Ya sé que recientemente se acaba de estrenar la cuarta temporada de The Good Wife y que voy con bastante retraso al publicar una entrada sobre la tercera, pero como humano que soy, con sus limitaciones del tiempo incluidas, no pude llevar al día una serie que, como todos los años, insto a que le deis una oportunidad porque no tiene desperdicio alguno. Si bien al principio la producción de CBS puede parecer el procedimental más clásico que hay actualmente en el atractivo género de la abogacía, no hay más que dejar pasar unos capítulos más de su primera temporada para dilucidar que The Good Wife es mucho más, ya que además de poseer su propia trama consolidada, sabe crear capítulos autoconclusivos que innovan temporada a temporada en un afán de sorprender al espectador sin que éste sienta que le están contando una y otra vez la misma historia.
Ese ha sido el caso de la tercera temporada de The Good Wife. Su análisis, tras el salto.
Con su segunda temporada, la serie de Alicia Florrick supo dar un paso magistral hasta conseguir convertirse en una serie de referencia del género sin lugar a dudas (¿Mejor que Damages? Cuestionable, pero sí es más consistente). Supo explotar todo el universo que congrega The Good Wife y con ello todo el elenco de personajes que orbitan alrededor de los Florrick. Y es que a pesar de que Alicia siga marcando la pauta como protagonista, los creadores de la serie han sabido a lo largo de sus episodios contrarrestar su protagonismo con otros personajes que son tan relevantes como ella para el devenir de la serie. Si bien la tercera season no ha sido la más emocionante, sí ha hecho gala de esa consistencia sobre la que camina la serie, aunque bien es cierto que en ocasiones se ha echado de menos no acercarse al límite de alguna de las tramas que se han planteado este año.
La llegada de nuevo a la Fiscalía de Peter Florrick y la nueva relación entre Will Gardner y Alicia daban el pistoletazo de salida a una tercera y esperada temporada. Que Alicia ya no es la buena esposa es un hecho consumado, pero si bien el año anterior titulé mi review de la temporadapasada como “Odio a Alicia Florrick”, este año puedo afirmar que esta animadversión (ojo no digo que no me guste su personaje, solo que no me cae bien) por la señora Florrick ha decrecido muestras de un crecimiento del propio personaje. Si bien su pasión se desataba de forma comprensible, también ha sido consciente de su propia naturaleza como mujer de familia. Ese final con la estampa del clan marca desde luego las verdaderas necesidades de una Alicia cuya principal devoción siempre han sido sus hijos por encima incluso de su propia felicidad.
Con Peter en la fiscalía, todo hace pensar que su personaje ha abarcado una temporada de tránsito en lo que viene a ser su nueva carrera electoral para Gobernador. Lo mismo ocurre con un Ari Gold que en ocasiones no sabemos realmente que labor realiza en el bufete Lockhart & Gardner salvo otorgar esas pautas de humor tan reconocible, siendo no obstante como un caballo enclaustrado esperando la señal de salida. Aunque si bien Peter comenzó uno de los puntos más calientes de la temporada, fue la implacable Wendy Scott Carr la que finalmente se postuló como el verdadero dolor de cabeza de Will Gardner tras la supuesta maña de veredictos a favor de su despacho. Finalmente, esta línea argumental quedo en papel mojado con un final algo endeble en el que no se dejaba claro si realmente hubo o no dichas prácticas. Una nueva oportunidad perdida para demostrarnos de nuevo si realmente existe o no ese lado no tan intachable del carismático Gardner que en varias ocasiones se nos ha insinuado.
En conclusión, nos encontramos con una temporada de transición ya que será en el próximo año (es decir, ¡ya!) donde realmente veremos qué camino tomará Alicia respecto a su matrimonio una vez comience la carrera electoral. Y sin olvidar ese fantástico Cliffhanguer que nos regaló Kalinda (en una temporada en la que no ha brillado en exceso), pavorosa frente a la puerta de su hogar ante la inminente llegada de