Revista Espiritualidad

Anclar la Luz

Por Nuevatera
El desapego de nuestra parte física, una desconexión del cuerpo, un rechazo a su densidad, a su lentitud, a su peso. No en kilos, sino en sensación, es una experiencia muy común en el proceso de ascensión al igual que lo es la depresión.

Las fugas espontáneas del cuerpo astral. Una parte de nuestra energía se va a otros planos, se pierde, se quiere quedar allí. Se niega a volver.

Anclar la LuzCuando uno permanece (en sueños, en meditación, en canalización, en mediumnidad, deliberados o espontáneos) durante mucho tiempo, o con mucha frecuencia, se habitúa a unas frecuencias tan altas, tan ingrávidas, tan veloces, que la vida corriente y estar en el cuerpo se parece a vadear algo muy lento y muy denso. Agotador.

Muchas personas, cuando gracias a esa luz que recogen en otros planos o cerca de ellos, empiezan a transmutar sus energías etéricas densas (todos los dramas, traumas, penas, supuestos fracasos, decepciones, miedos, desánimos, terrores, desesperaciones, cicatrices, rabias), se ven enfrentados a estas densidades. Cuanta más luz entra, más profunda es la capa de densidad que se desprende, más antigua y más dolorosa.

Si uno lo permite, fluye deprisa, a modo de rayo, transmuta como quien tira del esparadrapo de una vez, para que duela menos.

La depresión de ascensión suele llegar cuando ya hemos limpiado los chakras de arriba o los de abajo y nos quedamos encasquillados en un chakra del corazón encogido y estrujado. La última frontera. El puente entre las energías de vibración alta y las más densas.
Llegamos a las cicatrices más feas, a lo que nos separa de los otros, a los miedos afectivos, al lugar donde nos perdimos para 'encajar' en la sociedad, para complacer, para no perder el amor de los otros, para no decepcionar a nuestros padres. Al lugar de los abandonos, de las pérdidas, de los duelos, de no amarnos a nosotros mismos, de abandonarnos a nosotros mismos.
Si hasta entonces la luz ha sacado a la luz (valga la redundancia) síntomas físicos, dolores de cabeza, colon irritable, dolores, fatiga, toda clase de achaques te tipo "gripe energética" o "gripe de ascensión, al llegar al chakra del corazón, nos damos con la gran pared de lo que no queremos ver ni contemplar.


Nos sentimos como a un millón de kilómetros de casa.
Deprimidos. Agotados. Sin ganas de nada.
Todos los duelos del mundo se nos echan encima.
Y parece que nos resulta imposible avanzar.
Queremos dormir. Durmiendo todo parece más fácil.
Al llegar a este nivel de transmutación, no queda otra que enfrentar la tarea de limpieza.
Hasta aquí hemos podido disipar el exceso de energía "ampliando" nuestro cuerpo. Engordando. Hinchándonos. Comiendo de más o gastando energía: cuidando, no parando, trabajando a todas horas.
Pero aquí ya no sirve esa estrategia.
O abrimos el chakra del corazón o entramos en lo que se llama "Noche Oscura del Alma". Tocar fondo.
Y ese tocar fondo es el principio de todo.
Si en los años precedentes hemos estado llevando una dieta vegetariana, meditando, respirando, haciendo trabajo espiritual, si hemos trabajado con herramientas (tarot, Reiki...) o si hemos vivido una experiencia de duelo (muerte de un ser querido, abandono, divorcio, pérdida del trabajo de nuestra vida o enfermedad), esta Noche oscura es casi inevitable.
Entonces nuestro ego  echa mano de un último recurso para que no entremos en la cámara de los dolores del alma.

