tenía bugs, las quests no funcionaban bien, se duplicaban objetos...un horror. Así que me cabreé, dejé de jugar, y maldije bastante a la gente de InXile, por sacar un juego así, por jugar con mi corazoncito rolero, y por dejarme a media paja.
Así que fui a sus foros a quejarme y a ponerles finos, y vi que no era el único que estaba en modo berserker por todo esto. También vi que ahí estaban, los desarrolladores, tomando nota, poniendo la cara, y arreglando cosas. Así que después de unos cuantos días, y unos cuantos parches de varios gigas, volví a coger el juego, y me lo volví a empezar. Y ahora, cuando el contador de horas jugadas de Steam marca ya 137, puedo decir que tomé la decisión correcta.
Y ahora debería empezar el análisis. Pero comprended que tenía que poneros en situación. Pensad que prácticamente le he dado dos vueltas al juego, que he pasado por unos días de odiarlo mucho, y que aun así lo he vuelto a jugar de nuevo, y que ahora estoy escribiendo sobre él, aun sin saber muy bien lo que va a salir de aquí. Venga, a la de tres. Una, dos, y...
Wasteland 2, secuela del clásico Wasteland (al que no he jugado, que conste en acta), que es a su vez precursor de la archiconocida saga Fallout, nos sitúa en pleno desierto de Arizona, algunos años después de que la Tierra sufriera una catástrofe nuclear ya casi olvidada, que dejó al mundo devastado y prácticamente inhabitable. Los pocos humanos que quedan luchan por sobrevivir como pueden. Algunos se agrupan para intentar recuperar todo eso que las bombas le arrebataron a la especie humana y otros, en una tierra sin ley, saquean y destruyen cualquier intento de lo primero.
Nosotros estamos, supuestamente, del lado de la ley y el orden, que en Arizona recae bajo la responsabilidad autoadquirida de los Desert Rangers: Un grupo de exmilitares que, tras verse aislados del resto del mundo por la guerra nuclear, decidieron dedicar todo su esfuerzo a reconstruir la civilización y proteger a la gente.
Y digo supuestamente, porque, lo primero que hay que saber para sobrevivir, es que el concepto del bien y del mal es difuso, ha cambiado, y, lo más importante, importa una mierda. Aunque los Rangers intentan siempre ayudar a la gente y mejorar las cosas, ni los medios tienen por qué ser netamente buenos, ni justos, y, menos aun, pacíficos. A veces las decisiones buenas acaban generando problemas peores, a veces el bien común no coincide con los intereses a defender, y a veces, simplemente, alguien va a salir jodido pase lo que pase.
Este cambio de chip es necesario para sobrevivir en Arizona, y el propio juego te lo hace ver desde el primer minuto. Nada de decisiones insulsas o marcadas con un color u otro para saber si haces bien o mal. Sólo decisiones y consecuencias. Como en la vida real. Bueno, pero sin Internet, con homicidas en harapos y con todo un poco más derruido y sucio.
Wasteland 2 no es un juego bonito, no os voy a engañar. Casi todo el tiempo caminaremos por restos de ciudades en ruinas, lugares desérticos atestados de radiación y lugares donde la decoración más común suelen ser cadáveres de bandidos colgados como advertencia. En este contexto, es tontería buscar una belleza artística que puede que incluso haga perder empaque y seriedad al asunto (le pasa un poco a Borderlands, por ejemplo). Se utilizan las bondades de Unity 3D en su justa medida, pero las bondades de este título no están, ni mucho menos, en el apartado visual.
La clave de este juego, la razón por la que deberíais jugarlo hasta que os sangraran las yemas de los dedos y después volverlo a jugar como hice yo es su historia, como no podría ser de otra forma en un RPG de corte clásico. Ahí es donde se ha puesto todo el esfuerzo y donde Wasteland 2 destaca por encima de cualquier juego del género que haya probado últimamente: Personajes carismáticos, creibles y profundos, facciones inolvidables (The Mannerites, un grupo de gente que basa sus leyes en un libro de buenos modales que encontró su fundador, o los Topekans, una tribu criada en una estación de tren que adoran a John Henry como un dios, tras encontrar una versión de la canción clásica entre los escombros) en una ambientación muy lograda siguiendo un argumento muy bien pensado y que deja libertad de elección al jugador en determinados momentos para cambiar el curso de los acontecimientos. Es cierto que estamos ante una historia con principio y final más o menos fijo (aunque existen varios finales a descubrir), pero lo importante es la sensación de que tú has trazado tu camino hacia el final de la historia, y tus elecciones cuentan en el mundo en el que te mueves.
Ayuda mucho a esto que puedas crear hasta cuatro jugadores distintos para tu grupo inicial, y que luego puedas completar tu grupo de siete jugadores con una gran variedad de personajes que te encuentras durante la aventura y que pueden elegir unirse a tí o no dependiendo de cómo evolucione tu partida. Aunque no dispones de una gran variedad de personalización de los personajes (no existe un editor de esos que te dejan cambiar el color del fondo de los agujeros de la nariz), es muy fácil crear personalidades determinadas para tus personajes porque todo el juego te induce a ello. ¿Para qué quieres la opción de modificar un personaje de forma milimétrica si luego eso no influye en el juego para nada? InXile no ha gastado mucho en menudencias, y se ha centrado en lo realmente importante en un título de estas características.
Si a esto le sumamos un sistema de combate por turnos tirando a clasicote, que cumple con creces su cometido, que no es otro que hacer que sudes en los momentos en los que hay que sacar las armas porque las palabras no valen de nada, tenemos un RPG prácticamente redondo cuya única pega es que quizás salió demasiado pronto del horno. Como sigamos con este nivel a cada juego de rol que salga, yo no se lo que voy a hacer ya.