Cuando cerramos los ojos y nuestras ondas cerebrales bajan de Beta a Alpha y después a Theta o a Delta, que son ondas lentas, de profunda relajación, y especialmente si sufrimos traumas en nuestra infancia (abusos sexuales o físicos, pérdida de nuestros padres antes de los 6 años, violencia en casa, accidentes o enfermedades graves), nuestro astral, que recurrió a fugarse del resto del cuerpo energético para no tener que pasar el dolor de la experiencia entonces, decide tomar el mismo camino ahora. Porque el niño interior, el que veía amigos invisibles y soñaba con gran intensidad, reside en el cuarto chakra. En el chakra de la inocencia original, de la conexión total, que se fue cerrando herida a herida.Es muy frecuente que en un proceso de desarrollo espiritual, que obliga a enfrentar contenidos del pasado, el astral se desprenda, para anclar energías de otras dimensiones, o para cambiar de dimensión con el fin de escapar de las limitaciones de la tercera dimensión en la que vivimos.
¿Cómo ocurre?
Un hilo de energía, un cordón, una cuerda, como la que conecta a un astronauta a su cápsula para que no se pierda en el espacio para siempre jamás, une nuestro cuerpo astral a nuestro cuerpo físico. A través del astral nos desplazamos a otras dimensiones, pero siempre conservamos esa conexión. Si el cuerpo es la cápsula, el astral es el astronauta.
Cuando éramos niños y sufrimos shocks, nuestro astral nos salvó de la intensidad de la experiencia desprendiéndose. Si ese shock fue frecuente, aprendió a hacerlo de forma habitual y ese hábito se inscribió en nuestro ser, en nuestros caminos neuronales. El cerebro aprendió que un recurso para el dolor era escapar.
Más tarde, lo hizo durante sueños. El sueño es una vía de traslado a otros planos. Por eso ocurren los sueños premonitorios. Nuestro astral abandona, sin que lo decidamos o porque no lo estamos reprimiendo ni inhibiendo, esta dimensión y visita, por decirlo de algún modo, las dimensiones futuras, o pasadas o paralelas.
Y cada vez que lo hace, al volver, eleva la frecuencia de nuestro cuerpo físico.
¿Cuándo es esto un problema?
En realidad no lo es.
Pero cuando hemos alcanzado el 51% de vibración positiva, se inicia un proceso de evolución a ser más luz. Y con él, una lucha, una dinámica de resistencia con todas las "basuras" y "densidades" etéricas y memoria celular de traumas pasados. Todas ellas vibran a una frecuencia baja y densa. Al entrar la luz, hace fricción con esas moléculas agrupadas de una forma densa y dispara malestar.
Nuestro cuerpo de luz se regula mediante los chakras. Si alguno de ellos no está bien calibrado o tiene heridas, la luz pura, la conciencia pura que pasa por sus prismas de color, no puede llegar a la zona de energía que corresponde a ese chakra y todo el circuito se bloquea.
En realidad toda luz y toda experiencia es luz blanca hasta que atraviesa nuestros chakras. Es donde adquiere el significado y la forma. El color. El rango vibratorio.
Una vez entra en los chakras, es filtrado por ellos de acuerdo a su nivel de apertura, velocidad de giro y capacidad de filtrado. Si un chakra está cerrado, la luz no entra y el cuerpo luminoso sufre apagones. En esos apagones prospera la densidad. Cuanta más densidad, más se cierran los chakras por el esfuerzo.
Así hasta que se cierran del todo y enfermamos de verdad, a nivel físico o emocional.
Cuando el astral se empieza a desprender 'a su bola' para salvarnos de una realidad que no soportamos, el cordón puede romperse o desgarrarse.
Por exceso de uso.
Hay varias consecuencias. La primera es que perdemos control sobre él. C
uando alguien ha tenido una vida muy dura, se escapa en el astral cuando está durmiendo. Muchas personas deprimidas duermen todo el tiempo. Otras entran en insomnio crónico, porque su astral procesa el dolor en planos de pesadilla y lo intentan evitar a cualquier precio.Cuando consumimos enteógenos (drogas espirituales) se le da permiso al astral a ir a dimensiones a las que habitualmente no accede.
La mediumnidad es un viaje en el astral a otros planos, a los cuerpos etéricos de otros, a sitios donde el cuerpo no está preparado para entrar.

Otra consecuencia es que al volver, trae mucha más luz de la que nuestra memoria celular llena de densidad, recuerdos difíciles e improntas, está en condiciones de procesar. Entonces empezamos a sentir que nuestra casa está en los lugares a los que viajamos, no en el cuerpo al que volvemos. Como las sensaciones de regresar son tristes, empezamos a rechazarlo y a querer mudarnos a otro plano del todo.
La consecuencia de esto puede ser la depresión, el pensamiento recurrente del suicidio, la desconexión del resto de seres humanos, un "aburrimiento", que nada nos "enciende". Y finalmente, la muerte física como modo de trascender y mudarnos por fin de esta casa llena de mugre, grasa, trastos viejos y recuerdos tristes.
Pero ese es el camino fácil.
El camino difícil aunque hermoso es usar la luz que traemos de otros planos en conciencia para hacer el cuerpo hermoso, para limpiar la memoria celular, para elevar su vibración, y tener un hogar hermoso al que volver.
Estos son los pasos para conseguirlo.
1. Afrontar que nos estamos sintiendo así. Saber por qué. Afrontar las heridas de la infancia o los traumas que hicieron que el astral empezara a fugarse. Agradecer los dones de percepción que vinieron con ello. Aceptar.
2. Aceptar que hay una tarea de amor que hacer con el cuerpo. Empezar, poco a poco, sin presiones, con toda la delicadeza y ternura del mundo hacia ese cuerpo que ha almacenado tanto dolor, a darle la luz de todas las cosas. Alimentos que vibren alto: dieta vegana, con muchas enzimas, orgánica, bien combinada, cargada deliberadamente con amor. Palabras de consuelo cada vez que un miedo aparezca. Movimiento, no ejercicio. Movimiento fluido y espontáneo. Bostezos, estiramientos, tai chi, yoga... Elegir contactos con amor. Si hay empatía, cargar de luz el aura muchas veces. Cortar contacto con vampiros emocionales. Pasar tiempo a solas. Automasajes. Masajes y terapias energéticas. Acupuntura. Respiración. Retiros en casas rurales o de reposo. Olores ricos. Cosas que nos hagan felices. Visualización. Toda clase de "lujos" asequibles para el cuerpo. Una comida y un movimiento a la vez. Una elección a la vez. Una decisión a la vez.
3. Tomar el sol. O tomar rayos de sol de amanecer y atardecer. O pasear con luna llena. Terapia infrarroja. Sauna infrarroja.4. Trabajar con luz. Con Reiki. Acceder a una Reconexión. Meditar a diario. Visualizar luz. Corrientes de luz. Rayos de luz. Torrentes de luz. Cascadas de luz. La luz penetrando en las células. La luz lavando las células. La luz transformando la densidad acumulada en luz.
5. Cargar el agua con luz. Piedras y cristales de colores en el fondo de la jarra o botella. Prismas. Enviar rayos de luz del chakra de la frente al agua. Palabras de amor. Códigos de curación.
6. Terapia sonora. Cuencos tibetanos de cristal. Terapia de vibración. Mantras.
7. Visualizarnos como una gota en el infinito mar cósmico. Como una cuerda que vibra en el Gran Violín Stradivarius que somos como UNO en este Universo.
8. Imaginar las cosas como luz. Beber luz. Tocar luz. Envolvernos en luz. Vestir luz. Tener sexo como luz con otro ser de luz.
9. Hablarle al cuerpo con amor. Desintoxicarlo. Abrazarlo. Bañarlo como a un bebé. Elegir cada cosa desde el amor y la luz al amor y la luz que es el cuerpo.
10. Soltar las creencias que tenemos sobre ese cuerpo y cómo debería ser. Sentir empatía y ternura por cada célula. Actuar como si lo amáramos, hasta que podamos amarlo. Verlo como un lugar que ha estado cerrado, sucio, atestado, rancio, al que estamos dejando entrar luz, oxígeno, aire, respiración, elección consciente, lo mejor de entre todo lo disponible. Ir acercándolo y alineándolo con esos otros planos de vibración más elevada. Hasta que el contraste sea menor. Hasta que sea tan hermoso viajar a esos planos como volver a casa.
Y en el entretanto, aceptar la nostalgia de otros planos. Elegir viajar en conciencia, sabiendo que el regreso no será fácil por ahora. Volver con luz y dársela en conciencia a estas células densas, pesadas, en corrientes, rayos, cascadas, remolinos. Susurrarles para que acepten la luz. Dejar de odiarlas. Porque el odio sólo crea densidad.
Perdonar el pasado. Perdonarnos. Empezar de cero cada minuto. Borrar el día al acostarnos. Aceptar y dejar ir. Soltar lo que no se parece a la luz. No quedarnos atascados en ello. Buscar en otros planos las visiones y energías de lo que queremos y traerlas como vibración a este plano.
Amar.
Amar al cuerpo primero.
Antes que a nada.
Recordar que no somos un alma dentro de un cuerpo.
Somos un cuerpo DENTRO DE UN ALMA INFINITA.

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